La artista presentó el pasado viernes el documental ‘Transuniversal’, sobre la historia de las personas trans, en Alhaurín el Grande: «Ir en contra de la Ley Trans simboliza que hay que luchar contra nuestra existencia»

Fuente (editada): SUR | Víctor Rojas | 28 SEP 2023

Samantha Hudson ya casi no necesita presentación. La joven se ha convertido en un fenómeno para el público LGTBIQA+ gracias a su música, shows y su parte más activista. Su forma de pensar, su humor y su naturalidad hacen que, a sus 24 años, cuente con una legión de fans y haya recibido numerosos premios como ArcoIris que otorga el Ministerio de Igualdad, el Premio Tik Tok a personaje del Año, el Premio Ídolo a Creadora de Contenido del año y el Premio ODA a la visibilidad y diversidad en los medios de comunicación.

El 29 de septiembre estuvo en Alhaurín el Grande junto a Manolita Chen y el director del documental ‘Transuniversal’ Rafatal para hacer una proyección del mismo y, más tarde, una mesa redonda en la que abordaron cuestiones relacionadas con el colectivo trans. Este contenido audiovisual hace un repaso por la historia de estas personas.

En la faceta más artística, Hudson cuenta con cuatro álbumes. Su último trabajo es AOVE, un EP con cuatro canciones «de onda electrónica y muy maquinera», y se encuentra inmersa en la gira ‘AOVE Black Label’. Este show se podrá ver en Cartuja Cite de Sevilla (27 de octubre), la sala Aliatar de Granada (28 de octubre) y en noviembre, en las míticas La Riviera de Madrid (18 de noviembre) y Razzmatazz, en Barcelona (25 de noviembre). 

–Participas en la presentación de ‘Transuniversal’ de Rafatal, que trata sobre la historia del colectivo trans, ¿cuál es su papel dentro de este documental?

–Soy simplemente un testigo más. Lo grabé en Torremolinos porque fui a cantar a las fiestas de allí. Conocí a Rafatal y me propuso participar en el documental, ya que cuenta con diversas voces, tanto del transformismo como de realidades disidentes del género, personas trans… Me pareció una buena iniciativa. Mi papel dentro del documental es el mismo que el de todas mis compañeras: aportar mi realidad y sumar mi granito de arena a esta historia, que es individual y, a su vez, colectiva.

–¿Se ha avanzado en los derechos de las personas trans?

–Siempre hay una progresión, aunque haya momentos en los que todos estos derechos conseguidos parezcan estar en peligro por consecuencia de ciertos cambios institucionales o la proliferación de discursos de odio respaldados por estas instituciones. También campañas de difamación, términos como el ‘lobby gay’, la “ideología de género” y todas esas cosas que atentan y vulneran nuestros derechos. Creo que ha habido, quizás, una asimilación de la realidad trans, pero todavía queda mucho camino por recorrer, sobre todo, sigue existiendo un esquema muy binario.

–¿En qué se basa este esquema binario?

–Es el sistema sexo-género que nos han inculcado, que está tan establecido, tanto en el imaginario popular y en la mentalidad del público más general como también en las instituciones psiquiátricas, en la medicina, la psicología, el ámbito clínico… Es esa teoría de que el sexo con el que nacemos tiene algo que ver con nuestra identidad. Como si fuera una esencia, como si ser hombre o mujer viniera en la naturaleza, fuera algo orgánico y no un constructo social y una serie de códigos con los que vamos socializando a medida que crecemos. El sistema binario dice que sólo tienes dos opciones: chico o chica y que tienes que encajar en ellas. Para mí es peligroso porque también a las realidades disidentes, a las personas que no se sienten acordes con el género que le asignaron al nacer, de alguna manera las prescribe y las obliga a tener que adaptarse a ciertos estándares del género, a ciertas normas estéticas, fiscalizan sus cuerpos, te dicen cómo tiene que ser una mujer, incluso si eres una persona trans cómo tiene que ser una mujer trans. Por ejemplo, la disforia del género, no reconocer tu cuerpo en el espejo, sentir como que estás habitando una corporalidad extraña que no te pertenece, todo ese tipo de discurso o de pensamiento viene por culpa del sistema binario: del sistema sexo-género.

–En el documental también se habla de cómo ha tratado el cine a las personas trans. ¿Por qué cree que no hay representación en los contenidos audiovisuales?

