Una gran producción de Atresmedia dirigida por Javier Ambrossi y Javier Calvo reivindica el legado de la salvaje personaje televisiva
Fuente (editada): EL PAÍS | Tom C. Avendaño | 15 FEB 2020
Hay una prostituta apoyada en una cabina de teléfono de las de antes, de las de puerta, paneles de aluminio y cristal y con teléfono azul por dentro. A pesar del frío que hace entre los árboles del parque ahora que se ha puesto el sol, todo lo que ella lleva puesto —medias de rejilla y poco más—, enseña carne, salvo las botas de tacón blancas, que hace un rato estaban en la caja zapatos de los 90 del departamento de vestuario. Aquella caja estaba entre otras dos, calzados de los 80 y calzados de los 2000, y ahora se encuentra casi vacía. Sus contenidos visten a una veintena de chicas como la nuestra, trans, noventeras e inmóviles, cada una apoyada en su árbol. Una máquina de humo espesa la niebla a lo lejos. No es desde luego una escena Disney, pero para ser una recreación de la prostitución transexual en el Parque del Oeste en los años noventa, es una imagen hasta bonita. Como sacada de un sueño.
Este tono onírico, en la Casa de Campo, tiene que conciliar dos mundos. Por un lado, el de Cristina Ortiz, la mujer transexual más conocida con el apodo que adquirió entre las prostitutas del Parque del Oeste por su carácter y su lengua viperina: La Veneno. Ese nombre lo mantuvo cuando, casi por accidente, acabó en 1996 en el plató de Esta noche cruzamos el Mississippi, un late night de Telecinco: su sordidez, de palabrotas, insultos y referencias sexuales, y su belleza exótica encajaron perfectamente en el salvaje oeste que era la recién nacida televisión privada de los noventa y le dieron unos memorables 15 minutos de fama. Ese mundo tiene que entenderse con otro aparentemente antagónico: el de Javier Ambrossi y Javier Calvo, los directores, guionistas y estrellas televisivas que han creado una marca definida entre el buenismo que mostraron en OT 2017 y la postmodernidad sentimental de los fenómenos Paquita Salas y La llamada. Veneno, que recrea la vida de Ortiz y se estrena el 29 de marzo, es su nuevo proyecto.
“Por mucho que la historia parezca distinta, yo la veía y decía: ‘Esta serie es nuestra”, promete Calvo en una pausa del rodaje. A su alrededor, las chicas comentan sus prendas entre caladas al cigarrillo. Ambrossi, a su lado, le completa la idea: “Yo me veo en el relato. El éxito, la fama, lo que te da, lo que te quita, volver a los iconos que te inspiraron, los que te dieron oportunidades”. Son temas que ya tocaba Paquita Salas, su obra más emblemática. Pero Veneno está obligada a ir más lejos. Es el proyecto del año de Atresmedia, donde confían que tenga tirón suficiente para subir las suscripciones a su nueva plataforma de pago, Atresplayer Premium. Y lo han sufragado. En el reparto hay 132 actores; 200 figurantes por episodio, en el equipo hay 150 técniques.
Hay otra cuestión en juego. Por la historia que cuenta y por quién la cuenta, Veneno es la serie más trans de España. En el reparto hay docenas de actores trans y, al otro lado de la cámara, están en casi todos los departamentos. A Cristina la interpretan tres mujeres trans: Jedet, de 27 años, la interpreta en su juventud: es la más famosa, tiene varios singles y un disco, y un libro. Daniela Santiago, de 38, interpreta “La Veneno empoderada”: sus años de gloria en televisión. Es su primer papel como actriz: antes actuó como bailarina en las mejores salas de Madrid, Barcelona e Ibiza, también hizo moda y últimamente trabajaba como maquilladora en Málaga. Isabel Torres, actriz y presentadora canaria de 49, hace de La Veneno en sus últimos años, decadente, alcoholizada.
Es la primera vez que hay tanto material dramático para tantas personas trans en televisión. “El público va a ver que el alma de una chica trans no tiene nada que ver con lo que hayan visto antes”, promete Santiago. “El que te den esta oportunidad, la de mostrar lo que tú has querido mostrar siempre y no has podido, eso va a saltar de la pantalla”. Con ellas están Ester Expósito (Élite), Desirée (GH 14) y Goya Toledo.
La perspectiva LGTBI es el corazón el proyecto. La de La Veneno, como la de Boris Izaguirre, fue de las primeras caras queer que entraron en los salones de toda España, gracias a los late nights. Su presencia, si bien no era política, y desde luego no era refinada, acostumbró a millones de personas de una realidad oculta hasta entonces. A otras personas transexuales, les mostró que había gente como ellas. “La serie habla de pioneras, y de cómo en comunidades como la nuestra, al no tener información, los relatos de personas que han venido y se han partido la cara antes que nosotres nos ayudan a encontrar nuestra identidad”, aduce Calvo
El mito de La Veneno que esta serie pretende apuntalar es tan bonito como difícil de verificar. “Pasamos un año investigando su vida, con su familia, sus amistades”, avisa Ambrossi. Pero el guion se basa en la biografía que Valeria Vegas escribió con Cristina: ¡Digo! Ni puta ni santa, lleno de las fabulaciones que ella hacía sobre sí misma. Ahí los guionistas encontraron la gracia. “Que la gente no espere la Wikipedia”, se defiende Calvo. “Es importante recordar que estamos armando un relato, inspirado en su vida, pero que es una narración. El juego entre fantasía y realidad es más interesante. Hay una escena en la que ella dice: ‘Había mil putas en el Parque del Oeste’. Y así lo rodamos, como con mil putas. Luego le dice otra: ‘Qué dices, si éramos 40’. Y lo volvemos a rodar con 40. Sus recuerdos tienen un tono de sueño. Queremos darles magia”.
«Cristina con 50 años se quedaba dormida viendo La Cenicienta. Mezclamos mucho estilos, pero al final esto es un cuento», resume Ambrossi. A lo lejos, la máquina de humo espesa la niebla.