¿Es tránsfobo que una mujer cis lesbiana rechace mantener relaciones sexuales con una mujer trans lesbiana únicamente por tener pene?

Fuente (editada): RadFem Transinclusivo | 18 DE FEBRERO DE 2020

A lo largo y ancho de las publicaciones existentes en RRSS sobre este tema, circulan gran cantidad de falsedades, manipulaciones e inexactitudes que pretenden dar la apariencia de que las compas lesbianas trans son poco menos que abusadoras, que intentan forzar a las compas lesbianas cis a mantener relaciones sexuales con ellas argumentando que “es tránsfobo” no avenirse a ello.

Pues bien, lo primero que tenemos que tener en cuenta, es que es manipulador e interesado acogerse a las aberraciones más reprobables vertidas por parte de cualquier usuarie de RRSS, pretendiendo convertirlas en representativas de nada. Por tanto, aunque seguro que hay alguna mujer trans que piense/exprese tal cosa (igual que hay mujeres cis alienadas a capazos), no estamos para nada ante una postura mayoritaria ni significativa. De hecho, jamás se lo hemos oído a ninguna de nuestras compañeras trans.

¿Cual es la realidad detrás de este tipo de afirmaciones? ¿Qué es lo que verdaderamente se quiere transmitir? Lo cierto es que lo único que se pretende es poner el foco en el hecho de que los gustos pueden estar (y muy probablemente estén) condicionados por los sistemas de opresión. Y en que el deseo, aunque tenga raíces biológicas, también se construye culturalmente. Esto es algo ampliamente consensuado en el seno del feminismo. Por tanto, es probable que una persona que jamás sentiría atracción por una persona racializada, pueda haber construido inconscientemente su deseo con toques racistas, dado que vivimos, efectivamente, en un sistema racista. Lo mismo sucede con una persona que jamás se acostaría con una persona gorda: es perfectamente plausible que haya interiorizado cánones gordofóbicos. Por los mismos motivos, tampoco sería extraño que una compañera cis que de entrada se sintiera atraída por otra, viera cómo se evapora automáticamente su deseo al descubrir los genitales de su posible pareja sexual: hay una elevada probabilidad de que haya construído su deseo a golpe del sesgo cisnormativo y tránsfobo que perpetúa el sistema en el que vivimos.

Reconocer que parte de nuestros gustos pueden tener componentes discriminatorios no sólo no es negativo, sino que es parte del proceso de deconstrucción. Y no pasa nada, a todas nos sucede en mil aspectos de la vida.

Esa es nuestra responsabilidad, tratar de deconstruirnos y de realizar análisis honestos del sistema en el que vivimos y de cómo el mismo influye en nuestros gustos y decisiones. Podemos asumir o no dicha responsabilidad, podemos llegar a profundizar mucho en ello o no, pero desde luego no nos es exigible forzarnos a nosotras mismas a nada, ni mucho menos, forzar a las demás. La deconstrucción, obviamente, es deseable. El ser forzada por otra persona, además de ser algo de todo punto inaceptable, no es, sin embargo, algo que suceda habitualmente (al menos fuera de lo anecdótico) ni mucho menos un problema sistémico, cuando de quien hablamos es de compañeras lesbianas trans.

Así que estamos, de nuevo y como suele suceder, ante descontextualizaciones torticeras, pues este tipo de declaraciones rara vez se formulan de manera atacante y directa, sino que se refieren a cómo el deseo está influido por los sistemas de opresión y discriminación. Y eso que decimos lo decimos nosotras y cualquier feminista cis que esté hasta el moño de que la rechacen por tener pelos en el sobaco o en el coño, con la excusa -en parte real- de las preferencias individuales.

Nos encontramos, en definitiva, ante un cuestionamiento teórico porque, de hecho, lo último que va a perseguir una mujer trans es tener sexo con una mujer cis que está experimentando con ella, que la está fetichizando o que se está obligando a algo que no quiere.

Analizando la situación desde una perspectiva cis, se entiende perfectamente: si a mí, mujer cis, mi potencial pareja sexual me dice en los preliminares de un encuentro sexual que ha perdido la atracción porque ha observado que tengo la espalda un poco curvada por la escoliosis, por poner un ejemplo, pues igual le digo que es muy probable que su gusto está influenciado por una discriminación físico normativa. Y después de decirle eso, cogeré mi zumito y me iré, porque aunque esa potencial pareja sexual se lo replanteara y quisiera tener sexo conmigo, francamente me sería complicado continuar, pues yo ya me habría sentido a disgusto en ese encuentro.

En todo caso, la comunicación sana es fundamental. Hay una gran diferencia entre rechazar un encuentro sexual con una mujer trans diciéndole “me has atraído, pero no me siento especialmente atraída por tus genitales y aunque reconozco tu existencia como mujer, ese detalle hace que deje de tener ganas de sexo contigo” lo cual es respetuoso y no niega la identidad de nadie, y decirle “¡me has engañado! ¡Me tenías que haber dicho que eras un trans desde el principio! ¡Yo no me acuesto con mujeres trans porque soy lesbiana, y a mi me atraen las mujeres!”. En este último caso, sí, se puede hablar de transfobia con todas las de la ley, porque al igual que hay cislesbianas cuyas parejas son mujeres trans, hay cisgays cuyas parejas son hombres trans. Porque las leen como mujeres y como hombres. Porque la orientación sexual no se centra en el genital, y si se centra en el genital entonces estamos ante un discurso genitocéntrico, coitocéntrico, cisnormativo y, en muchos casos, heteronormativo. Y se convierte la orientación sexo afectiva en un fetiche genital.

Ser lesbiana es sentirse atraída por las mujeres, independientemente de lo que tengan entre las piernas. Si luego te atraen menos las que tienen pene y no deseas tener sexo con ninguna de ellas, perfecto -¡solo faltaría!- pero no las invalides como mujeres y ten presente que ahí hay alguna influencia discriminatoria. Querer y poder revisártelo, o no, ya es cosa tuya.

Ojalá se entienda el trasfondo de este asunto de una vez y dejen de difundirse bulos transfóbicos y malintencionados al respecto.