–Quizás no interesa, quizás se sigue viendo lo queer como algo ajeno al público generalista, como un producto nicho, como una pertenencia exclusiva de la otredad que nada tiene que ver con la norma, como algo para nosotros, nosotras y nosotres, pero no para les demás. Quizás también los productos culturales, especialmente en el audiovisual, que se hacen hablando de las realidades trans tienen todavía una mirada muy binaria ceñidas siempre a las mismas narrativas, como de una transición que empieza y que termina, del dolor de la superación de la violencia que sufrimos…

No lo sé, quizás lo que falte es gente queer a cargo de las producciones. Directores y directoras trans que cuenten su historia, quizás falte una visión más crítica y más amplia de la realidad, que pueda reflejar de una manera eficiente la soberana diversidad de las realidades trans y queer. También creo que es uno de los problemas del medio audiovisual. Aunque nuestra historia es colectiva y estamos todas bajo un mismo paraguas y son las mismas estructuras implicadas las que nos violentan y vejan a todas, cada persona queer es un mundo y tiene su propia historia. No hay una única manera de habitar tu identidad, de habitar tu cuerpo, de habitar tu género. Eso es algo que, a día de hoy, o no está reflejado en el audiovisual o las películas, series y productos culturales que lo reflejan son todavía muy pocas y muy de nicho.

–Sobre derechos de las personas trans, en febrero entró en vigor la Ley Trans. Sin embargo, ha creado mucha controversia y muchos de los argumentos en contra son bulos. ¿Considera que se lanzan por desconocimiento o por intolerancia?

–Por una parte creo que es por transfobia y un odio generalizado y visceral hacia las variedades disidentes del género. Por otro lado, quizás, sea una guerra política. A mí me da la sensación de que también muchos partidos, sobre todo partidos de derecha y ultraderecha, para seguir siendo el establishment, para seguir siendo el status quo, para mantenerse en sus cargos de poder, utilizan estas narrativas. Por ejemplo, para mí el patriotismo tiene mucho que ver con este discurso, ese concepto de “ser español”, de la nacionalidad, esa identidad, esa política identitaria. Fíjate que nos tachan a nosotras de identitarias, pero creo que no hay nada más identitarista que apelar a la nación, a ser español y como eres español llamas a tu patria, tienes que defender a tu patria de los “nuevos enemigos” que salen. Entonces creo que es un discurso muy premeditado y que, evidentemente, está sustentado sobre la transfobia y sitúa a las personas trans, a las mujeres feministas, a las personas racializadas, a todas las minorías, a toda la gente disidente que vive relegada a los márgenes y se esfuerzan en sobrevivir dentro de este sistema, como el enemigo que atenta contra contra España, contra la patria, contra la nación, contra los valores tradicionales, contra lo que hay que ser, contra la naturaleza, contra lo orgánico, contra la familia, contra el decoro, el pudor, la decencia…

Creo que ir en contra de esa ley era simbólico. Tampoco creo que una ley solucione todo, pero es como cuando quitan las banderas de los ayuntamientos. Que esté la bandera ahí no va a hacer que se acaben la homofobia y la transfobia, pero quitar la bandera sí que significa algo. Simboliza una posicionamiento totalmente en contra, de manera radical, de las realidades queer. Creo que ir en contra de la ley también simbolizaba eso, era decirle al público general, a la ciudadanía, que esa ley era el demonio, que nosotres somos el Anticristo y que hay que luchar contra nuestros derechos, contra cualquier institución o proyecto de ley que intente garantizar y mantener esos derechos o ampliarlos y, sobre todo, que hay que luchar contra nuestra existencia, si es que hay alguna manera de hacerlo. Yo creo que las personas trans existieron mucho antes que toda esta gente y no tenemos pensado dejar de existir.

–Ha hablado de las mujeres feministas, pero hay una parte del feminismo que no aceptan a las personas trans y consideran que van en contra de su lucha.

