Es importante que la lucha por los derechos de las personas trans sea parte de la agenda feminista y del movimiento de mujeres en México para hacerle frente a la violencia de género y a un movimiento internacional que quiere eliminar los derechos de las mujeres.

Fuente (editada): LA IZQUIERDA DIARIO | Leah Muñoz | 07.03.21

En los últimos años se ha vuelto común en México que cada cierto tiempo se generen olas de odio por parte de feministas radicales transodiantes. Esto ha sido así con ataques en redes sociales a personas trans que son activistas conocidas, o también a perfiles de personas que solo se les ataca por participar en discusiones de Facebook o Twitter.

Además, los ataques y las muestras de odio han llegado al grado de generar pintadas desde las que se mandan mensajes en contra de las personas trans. Hace unos meses pasó con las pintadas en las persianas del bar LGBTIQA+ “La Purísima” en Ciudad de México, y la semana pasada en una de las cafeterías de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM con la pintada: “Queer es sexismo. Es misoginia. Es homofobia. Basta”.

Lo grave de estas muestras de odio no es solo que salen de redes sociales y comienzan a hacerse más presentes en el espacio público. La gravedad también está en que vienen acompañadas de un discurso que deshumaniza a las personas trans y que tergiversa la lucha contra la transfobia como si fuera misoginia y en detrimento de las mujeres.

Esto ha sido el caso con los ataques recientes a Láurel Miranda que, por denunciar en su blog de Milenio la transfobia de ciertos grupos feministas, recibió todo tipo de mensajes de odio transfóbico y acoso, al grado de que el periódico de circulación nacional terminó retirando su artículo.

Este feminismo radical transodiante ha gestado un movimiento tan acrítico y tan irreflexivo que no es consciente de las violencias que ejerce. Esto es debido a que construye a sus alteridades (entiéndase lo queer, lo trans, los hombres) como esencialmente violentas, deshumanizándolas y, por tanto, borrando las violencias que estas alteridades sufren. En cambio, se ha construido a sí mismo como un discurso incapaz de ser violento y, como consecuencia, incapaz de ser autocrítico.

Una historia del feminismo trasodiante

Es importante contextualizar estos ataques transfóbicos para poder comprender el avance del discurso feminista radical transodiante, y lo peligroso que es para las personas trans y el movimiento de mujeres. La filósofa Thalia Betcher y la historiadora Susan Stryker, en uno de los volúmenes del famoso Transgender Studies Quaterly (Mayo 2016), señalan que para ver en perspectiva el discurso transodiante hay que atender a su historia.

Ellas dicen que han existido tres olas del discurso feminista transodiante, y es precisamente esta que vivimos la tercera ola. La primera habría surgido en la década de los setenta, luego de los disturbios de Stonewall en 1969 en Estados Unidos, cuando el movimiento de mujeres y el movimiento LGTBIQA+ tomaron mucho impulso en la llamada “revolución sexual”, y el tema trans se volvió objeto de disputas y divisiones.

La segunda ola de feminismo transodiante, de acuerdo a Betcher y Stryker, estaría asociada a cuando emergieron por vez primera en Estados Unidos los movimientos queer y trans en la década de 1990. Y la tercera ola, ya no acotada solo a Estados Unidos o al Reino Unido sino de carácter internacional, sería la que vivimos actualmente, y estaría motivada por un rechazo a la visibilidad que han ganado las personas trans en los últimos años y al avance de políticas de identidad sexual en varios países.

Sea cierta o no esta historización del discurso feminista transodiante, lo que es verdad es que mucho de lo que actualmente mueve a este discurso es que las personas trans estemos ganando visibilidad y derechos políticos. Precisamente cuando se acercan fechas en las que, en algún país o estado, se discutirán propuestas de ley de identidad sexual, es cuando más vemos el boom de estos discursos y las muestras de odio hacia personas trans y aliadas.

Esto es lo que ha pasado con la discusión de la ley de infancias trans en Ciudad de México (todavía congelada en el Congreso), pero también lo que recién ha pasado en España y en México (en los estados de Puebla o en el Estado de México), en donde las discusiones en el Congreso sobre las leyes de identidad sexual despiertan el fuerte rechazo y movilización de feministas transodiantes.

Sin embargo, el reconocer que la reacción de grupos específicos es consecuencia del avance de los derechos trans no explica del todo el porqué un discurso que lleva existiendo cuarenta años en el movimiento feminista hoy tiene un gran auge de carácter internacional con expresiones en Brasil, Argentina, Italia, Reino Unido, México, España, Chile y Estados Unidos.

¿Qué ha permitido el auge del discurso transodiante?

Quisiera mencionar tres factores que nos permiten entender esto. El primero de ellos es que este discurso, como parte del fenómeno de la globalización, se ha globalizado así como lo ha hecho el discurso feminista y trans en general. Si antes en los setenta y noventa estos discursos eran locales y acotados a sectores sociales específicos, hoy las redes sociales e internet han permitido que estas ideas circulen con mayor rapidez y alcance por todo el mundo.

