Periodista, escritora y referente trans después de su biografía de La Veneno, publica su primera novela
Fuente (editada): LA VANGUARDIA | Elena Castells | Barcelona
Valeria Vegas (Valencia, 1985) saltó a la fama con la serie Veneno. Ella fue la autora de las memorias de Cristina Ortiz, ¡Digo! Ni puta ni santa, en la que los Javis se basaron para la ficción televisiva.
Siete años después de ese éxito de ventas, la periodista y escritora se lanza a publicar su primera novela, La mejor actriz de reparto (Temas de hoy). “Tenía la historia en la cabeza a raíz de una breve noticia sobre los últimos años de Gracita Morales, que habían sido difíciles para ella. Leí entonces que Aisge le había puesto una asistenta para ayudarla. Eso me iluminó y me fascinó indagar en el vínculo que podían tener estos dos personajes”, cuenta la autora, que se declara fan de la obra de Terenci Moix, Maruja Torres, Espido Freire, Jackie Collins y de las biografías bien escritas.
Valeria tiene 37 años y aunque ni lo quería ni lo buscaba se ha convertido en una referente trans que lucha por la normalidad. En el 2021 fue incluida en la lista Forbes de personas influyentes por su labor como defensora de los derechos del colectivo LGTBIQA+. Actualmente es tertuliana del programa Y ahora Sonsoles en Antena 3, y los domingos está en la Ser con Macarena Berlín. También ha dirigido la serie documental sobre Nadiuska que se estrenará próximamente en Atresplayer.
“Yo no me he postulado para ser una referente trans pero tampoco lo puedes evitar. A mi me pesa porque detrás hay una responsabilidad que yo no quiero asumir. Yo tengo un montón de referentes, y me veo en el otro lado y me veo rara”. Pero sabe que si su ejemplo puede ayudar a otras personas, ahí está ella para lo que haga falta.
Ver esta publicación en Instagram
Cuenta que sus referentes han sido muy variadas, “y nunca las he clasificado en trans o cis”. Desde Pamela Anderson, Sara Montiel, Alaska, Elvira, que es una presentadora americana de programas de terror, Nadiuska, Susana Estrada, en definitiva, “mujeres que se salían un poco de la norma”. Con esos referentes Valeria se construía “un poco en plan Frankenstein”.
Recuerda que durante su infancia aprendió a hablar sin género. “En lugar de decir que estaba cansada o cansado, decía ‘qué cansancio tengo’. Supe vivir sin género. Supe ser una cosa ficticia. Pero nunca me oculté”, recuerda. Tenía unos 7 años cuando en el patio del colegio ya le decían que hacía “cosas de niñas”. “Yo ya sentía esa identidad y el mundo también me lo reafirmaba. En mi cabeza ya pensaba que me encantaría ser mujer, pero no pensaba que existía la palabra transexualidad, no sabía que eso era posible, para mi era como ciencia ficción”.
Pero en 1995, cuando tenía 10 años, estaba viendo la televisión con un compañero del colegio y apareció Bibiana Fernández. “Él me contó que Bibiana era trans y yo recuerdo que esa noche me acosté superfeliz pensando que todo lo que yo me estaba inventando sobre un yo de otra manera era posible hacerlo realidad”.
Contarlo a la familia ya fue otra historia. “No quería decepcionarles y tardé mucho en verbalizarlo, aunque ya se lo imaginaban”. A los 20 años se produjo su transición. “El día que lo dije en casa lo recuerdo como el primer día de mi vida. Si mi familia me quiere, que explote el mundo, ya me era igual. Yo siempre he asumido que no le tengo que gustar a todo el mundo; que lo importante es mi círculo y que en ese círculo me quieran”.
Ver esta publicación en Instagram
Por eso tiene claro que el único consejo que puede dar a quienes se encuentren en el punto donde estuvo ella es: “Que se preocupen por ser felices. A veces tenemos la felicidad mucho más a mano de lo que creemos, y no damos el paso por miedo. Tomar la decisión por una misma es un gustazo, poder elegir, poder ser dueña de tu propia vida, eso no tiene precio. Cuando rompes esa cadena vale todo el oro del mundo”.
En el amor es una mujer muy tradicional. Lleva 15 años al lado de su pareja, un arquitecto “con el que cada día nos decimos ‘te quiero’”. Asegura que cuando empezó con él a los 23 años no era su intención que se alargase tanto. “Pasamos el primer año y fuimos a por el segundo, y así llevamos casi 15. Cuando estás bien no te planteas cambiar. Es como cuando tienes un sofá cómodo, ¿para qué lo vas a cambiar?.»