Las familias con descendencia trans cuentan en Ávila con el apoyo de la asociación Euforia. Familias Trans-Aliadas, que impulsan desde hace tiempo nuestras dos protagonistas de hoy: Isabel Martín y Vicky Bau.

Fuente (editada): Diario de Ávila | M.M.G | 4 de julio de 2021

Nuestras protagonistas de hoy se llaman Isabel Martín (Ávila, 1975) y Vicky Bau (El Tiemblo, 1972). Pero podrían llamarse de cualquier otra manera. Tantas como personas que un día tienen descendencia y, con el paso del tiempo (poco tiempo), contemplan cómo las expectativas que tenían puestas en la experiencia dan un giro de 180 grados.

Porque Vicky e Isabel descubrieron un día que sus criaturas eran trans: la infancia cuya identidad sexual no coincide con la asignada al nacer. Y emprendieron entonces una lucha que les ha llevado ahora a dar a conocer en Ávila la asociación Euforia. Familias Trans-Aliadas, una asociación que a nivel nacional trabaja por defender los derechos de las personas trans y que ahora centra buena parte de sus energías en el anteproyecto que el Gobierno ha llevado al Consejo de Ministres y que elimina el derecho a que se reconozca la identidad de las infancias en sus documentos antes de los 14 años.

Llegan a nuestra cita luciendo en sus blusas la bandera trans: blanco, azul y rosa para dar visibilidad a una realidad quizá no del todo conocida. Y por eso luchan. Para dar a conocer la realidad de unas niñeces que, defienden a capa y espada, no tienen por qué pasar en soledad y con dolor lo que, en su día, ya pasaron las personas trans que ahora cuentan con 40, 50 o 60 años, por ejemplo.

«La identidad sexual no se basa en las características físicas, es un proceso más amplio», comienza a hablar Isabel, representante en Ávila de Euforia Familias Trans-aliadas. «Sí, los genitales no definen quienes somos. Ser hombre o mujer es algo más que unos genitales», apunta en este sentido Vicky. Ambas sientan así las bases de una realidad con muchas vertientes: social, familiar y legal, entre otras.

«Mamá, me obligan a ser niño», o «mamá, quiero volver a nacer». Son algunas de las frases que Isabel escuchó de labios de su hija con sólo cuatro años de edad. Parecía evidente que la pequeña conocía muy bien cuál era su identidad. «Ella se percibía como niña y recibía del entorno que no era así», relata en primera persona Isabel su caso. Fue a los seis años de la pequeña cuando esta le dijo que ella era una niña y que quería que todo el mundo lo supiera.

En el caso de Vicky, a su hijo al nacer se le asignó el sexo de niña. «Yo empecé a notar cosas a los cinco años. No se identificaba con lo que se entiende como género femenino», recuerda Vicky, que cuenta que su hijo hizo el tránsito en el instituto. Y fue muy natural. «Era algo muy evidente», sonríe ahora al evocar esos momentos tan intensos para todo el mundo.

Cuentan ambas que en sus casos siempre estuvieron arropadas por amistades y familiares. Incluso en sus centros educativos. Es más, en el caso de Isabel, una vez que decidieron hacer el tránsito con su hija e informaron de ello en el colegio, la Junta de Castilla y León impartió un seminario formativo para la comunidad educativa. «Y Euforia hizo también una formación con las familias», apunta Isabel.

Así que ese gran ‘salto’ al que, reconocen, en principio se tiene tanto miedo, se dio con naturalidad y sin grandes dramas.

Reconoce, eso sí, Isabel que los comienzos «desgastan emocionalmente. Hay que contarlo a todo el mundo», dice. Pero explica también que es lo que toca para poder «allanar el camino a les peques, para acompañarles».

Y es esa la palabra y todas las de su familia (acompañar, acompañamiento, compañía) las que no paran de brotar de sus labios durante nuestra conversación con ellas. Quieren dejar claro que sus criaturas no están solas. Ellas, sus familias y amistades les arropan. Pero les gustaría también que esa actitud fuera la que predominara de manera generalizada en la sociedad.

«Lo ideal es que les progenitores tengan en cuenta que sus expectativas respecto a su prole pueden ser cambiadas», nos dice Isabel para tratar de abrir mentes, como se abrieron las suyas gracias a sus peques. «Porque la persona trans es la protagonista», sigue hablando del camino que ya en su infancia comienzan a recorrer las personas trans y a las que hay que apoyar para que no sientan que están haciendo algo malo y «no carguen sus mochilas de miedos e inseguridades».