Pero no ha sido solo la tecnología de las redes sociales e internet lo que ha permitido que este discurso se movilice. Quizá más importante que esto ha sido la generación activa de redes internacionales de todo tipo por parte de feministas transodiantes. Estas redes han permitido la exportación de discursos de un lugar a otro, pero también la generación de esfuerzos coordinados para impulsar políticas antitrans en distintos países.

Ejemplo de este tipo de redes es el muy conocido vínculo entre las feministas transodiantes españolas (especialmente las académicas) y mexicanas. Las primeras fueron impulsoras para que el discurso feminista transodiante se instalara con fuerza en México desde el año 2016-2017.

Pero a la par de estas redes “informales” existen otro tipo de esfuerzos de renombre, como sucede con la organización internacional Coalición Contra el Tráfico de Mujeres (CATW, por sus siglas en inglés). Esta organización feminista abiertamente abolicionista, a la cual pertenece la histórica feminista radical transexcluyente Janice Raymond, busca generar, entre otras cosas, políticas públicas en todo el mundo para que se desarticulen los derechos de las personas trans.

Un segundo factor es que, a diferencia de otro momento en la historia, nos encontramos frente a un movimiento internacional antiderechos en contra de lo que llaman “Ideología de Género”. Este movimiento, con origen en la Iglesia Católica y la extrema derecha conservadora, se ha vinculado a todo tipo de partidos políticos de derecha y supuestamente de izquierda. En México sus vínculos han ido desde el PAN hasta el Morena.

La convergencia de este movimiento, que busca atacar los derechos de la diversidad sexogenérica y las mujeres, con el interés específico de las feministas transodiantes de atacar a las personas trans, ha llevado a que se establezcan alianzas pragmáticas y conservadoras entre ambos grupos. Esto es el caso de feministas radicales transodiantes, como algunos grupos originarios del estado de Veracruz, que en México se han terminado acercando a partidos políticos conservadores de derecha como el PAN, el PRI o el PRD.

La mezcla del discurso de las feministas radicales transodiantes con el de los grupos conservadores es tan evidente que se nota en que las primeras han terminado empleando el término “ideología de género”. No hay que olvidar que este término inicialmente fue movilizado por la extrema derecha para oponerse a los derechos de las mujeres y de la comunidad LGTBIQA+, y también del transfeminismo y la teoría queer.

El efecto de esto es que estas feministas terminan ampliando un término y una retórica que empalma muy bien con el discurso de los grupos antiderechos. Ambos movimientos se terminan potenciando mutuamente, al grado de impulsarse para cumplir sus intereses de atacar a las poblaciones trans, y de paso a otras letras del acrónimo LGBTIQA+.

“Borrado de mujeres”: Una falsa polarización entre mujeres cis y trans

El tercer factor que permite entender el auge del feminismo radical transodiante, en particular en México, es el clima de extrema violencia de género en el que vivimos. En México en promedio cada día se cometen 11 feminicidios, las redes de trata de mujeres y niñas están extendidas, y la violencia machista en el hogar hacia las mujeres es algo cotidiano. Solo durante el primer año de gobierno de AMLO, se reportaron 117 crímenes de odio LGBTIQA+, la cifra más alta en el último lustro.

La justa y legítima indignación de miles de jóvenes y mujeres a este clima de violencia lleva a que muchas terminen comprándose las problemáticas teorizaciones del feminismo radical transodiante. Es tanta la violencia en la que vivimos que de pronto es fácil y tentador aceptar la idea de que el verdadero problema está intrínsecamente en los hombres y no en las estructuras sociales que generan vulnerabilidades y posibilitan la violencia hacia las mujeres.

Es precisamente esta idea del feminismo radical de que estamos frente a una lucha entre “clases sexuales” la que ha hecho ver a las mujeres trans como “esencialmente hombres” que invaden los espacios de las mujeres y que las ponen en peligro. Desde su perspectiva las mujeres trans somos un continuo de la violencia patriarcal perpetrada exclusivamente por la “clase sexual” de los hombres. De alguna manera tienen una lectura esencialista de los cuerpos y de sus socializaciones. Parece que no se dan cuenta que esta idea anula a los feminismos. Si en efecto los cuerpos están totalmente determinados por su biología y su socialización, entonces el proyecto feminista está condenado al fracaso, porque no habría manera de cambiar las conductas. Este tipo de ideas suelen ser la consecuencia de dejar de lado un análisis estructural, colapsando la complejidad social en distinciones como “ellos vs. nosotras”, “las buenas vs. los malos”.

Este discurso feminista radical transodiante está generando una falsa polarización y antagonismo entre mujeres cis y trans. En el último año y medio se ha venido diciendo que las mujeres trans “borramos” a las mujeres cis, y que nuestros derechos atentan contra su existencia. Esta idea cierra la puerta a las alianzas entre mujeres cis y mujeres trans, pero también a la posibilidad de que los hombres puedan tomar un rol activo en la lucha contra la violencia hacia las mujeres. Hoy más que nunca necesitamos de muchas alianzas frente al grave problema de violencia de género que vivimos en México.