–Hablas de las feministas excluyentes. He hablado mucho de esta rama del feminismo. A mí me parece una desfachatez y de tener muy poca visión. Al final, las estructuras del género, los códigos, lo femenino, lo masculino, no es patrimonio de nadie, no le pertenece a nadie. Creo que todas estamos bajo ese mismo paraguas y eso significa que todas, todes y todos somos salpicades por las violencias que ocurren dentro del género, la misoginia nos afecta a las mujeres trans igual que a las mujeres cis. No de la misma manera, pero sí nos afecta en la misma medida. Me parece ridículo decir que nosotras somos una parodia de la mujer que perturbamos el género, que estamos satirizando con el género y el sexo femenino, cuando creo que es más sencillo pensar que igual que tú estás de acuerdo con tu sexo y te autodenominas mujer, hay otras personas que no han nacido con el mismo sexo que tú y que también se autodenominan mujeres. Se esfuerzan mucho en luchar contra ese sistema patriarcal que dictamina e impone unos estándares que determinan lo que es ser una mujer de verdad. Se esfuerzan por acabar con todos esos discursos simplistas que dicen lo que es ser una mujer, cómo debe actuar una mujer, cómo debe ser una mujer. Sin embargo, cuando ven una corporalidad disidente, que rompe con esos esquemas y que amplía la feminidad y la manera de ser una mujer dentro de este sistema, no hacen otra cosa que arremeter contra ellas y ponerles los mismos roles de los que se quejan.

–Entre sus muchas facetas, están la del activismo y la artística. ¿Le gusta compaginar ambas?

–Yo estoy muy centrada en mi carrera, he empezado la gira, saqué el EP: AOVE. Ahora tenemos 11 fechas ya confirmadas. Yo vivo de la música, de los conciertos. Estrené un show nuevo en el Sónar este verano. Al final, yo vivo de esto y lo compagino a la perfección también con dar entrevistas, hablar de estos temas, con hacer charlas, con escribir discursos. Yo creo que pueden coexistir las dos y no me gustaría renegar de esta parte. Si bien es cierto que, a veces, estás un poco cansada. Por ejemplo, cuando son las 6 de la mañana y, de repente, un periodista te empieza a lanzar preguntas complejísimas exigiéndote que teorices acerca de conceptos, que a lo mejor ni tú misma entiendes bien del todo, sólo porque resulta que como tienes sentido común y hablas de tu realidad eres activista y entonces parece que tienes que saberlo todo. Eso me abruma un poco, pero no me molesta.

Yo si estoy en la esfera pública es para intentar colaborar en la medida de lo posible para acabar con ciertos tabús, ciertas convenciones y ciertas ideas que creo que son equivocadas. Supongo que es con lo que tengo que lidiar. No estoy encantada de hacerlo, pero sí me parece conveniente y estoy dispuesta a asumir las comeduras de tarro que eso conlleva. De cualquier manera también creo que es conveniente que todas estas preguntas que me arrojan a mí y a mis compañeras, todas estas conversaciones sobre lo trans, lo queer, sobre los géneros, el binarismo, todas estas preguntas sobre feminismo que le arrojan a las mujeres, creo que también deberían hacérsela personalmente. Hablo de esa gran masa uniforme que siempre piensa que la respuesta está en lo ajeno, que cree de nuevo que lo queer es nuestro, que esto sólo nos afecta a nosotras. Pero preguntarse cómo sé que soy un hombre, cómo sé que soy una mujer, cómo sé que soy cis, cómo sé que no soy trans, estoy convencida de mi género, me siento 100% de acuerdo con lo que me han hecho creer, todo este discurso al que nos enfrentamos las realidades disidentes del género día a día con el único fin de justificar nuestra existencia y hacerle entender al mundo que no somos un peligro. Creo que también es sano que la normatividad se lo pregunte a sí misma. Porque el género nos afecta a todas, los estándares sociales nos afectan a todas y sólo porque nosotras nos hayamos visto la obligación de hacernos estas preguntas no significa que tengamos la verdad absoluta, ni la obligación de hacer pedagogía siempre cuando piden, ni que sea una cosa que nos ataña exclusivamente a nosotras. Esto es de todos, el género es de todes y, a veces, hacerse esas preguntas o te lleva a respuestas o te lleva a otras preguntas que pueden ser muy interesantes.

–La portada de AOVE es una provocación absoluta hacia toda esa parte de la sociedad que le ataca por su boca, ¿cierto?