«Si enciman no les escuchas, que es lo que hacen algunas familias, les mandas el mensaje de que lo que son no está bien. Y la autoestima de esa persona, que se forma antes de los cinco años, será negativa y con inseguridades, falta de confianza», abunda Isabel en sus explicaciones.

Para ella, como para Vicky, «lo ideal sería tender a una sociedad sin estereotipos» y que se tratara por igual a todo el mundo, «sin expectativas por ser niñas o niños».

El cambio de nombre

Resulta inevitable hablar del cambio de nombre en la infancia y adolescencia. A nivel personal y social supone un gran paso en sus vidas. Y lo es también a nivel legal, aunque eso, por desgracia para las familias con descendencia trans, va por otro cauce.

«Mi hija se dio cuenta de que si jugaba con nuevas amigas y le preguntaban su nombre, socialmente causaba extrañeza», vuelve a la primera persona Isabel al hablar de este tema y de la presión social que, considera, empujó a su hija a cambiar finalmente de nombre.

Pero lo que en casa y en el colegio se hizo con relativa facilidad, no lo está siendo tanto a nivel legal. «Ahora, la ley estatal que rige respecto al cambio de nombre y de la mención del sexo es de 2007», comienza a explicar la representante de Euforia Familias Trans-Aliadas. Esa ley se limita a las personas mayores de edad con un diagnóstico psiquiátrico (algo que ya no existe) y que hayan hecho modificaciones en su cuerpo dos años antes. «Esa ley se ha quedado totalmente desfasada», quiere dejar claro Isabel, que aclara que en 2018 se publicó una instrucción de los registros notariales que facilitó a las personas menores de edad el cambio de nombre por uso habitual.

«Y es el proceso al que nos vamos acogiendo», relata nuestra interlocutora, que nos cuenta que las familias deben dar pruebas de que están usando el nombre y que en Ávila ahora eso es más fácil, desde que hace apenas sólo unos días el Consistorio aprobara la moción para que la infancia trans pueda obtener en las bibliotecas municipales el carnet con su nombre social. «Y en los coles se está haciendo de facto aunque no esté regulado. Hay que contar con la buena voluntad de la comunidad educativa», abunda en el tema y lo cierra lamentando que si bien finalmente las personas trans pueden a día de hoy cambiar su sexo en el Registro Civil, esta posibilidad estaría cerrada por la nueva ley para las personas menores de 14 años. «Y eso va en contra del Tribunal Constitucional», denuncia Isabel.

«Necesitamos que se haga una ley estatal reconociendo a las personas menores, porque ahora están desprotegidas y se vulnera su intimidad», prosiguen con sus argumentaciones nuestras protagonistas.

Les preguntamos también por los aspectos físicos y médicos del colectivo trans. «El tema médico es distinto en cada comunidad autónoma y en Castilla y León no hay normativa», denuncia Isabel, lo que considera un sinsentido.

«A nosotres, por ejemplo, nos atendieron en la Comunidad de Madrid cuando pedí ayuda con seis años y, al regresar con once años, me derivaron a la Unidad de Identidad de Género del Hospital Ramón y Cajal», plantea Vicky.

«Es que hay una tendencia a enviar a todas las personas a esa unidad, pero creemos que es segregacionista y discriminatorio», quiere dejar claro Isabel.

«Nos derivaron a psiquiatría, y eso es algo por lo que no íbamos a pasar», enfatiza Vicky sobre unas sesiones que, como describe Isabel, se convierten en un escollo para las infancias y adolescencias trans y sus familias. «Es que no hay necesidad de ello. Demandamos poder acceder a los servicios sanitarios a los que tenemos derecho sin tener que pasar por una evaluación psiquiátrica, porque esto no es una patología».

Es más, tanto Isabel como Vicky dan un paso más al explicarnos que no todas las personas trans sienten la necesidad de tratarse médicamente para modificar su cuerpo, ni con hormonas ni con operaciones. «No es que estén en un cuerpo equivocado», dice Isabel. «Les decimos que su cuerpo es suyo», explica, y asegura que «las nuevas generaciones que crecen acompañadas cada vez más reivindican ser reconocidas en su identidad sin tener que hacer modificaciones en su cuerpo».

