Desde arañarse entre las piernas con unas ramas hasta brotara la sangre que simula la menstruación, a defecar en la postura tradicional de parir. La Nación Mojave contaba con rituales de reconocimiento para las personas trans.

Fuente (edtada): Pikara magazine | D.E.A. | 06/05/2020

La experiencia y la historia de las mujeres transexuales en el mundo no es uniforme ni individual. Desde hace décadas, una rama importante de la Historia y de la Antropología busca impugnar la imagen de un pasado estático anterior a la colonización para las culturas no europeas. Silenciar las historias de lo que Eric Wolf llamó “The People Without History” es contribuir a la opresión que les dio forma. Parte del trabajo pendiente del feminismo transinclusivo es aceptar que otras culturas han practicado desde tiempos inmemoriales la diversidad sexual. Y aprender de ellas. Reconocer que el binarismo de género es un invento europeo impuesto mediante la violencia colonial no significa romantizar lo indígena. Carece de sentido tratar de replicar otros modelos culturales, aunque sea de justicia visibilizarlos. Puede decirse, con poco margen de error, que las fuerzas que han silenciado, reprimido y atacado los derechos de las mujeres son las mismas que han tratado de destruir las identidades trans en los pueblos originarios.

En Gender Diversity: Crosscultural VariationsSerena Nanda explica que sumar personas trans a la tribu era considerado un regalo en las comunidades nativo americanas. Les llamades “dos espíritus”, las personas cisbinarias o trans entendían el equilibrio sagrado. Su transición de cuerpo y espíritu jugaba un papel crucial en la defensa de la mitología y de la cosmovisión indígena. Eran motor de la creación de historias. En el caso concreto de la Nación Mojave, podía empezar durante la gestación y ser revelada a la madre mediante sueños. Si durante la infancia una criatura mostraba disconformidad con el sexo dado en el nacimiento, sus progenitores le organizaban un ritual especial de acceso a la pubertad en torno a los 10 u 11 años. “Alyha” era la palabra que utilizaban para referirse a la mujer que pasaba de ser tratada como hombre a ver respetada su identidad femenina por la tribu. No olvidemos que nuestro concepto de feminidad viene del Renacimiento europeo. Al contrario, cuando pasaban de ser tratados como mujer a ser reconocidos como hombres, se les daba el nombre de “Hwame”.

En la cultura mojave, los ritos de paso trans cuentan con su propia tradición de entendimiento y de rituales específicos. La adolescente que deseaba realizar su tránsito social era conducida por dos mujeres a un círculo formado por toda la comunidad. Cuando la joven comenzaba a bailar a la manera tradicional de las mujeres, se le confirmaba como “alyha”, era bañada en el río y utilizaba desde entonces la ropa que deseara. Finalmente, adoptaba un nuevo nombre y nunca más volvía a responder al antiguo. Cuando una “alyha” encontraba marido, comenzaba una rutina de iniciación a la menstruación. Primero, se arañaba a sí misma entre las piernas con una rama hasta que brotaba la sangre. Después, se sometía a los ritos de pubertad propios de las muchachas. Mientras, su futuro marido empezaba a desempeñar las tareas debidas a un hombre cuya esposa menstrúa por primera vez. Posteriormente, con el fin de performar un embarazo, la “alyha” introducía trapos en su camiseta y, para cuando le hubiera tocado parir, tomaba una decocción de estreñimiento. Al cabo de uno o dos días de dolores estomacales, cavaba un agujero donde defecaba en posición de dar a luz. Las heces eran tratadas como une recién nacide fallecide y la pareja se recogía el pelo en una señal típica de luto. Es importante entender que las “alyhas” no estaban meramente imitando funciones corporales del aparato reproductor gestante sino que estaban siendo colectivamente reconocidas en su individualidad trans. Estaban, en resumen, validando socialmente su experiencia no binaria. Mediante estas expresiones colectivas, la “alyha” participaba de una cosmología que valoraba su identidad. Se trata de un pueblo cuidando la diversidad y creando un lugar para el reconocimiento dentro una tradición ritual.

El mundo y la historia están llenos de expresiones andróginas, transmaculinas, transfemeninas y un amplio etcétera de condiciones no binarias. La persona que me habló por primera vez de los ritos mojave, fantaseaba con darle el libro de Serena Nanda a su yo del pasado. Como persona autodefinida intersexual, me confesó haber padecido una adolescencia en la que era, en el mejor de los casos, tolerada, jamás aceptada. Hubiera deseado escuchar la existencia de una tradición, una ceremonia y una cultura que honrara la experiencia trans/dos-espíritus/no binaria. Para ella, y para muchas de nosotras, ha llegado la hora de marcar ritos de paso significativos en nuestras vidas que reflexionen sobre el pasado atendiendo a nuestra realidad y nuestra unicidad. Cuando una persona joven, incluso en su infancia, declare que no se reconoce en el sexo que le adjudicaron al nacer, parémonos y celebremos, asegurémonos que se siente bienvenida en su identidad sexual; enseñémosle a escuchar sus propios cuerpos, a amar y ser amada, inventemos fórmulas de participación comunitaria para acompañarla y, sobre todo, démosle una educación que reconozca que nunca ha estado sola, que otro mundo fue y sigue siendo posible. Basta con salirse de nuestro estrecho horizonte cultural.

 

Nación Mojave - Ilustración: Vane Julián

Nación Mojave – Ilustración: Vane Julián