La idea del supuesto “borrado de mujeres” oculta que nuestras demandas políticas no buscan eliminar el aborto, ni limitar la autonomía corporal de las mujeres, ni eliminar el divorcio, o atentar contra el matrimonio igualitario. Por el contrario, nuestras demandas políticas se han fortalecido del discurso feminista al reclamar la autonomía corporal y la autodeterminación, poniendo en evidencia la artificialidad del binarismo de género y la cisheteronormatividad.

Es falso que nuestra existencia y nuestras demandas pongan en peligro a las mujeres cis. Tenemos un fuerte compromiso en la lucha contra el feminicidio y las desapariciones, contra la violencia obstétrica, la desigualdad salarial, la feminización de la pobreza y la subrepresentación política.

En cambio, a las feministas radicales transodiantes no les ha importado sabotear leyes, como sucedió en la Ciudad de México al oponerse a una ley de violencia obstétrica que estuviera formulada de manera transincluyente. Esto muestra que incluso están dispuestas a que el movimiento de mujeres no avance en ciertos derechos si este avance incluye a las personas trans.

El movimiento trans no se opone a ninguna ley que busquen los grupos feministas, y de hecho suscribe prácticamente todas las demandas históricas del feminismo. Pero lo contrario no es cierto. Estos grupos sí se oponen y están en disposición de colaborar con la derecha para detener leyes, ya sea dirigidas a la población trans, o leyes formuladas con lenguaje transincluyente.

Aquí vale la pena precisar que una ley transincluyente no omite al sujeto mujeres. Lo que hace es hablar de mujeres y otros cuerpos haciendo mención a mujeres, hombres trans y personas no binarias gestantes. En ese sentido no hay un borramiento de los términos en la legislación.

Muchas mujeres trans nos sumamos activamente a la lucha contra el feminicidio y el transfeminicidio. Contra la violencia obstétrica que también pasan los hombres trans y personas no binarias. Contra la desigualdad salarial que afecta también a las mujeres trans por ser mujeres, contra la pobreza y la precarización que también afecta a muchas mujeres trans. Y por que en la política participen todas las identidades.

Estos son problemas verdaderamente graves y urgentes que el movimiento de mujeres y el feminismo tendría que atender, y no el asunto de si las mujeres trans son la mayor amenaza patriarcal para las mujeres cis. Lamentablemente el feminismo radical en los últimos años ha ganado una hegemonía discursiva y política en las discusiones al interior del movimiento de mujeres que ha impedido que tengamos una mirada y acción más profunda a los problemas que enfrentamos las mujeres y las diversidades sexogenéricas en México.

“El discurso transfóbico es un pacto que también tenemos que romper”

En los años 2016-2018 el feminismo radical marcó en la agenda política del feminismo mexicano la discusión de que los hombres no podían ser feministas y aliados de las mujeres en la lucha contra la violencia de género. Posterior a esa discusión en los años 2018-2020 tomó centralidad la discusión de que las mujeres trans son la mayor amenaza para las mujeres.

La triste realidad es que la hegemonía discursiva del feminismo radical ha hecho que decaiga el nivel de la discusión, el análisis y la práctica política del movimiento de mujeres en México. La energía y ánimo de lucha que se expresa cada año en el 8M se ve desgastada con este tipo de discusiones que no fortalecen la lucha de las mujeres, y no se traducen en una crítica estructural sino en comprensiones esencialistas del género y el sexo. Desarmando, además, para que el movimiento de mujeres avance a conquistar su independencia política frente al gobierno y las derechas, pues su política transodiante va acompañada de la idea de que entre mujeres cis los intereses y objetivos se comparten y coinciden en tanto dicha pertenencia de género, como si no hubiera mujeres cis que defienden una perspectiva de derechas: liberal o conservadora.

Hoy en día las mujeres trans vemos con preocupación la difusión de las ideas feministas transodiantes entre diversos grupos de mujeres y la cercanía que están teniendo con los poderes políticos. Cada vez es más común ver expresiones públicas transfóbicas por parte de mujeres organizadas que se oponen a la aprobación de nuestros derechos. Por muy absurdas que sean las ideas feministas transodiantes no dejan de ser un peligro real, sobre todo en el contexto del movimiento antiderechos del Frente Nacional por la Familia contra la “ideología de género”.

Por esto es importante en estos momentos que las organizaciones de mujeres, aliades y aliados tomen posición pública en contra de la transfobia en el movimiento de mujeres, y contra las políticas antitrans que algunas feministas quieren implementar de la mano de la Iglesia, partidos políticos del Congreso y movimientos conservadores. Como dice Láurel Miranda, “el discurso transfóbico es un pacto que también tenemos que romper” dentro del feminismo.

Es importante que la lucha por los derechos de las personas trans sea parte de la agenda feminista y del movimiento de mujeres en México para hacerle frente a la violencia de género y a un movimiento internacional que quiere eliminar los derechos de las mujeres. Juntas, las mujeres cis y trans, somos más fuertes.