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Esta joven relata cómo es asumir la identidad sexual en la adolescencia, con el apoyo de familia y amistades y superando el rechazo

Fuente (editada): El Norte de Castilla | Laura Negro | 7 febrero 2021

Nacemos y ya nos definen. Varón o mujer. Todo en base a unas características físicas. Pero, ¿qué ocurre si a medida que crecemos nuestra identidad sexual no se corresponde con el sexo que nos han asignado? Esto es lo que le ocurrió a Guille, una vallisoletana de 16 años que nunca se sintió identificada con aquello que le decía todo el mundo: «Eres un chico». No. Porque ella es una chica. Es lo que ella siente y, por lo tanto, lo que ella es. Guille es feliz y está muy orgullosa de su identidad. Por ello, se ve en la necesidad de contar su historia y reivindicar sus derechos. Está segura de que cuanto antes la sociedad asuma, entienda y acepte la transexualidad como algo normal, antes mejorará la calidad de vida de todo su colectivo, y también de sus familias. Acude a la entrevista acompañada de su íntima amiga Paula, también de 16 años, quien le apoya incondicionalmente. «Aprendo constantemente de la vida y me dedico al activismo de las personas trans para ayudar a otra gente», cuenta como carta de presentación. «Yo no reduzco a una mujer a una vagina, ni un hombre a un pene. Yo soy mujer desde que nací. Me di cuenta desde pequeña, pero por diferentes motivos no pude vivir mi realidad hasta hace poco tiempo», continúa.

Dice que tuvo una infancia «muy bonita y dura» al mismo tiempo. Su adolescencia, en cambio, fue más complicada al vivir en sus propias carnes el rechazo y la transfobia. En la calle y en las aulas. «Durante cinco años fui víctima de bullying. Al cambiar de centro educativo, todo se normalizó. Si yo no tengo rechazo a una persona cis, no entiendo por qué alguien me tiene que rechazar a mí por el simple hecho de ser trans. En ocasiones me han dicho que no podía ir al baño de chicas. La transfobia es eso también, no solo que vaya por la calle y me llamen travelo», desvela esta estudiante de 4º de la ESO.

Su tránsito social fue relativamente sencillo y muy reciente. No hizo falta que se lo dijera a sus amigas. Sus progenitores también lo intuían. «Ya se habían dado cuenta de lo que pasaba. En la cuarentena tuve mucho tiempo para pensar. Me dije a mí misma que yo era una niña y que debía tirar para adelante. No fue una sorpresa. Mi familia me dijo que me apoyaría en todo», explica Guille.

En los momentos complicados es cuando su familia y amistades han estado más cerca de ella. «Cuando he recibido agresiones verbales en la calle, el apoyo ha sido fundamental. La transexualidad no es solo cosa de mayores. Hay niñes trans con 4 u 8 años a quienes no se les puede cuestionar su identidad sexual. Si un niño dice que se siente mujer, no hay que decirle que se le pasará. Hay que escucharle».

Y en cuanto al miedo, reconoce que lo tiene, porque cada día que sale a la calle «es una sorpresa». «Paso un montón de miedo por lo que me pueda pasar a mí o a mis amigas por defenderme. También he encontrado mucho apoyo, pero sobre todo he pasado miedo», desvela, al tiempo que incide en que «hay una idea muy equivocada de la transexualidad. Una persona trans no es un hombre travestido ni una drag queen. No es que yo me vista de mujer para salir a la calle. Es que soy mujer, desde que me levanto hasta que me acuesto. Al igual que una mujer cis no tiene etapas en las que piensa que es menos mujer, yo tampoco las tengo».

«Me da asco el morbo»

A sus 16 años Guille da muestras de gran madurez. «A unas personas les parece bien y a otras mal. Lo que me da asco es el morbo. Antes reaccionaba mal ante los comportamientos transfóbicos. Me preguntaba que por qué me tenía que pasar a mí. ¿Por qué mis amigas podían entrar al baño de chicas y yo no? Ya he asumido que me pasa porque la gente no me ve como lo que realmente soy, una mujer. He aprendido a responder ante estas situaciones y, si alguien me dice que no puedo entrar al baño de chicas, mi respuesta es nula y directamente entro, porque soy una mujer y eso nadie me lo va a discutir».

Se postula también sobre el borrador de la Ley Trans propuesto por Igualdad. Según ella, todo lo que recoge no debería estar en una ley, porque son derechos. «En cuanto a lo de poder cambiar el nombre y sexo en el DNI sin más requisitos que la declaración expresa: si yo digo que soy una mujer, una letra del DNI no me lo va a discutir. Muchas personas pueden pensar que es solo un papel, pero si tú vas a una discoteca y te piden el DNI y en este pone algo que no corresponde a tu persona, cuando tú eres un pedazo de mujer o de hombre, es entonces cuando te empiezan a cuestionar y a mirarte de arriba a abajo. Esa vergüenza no la debería pasar nadie», opina.

Durante su discurso, su amiga Paula asiente continuamente. Ella ha vivido su tránsito muy de cerca y también ha sufrido: «He visto a Guille llorar de rabia por ciertos comentarios discriminatorios y faltos de respeto. Ella y todas sus amigas hemos pasado miedo, pero hemos aprendido a controlarlo, porque el miedo no nos va a servir de ayuda. Guille es una persona alegre que, cuando ve a alguien triste, enseguida le saca una sonrisa. Es una de las personas más importantes que tengo. Si la gente quiere respeto, que empiecen a respetar, porque en eso se basa la vida», sostiene.

Les progenitores de Guille escucharon a su hija, la apoyaron y afrontan con ella este gran desafío. Apuntan que, ante todo, sienten orgullo de Guille y que su único deseo es «que la dejen crecer como persona. Que nadie le corte las alas por ser mujer y que profesionalmente sea lo que quiera. Porque un derecho no es algo que te debe dar: un derecho es algo que nadie te debe quitar», argumenta M.J., su madre.

A los 15 años, Guille le dijo que era una niña. Pero es que «siempre lo ha sido». La familia de esta joven lamenta tener que aguantar miradas y ciertos comportamientos crueles, también por parte del entorno de la adolescente. Su madre echa en falta más representatividad de las familias y de las personas trans en el debate abierto que hay sobre el borrador de la Ley Trans. «Pediría más empatía. Toda persona tiene derecho a ser quien es, sin hacer daño a nadie y no tener una lucha diaria para demostrarlo».