Muere una de las figuras del activismo trans más importantes en el país heleno

Fuente (editada): EL SALTO DIARIO | Konstantinos Argyriou (Instituto de Filosofía, Consejo Superior de Investigaciones Científicas) | 30 OCT 2021

Marina Galanou, una de las figuras más importantes del activismo LGTBIQ+ de Grecia, ya no está entre nosotres. Murió el pasado sábado 9 de octubre, después de su lucha contra un cáncer galopante. 

Nacida en el Pireo, donde vivió la mayoría de sus años, Galanou empezó su trayectoria activista en 1997, cuando la presencia de mujeres trans en la esfera pública era muy limitada y estaba muy asociada al trabajo sexual. Siete años más tarde, en 2004, se consolidó como secretaria general de la Asociación de Solidaridad de Travestis y Transexuales (SATTE).

Desde entonces, su presencia creció significativamente. Ha sido fundadora y Presidenta de la Asociación de Apoyo a Personas Trans (Somatío Ypostírixis Diemfylikón), que emergió en 2010 como refugio para las personas trans, tanto administrativo como psicológico, en sus sedes en Atenas y Salónica. La Asociación es una de las más reconocidas por reivindicar los derechos de las personas trans en el país.

Galanou, además, fundó en 2004 la Editorial Planeta Multicolor (Polýcromos Planitis), la primera en Grecia en apoyar y promover publicaciones con contenido LGTBIQ+. También fue una de las principales promotoras de la web t-zine.gr, que introdujo temas de diversidad sexual y de género en el mundo periodístico.

Pocas personas han podido influir la esfera pública griega en cuestiones de derechos humanos como ella, y por ello merece una mención especial. Galanou fue experta en cuestiones de diversidad de género en el Consejo Europeo desde 2016 y colaboró con TGEU para el borrador de ley de reconocimiento legal de la identidad de género a nivel nacional. Por la misma época fue designada miembra de la Comisión Nacional de Derechos Humanos y del Consejo Nacional contra el Racismo y la Intolerancia.

Quizá una de sus contribuciones más destacadas ha sido el haber promovido y conseguido el reconocimiento del cambio registral de sexo y nombre en el Registro Civil, con la introducción de la Ley 4491/2017 en la legislatura del gobierno de Syriza. Gracias a la aprobación de aquella ley, las personas trans pueden cambiar sus datos registrales sin la necesidad de un informe de diagnóstico de disforia de género, habiendo alcanzado la adultez, o con el consentimiento paterno desde los 15 años de edad.

Como promotora de dicha ley, escribió textos como “Identidad y expresión de género: Terminología, discriminaciones, estereotipos y mitos” (SYD, 2014) («Ταυτότητα και έκφραση φύλου: ορολογία, διακρίσεις, στερεότυπα και μύθοι» (ΣΥΔ, 2014) o “Reconocimiento legal de la identidad de género: Aplicación, restricciones y limitaciones de la Ley” (2020) («Νομική αναγνώριση ταυτότητας φύλου: Η εφαρμογή, οι περιορισμοί και οι ελλείψεις του Νόμου»). En dichos textos ella misma reconoce las limitaciones de la ley en cuanto al proceso judicial que implica el cambio registral, o la obligatoriedad del divorcio como requisito previo. Asimismo, alienta a que la lucha para los derechos trans siga adelante hasta alcanzar la completa despatologización y emancipación.

Este mismo año tuve la oportunidad de hablar con Marina, aunque las circunstancias epidemiológicas nos restringieron a un formato virtual. Desarrollando un trabajo de campo con entrevistas a personas trans en Grecia, me era inevitable escribir a una de las referentes más reconocidas y respetadas en ese ámbito. Sin embargo, su calendario estaba lleno en abril, que es cuando, además, le tenían que haber anunciado por primera vez complicaciones de salud. De esas complicaciones habla Anna Apergi, otra figura célebre del movimiento trans en Grecia, en una publicación desoladora y muy informativa respecto a la proposición de ley en la que conmemora a su compañera.

Fue en abril cuando Marina, disculpándose, me facilitó sugerencias para poder contactar con otras personas informantes-clave, y me abrió la puerta para acercarme a una comunidad entera de personas muy vulneradas y precarizadas, afectadas además por las dificultades añadidas de la pandemia del Covid19. Pude comprobar en primera persona lo que todo el mundo siempre decía de ella: que estaba siempre pendiente, siempre dispuesta a ayudar y siempre comprometida con apoyar a las vidas más necesitadas. Su afán por denunciar las barreras a las que a diario se enfrentan las personas trans, junto a su labor filántropa, no solo se me confirmaron a través de nuestro intercambio, sino, más aún, por parte de prácticamente todas las personas que acabaron implicadas en mi estudio.

Una de las personas trans que entrevisté me dijo lo siguiente: “La nueva ley (4491/2017) dice que no estoy obligado a proporcionarle a nadie ningún documento médico, ningún certificado psiquiátrico. Me presento de forma responsable, doy mi consentimiento, porque quiero cambiar mi nombre, y lo he conseguido. Y en la decisión correspondiente que se publicó, aparece una clasificación, que no es procedente, ni siquiera existe como terminología médica, que hace referencia a un “trastorno transexual”. Le pregunté a Marina como Presidenta de la Asociación, cuando le envié la decisión: “¿qué es esto?, ¿tienes información sobre esto, suele pasar?”. Fue ella quien me aseguró “no, es algo simplemente inaceptable. Tienes que reivindicar tus derechos, y hacerles entender que, ya por ley, no tienes ningún tipo de trastorno”.

La muerte de Marina no solo supone una gran pérdida para el colectivo trans y LGTBIQ+, sino que subraya la necesidad de contar con una genealogía y una memoria trans. Aún hay mucha gente, incluso dentro del propio colectivo, que descubrió sobre la vida y la labor de Marina solo post mortem, a través de publicaciones de estos últimos días, y esta es una señal clara de la persistencia de mecanismos de silenciamiento de referentes como ella y de luchas como la suya.

En definitiva, es imprescindible visibilizar la trayectoria de Marina, y continuar con su compromiso por la liberación y el reconocimiento de las personas trans en países como Grecia; países donde siguen impregnando ideales de género muy rígidos, donde las injusticias contra cuerpos e identidades disidentes siguen perpetuándose, y donde la cultura machista, heterosexista, y cisexista imperante sigue vulnerando derechos básicos en la calle, en el trabajo, en la familia, en los tribunales. Seguir la labor que ella inició y crear memoria por y para ella es nuestra más humilde e inminente responsabilidad, para que su legado siga con nosotres.