–Sí, lo comentan mucho. Yo, honestamente, disfruto bastante cuando dicen que con el dinero que gano y todavía no me he puesto brackets, que tanto quejarme de cosas, pero que podría ir al dentista… A mí no me molesta en absoluto. Yo voy al dentista, hago mis revisiones, tengo una higiene dental perfecta y yo sé en cuestiones de salud lo que debería mejorar. No le presto mucha atención. Sobre todo, en la portada de AOVE, que es este EP conformado por cuatro canciones de onda electrónica y muy maquinera, para mí es un trabajo de marketing. Yo creo que la boca torcida, estos dientes que los tengo con un manojo de llaves, ya es una marca casi. La marca Samantha Hudson. Es un emblema. Un símbolo muy reconocible de quién soy hoy. Se podría decir que también habla un poco de mi filosofía de cuestionar la belleza estandarizada, de cuestionar lo que nos han hecho creer que está bien o que está mal y, sobre todo, habla de crear tu propia identidad estableciendo unos parámetros con los que te sientas a gusto sin necesidad de aspirar a lo que otras personas te han dicho que es lo correcto.

–¿Qué tiene AOVE de diferente con respecto a anteriores trabajos?

–Es un trabajo mejor producido. La calidad del sonido es mucho mejor. Le he puesto más empeño. Quizás también sea más maduro o más serio dentro de las parámetros de Samantha Hudson y dentro de que son canciones para bailar y para ponerlas de fiesta, en un mañaneo y simplemente para hacer una chica muy disfrutona. Me atrevería a decir que es el trabajo más profesional que he hecho hasta la fecha. Con relación a los directos también porque en el show con el que estamos girando actualmente, que es ‘AOVE Black Label’, cuento con unes bailarines de danza contemporánea, unas coreografías muy marcianas, para el diseño de luces hablamos con un colectivo de Barcelona que ha hecho unos trabajos muy guays, las visuales las ha hecho un artista 3D y son todas generadas por inteligencia artificial… Hay un concepto detrás. Siento que es una propuesta más pulida, pero también creo que es lo natural. Al final, cuando tienes un proyecto entre manos, cuando tienes una propuesta, tanto laboral como artística, y vas creciendo con ella siempre suele ocurrir que vas depurando ciertas actitudes, vas limando ciertas asperezas y vas perfeccionando lo que sea que estés haciendo. Yo estoy muy contenta, sobre todo con el espectáculo en vivo. Es algo que disfruto muchísimo que irradia una energía soberana y merece la pena verlo sin lugar a dudas.

–También ha sacado un hueco para ir al concierto de Amaia y subirte al escenario para cantar con ella en su cierre de de gira. ¿Cómo se sintió en el Wizink Center ante tanto público?

–Si te soy sincera, yo estaba prestando atención a Amaia porque es una chica tan magnética, tan interesante y resulta tan difícil apartar la mirada de ella cuando la tienes delante. La quiero un montón. Es una de las personas más puras y genuinas que hay actualmente en la industria. Estaba encantada de que quisiera cantar conmigo esa canción –La canción que no quiero cantarte–. Estoy meada porque ya la he cantado más veces que Aitana, en directo al menos –ríe–. El Wizink Center me pareció muy emocionante, pero por ella: que hubiera llenado tantas localidades, que la gente estuviera prestándole tanta atención y vitoreandola, cantando sus canciones, que le tengan tanto aprecio y ver a tanta gente reunida dándole ese cariño y ese apoyo, a mí me parece algo excepcional. Si está leyendo esto, que sepa que muchas felicidades, que ya se lo dicen persona, pero me parece la tía más guay que hay, la verdad.

–¿Le gustaría hacer colaboraciones en futuros trabajos?

–Hay muchas artistas en el panorama actual con las que me hace ilusión. La Zowi, para mí, colaboración soñada. Level One me parece un artista muy chulo. Belén Aguilera, quiero decirte, tías guays hay para dar y regalar. Bueno, no tantas en realidad, pero creo que nunca ha habido tantas en España. Estoy muy satisfecha con la escena musical femenina actual en España. Creo que hay un plantel de superestrellas, entonces las opciones son múltiples.

–¿Cómo ve el futuro?

–Del futuro lo único que quiero es estar tranquila y hacer lo que me gusta, sea lo que sea. No sé si va a ser la música, si va a ser dirigir una película o trabajar en la radio. Lo mismo me hago sexadora de pollos. No hay un camino trazado y concreto, pero sea lo que sea, espero que me haga disfrutar lo mismo o más que me hace disfrutar subirme a un escenario, armar un show en directo para enseñárselo a todas mis minorías y sentir esa energía que irradia mi cuerpo en vivo y, por supuesto, sentir la reciprocidad de la energía del público que me la devuelve. A veces de manera agresiva, pero a mí la caña me va bastante.