Y no podríamos cerrar esta conversación sin hacer referencia al lenguaje. «Las familias no hablamos en masculino genérico. Hablamos de infancia trans o de peques trans. No decimos que han nacido niño y han cambiado a niña. Mi hija nació niña y le asignamos un sexo equivocado».

 

¿Qué es lo primero que le viene a la cabeza sobre Ávila?

V: Ávila es el lugar donde realice mis estudios universitarios, que me llevaron a una profesión en la cual me siento plenamente realizada.

I: Entorno de cercanía, amistad, familia, sensación de comunidad, ayuda mutua.

¿Qué es lo que más le gusta de vivir en Ávila?

V: Ávila, para mí, es un lugar de encuentro, de compartir vivencias, de aunar esfuerzos, una lucha por una causa justa, una meta.

I:  Su calidad de vida, la sensación de seguridad en las calles y dar un paseo por el rastro mirando el horizonte.

¿Y lo que menos le gusta?

V: A veces asocio la ciudad a citas médicas, hospital, urgencias…

I:  Que haya personas jóvenes y adultas que tengan que irse para hacer estudios o encontrar empleo.

Un lugar para perderse. 

V: Es difícil. Ávila es una ciudad con mucho encanto, cualquier lugar del casco histórico sería perfecto para poder evadirse, quizá El Paseo del Rastro al atardecer con la puesta de sol.

I:  El parque de la Viña.

Un recuerdo de la infancia.

V: Al pasar en el coche con mi familia por la muralla me recuerdo pegada al cristal de la ventanilla imaginando mil aventuras de otra época.

I: Cuando bajaba la cuesta, por debajo del paseo del Rastro largo, para ir a la granja a ver a mi abuelo Gregorio Sáez a pasar el día jugando.

Un personaje abulense que le haya marcado.

V: Carlos Reviejo. Me permite con sus poemas y cuentos disfrutar y deleitar a mis peques en el aula. Fue mi maestro en la EGB, un ejemplo docente a seguir y además es mi tío.

I: Santa Teresa, porque vivió en una época en que la mujer era invisible para la sociedad civil y para la Iglesia católica, y ella fue libre y se expuso llevando su mensaje para visibilizar y dar dignidad a quienes no la tenían.

El mayor cambio que necesita Ávila es…

V: Transformación industrial que genere puestos de trabajo para que la juventud abulense no tenga que dejar Ávila en busca de empleo.

I: Por un lado tener una red de comunicaciones con otras ciudades. También lugares de ocio saludable infantil, cubiertos para el invierno y gratuitos.

¿Qué tiene que mantener?

V: Supongo que es difícil que una ciudad crezca industrialmente y a la vez seguir manteniendo el encanto de ciudad accesible, cercana, hermosa.

I:  El estupendo tapeo, los comercios tradicionales y las actividades de cultura como el teatro, la magia, el circo…todo ello alrededor del casco histórico.

¿Qué le parece Ávila hoy?

V: Una ciudad que está intentando crecer en progreso y modernidad.

I:  Una ciudad muy agradable, bonita, en la que hay buena gente y en la que, desde la cercanía y el conocimiento, las diferencias son respetadas.

¿Cómo ve Ávila en el futuro?

V: Una ciudad acogedora, tolerante, atractiva para echar raíces, ocio, cultura, empleo.

I. Una ciudad muy trans-positiva, en la que siempre cada persona pueda desarrollar su personalidad de modo libre y con dignidad, sin sentir ningún tipo de presión social o rechazo, en la que no haya estereotipos de género, que se tenga acceso a la cultura y al empleo fácilmente.

¿Qué puede aportar usted a Ávila?

V: Espero contribuir a que Ávila sea una ciudad más tolerante, abierta a la realidad de la diversidad sexual, que existe y no se puede obviar. Aquellas ciudades que sacan provecho de la diversidad humana crecen en valores, cultura, conocimiento, libertad.

I: Como madre de una niña trans, soy más libre, más valiente. Gracias a ella veo más allá de las apariencias, solo me importa la esencia de las personas. Quiero visibilizar la infancia y juventud trans para extender esa libertad y esa valentía a todas las personas abulenses en la ciudad.