La nueva temporada de ‘Sexo en Nueva York’ ha llegado a su fin con un personaje en el punto de mira: Che Díaz, una estrella de la comedia no binaria, pansexual y que estaba destinada a ser un antídoto contra la falta de diversidad en la serie. Pero se ha convertido en uno de los nombres que más antipatía ha generado en 2022
Fuente (editada): EL PAÍS | Guillermo Alonso | 4 FEB 2022
De todos los paradigmas que Los Simpson han reflejado de forma precisa y brillante, de todas esas imágenes hoy convertidas en gifs que explican en medio segundo nuestros sentimientos complejos y taras enquistadas, el más interesante y duradero es tal vez el que crearon en 1997 con el perro Poochie. En el capítulo El show de Rasca, Pica y Poochie, emitido originalmente el 9 de febrero de 1997, Poochie era la idea del creador de Rasca y pica (la hiperviolenta serie de dibujos animados que ven los personajes dentro de la ficción) para actualizar su serie y rejuvenecer a su audiencia. Poochie era un perro rapero que recordaba al público que debían reciclar la basura. Con gafas de sol, gorra ladeada y vaqueros, Poochie quería ser radicalmente moderno, pero solo consiguió que les espectadores lo odiasen y les productores de la serie lo matasen tras un episodio.
Poochie se convirtió así en un símbolo de lo que puede ocurrir cuando un producto audiovisual busca el camino más corto para redimirse de su propia irrelevancia y luchar contra la dictadura del tiempo y las tendencias. El nuevo Poochie, si atendemos al revuelo en redes sociales y en grandes medios que le están dedicando tribunas, se llamaría Che Díaz.
Che Díaz es uno de les personajes de And Just Like That, la nueva entrega de Sexo en Nueva York (tras seis temporadas y dos películas) cuyo estreno fue el más visto de la historia de HBO Max y que llegó ayer a su fin. De origen latino, pansexual, no binario y estrella de los monólogos (dentro de la ficción graba un especial para Netflix), se supone que el personaje de Diaz era una de las palancas para redimir a una franquicia acusada de ser demasiado blanca, rica, heteronormativa y cisgénero, al menos desde la perspectiva que da el tiempo (aunque a finales de los noventa cuatro mujeres hablando de felaciones o menstruación era enormemente moderno). Che no es la única aportación de diversidad: en la serie hay personajes afroamericanos, asiáticos e hindúes y también se revela que Rock, hije de Charlotte, empieza a dudar de su identidad sexual. Sin embargo, ha sido Che quien arrasa en redes sociales con memes que tildan de irritante su presencia y medios como Los Angeles Times, Vulture, Rolling Stone o Daily Beast han dedicado piezas a intentar analizar por qué tanta gente detesta al personaje.
En Daily Beast, Kevin Fallon escribió: “Es imposible explicar lo insufrible que es. Tildarlo de inaguantable no es una hipérbole. Decir que da grima no es una expresión lo suficientemente fuerte como para describir cómo tu cuerpo reacciona cuando aparece en pantalla, como un mecanismo de defensa física. […] Nadie querría señalar el único personaje nuevo LGTB como el peor de una serie, pero Che no nos deja otra opción”. “Es fácil despreciar a Che porque el personaje ha sido escrito como un revoltijo de rasgos que deben servir a varios propósitos de la trama”, explicaba Jackson McHenry en Vulture. “Che regala algunos de los momentos más vergonzosos de la serie”.
Hey! It’s Che Diaz! pic.twitter.com/eFfPXkMeyr
— sam greisman (@SAMGREIS) January 3, 2022
En primer lugar, el personaje parece no satisfacer a ninguna de las dos audiencias entre las que fluctúa. El público joven parece ver a una actualización de aquel Poochie que intenta tocar todos los botones de la cultura woke (que es el pasado de “despertar” en inglés, pero el Diccionario de Oxford recoge también el adjetivo como “alerta a las injusticias y discriminaciones en la sociedad”). La otra audiencia, el público que disfrutó de la serie en su día y que, por cuestión de edad, es más conservador en ciertos aspectos, encuentra al personaje antipático y condescendiente. Parte de la comunidad LGBTIQA+, para la que Che Díaz debería significar un guiño representativo, se ha manifestado en redes para quejarse de que no funciona, precisamente, como una gran representación. “Por culpa de Che Diaz nos van a quitar los derechos gays”, bromeó con regusto amargo el dramaturgo Matthew K. Begbie en su cuenta de Twitter. Otro tuit iba más allá: “Che Diaz es nuestro 11-S”. Otros acusan al equipo de guionistas de que “ni una sola persona queer funcional fue consultada cuando crearon al personaje”. Todo lo anterior a pesar de que en el equipo de guionistas de And Just Like that, compuesto en su mayoría de mujeres de diferentes razas, hay lesbianas y gais. Y, según declaró a The Hollywood Reporter el pasado diciembre la propia Ramírez (que se declaró persona no binaria en agosto de 2020), contó con el asesoramiento de GLAAD, la Alianza de Gays y Lesbianas contra la difamación, para construir a su personaje.
“Debemos pedir a les creadores honestidad. Si quieres meter un personaje no binario en tu serie, que lo escriba une guioniste no binarie”, opina Enrique Aparicio, periodista cultural, mitad del podcast ¿Puedo hablar? y que se considera de género no binario. “Será capaz de hacer un retrato mucho más fiel de la experiencia no binaria que una mesa con los mejores guionistas cis del planeta. Y si simplemente quieres meter une personaje no binarie porque queda moderno, estás usando nuestras identidades para añadir capital social a tu obra sin un verdadero conocimiento de nuestra experiencia”. “A mí me gusta la idea de que aparezca un personaje no binario en la serie, es necesario ir metiendo estas realidades en la ficción”, afirma por su parte Estíbaliz Esty Quesada, youtuber, escritora, actriz y que también se considera de género no binario. “Che Diaz deja claro desde el minuto uno que lo es. Pero después no sabe hablar de otra cosa. Se convierte en una parodia de justiciero social que repite términos woke como una inteligencia artificial escacharrada. Con Che Diaz quieren marcar todas las casillas: personas racializadas, género no binario, poliamor, activismo… y es agotador. Es un personaje que parece no tener vida ni existencia más allá de su discurso cansado de twitter. Las personas no binarias tenemos una vida igual de complicada que la de los demás. Nuestro género es una nota a pie de página, no nuestro epicentro”.
Respecto al dilema de si un personaje LGTBIQA+ tiene que ser por fuerza simpático para dar una visibilidad positiva, Aparicio argumenta que “sería genial que pudiera haber personajes no binarios villanes sin que fuera un debate, pero creo que no ha pasado el tiempo suficiente. Venimos de siglos de codificación queer negativa (¿cuántos villanos Disney son amanerados o se pintan como drag queens?) y es demasiado pronto para que un malo con pluma no sea juzgado por su pluma antes que por su comportamiento”.
Visibilidad sin clichés
“De las plataformas te llega el mensaje de estar a tope con la diversidad, pero más allá de eso nunca me han dicho ‘tu reparto es demasiado blanco’, ‘demasiado hetero’ o ‘demasiado rico”, explica Sara Antuña, guionista y productora ejecutiva que ha participado últimamente en series como El Vecino (Netflix), García (HBO) y Sin Huellas (Amazon Prime). “En algún caso sí han pedido que se cuide bien la representación correcta, sin caer en clichés, pero como creadora esa preocupación ya tiene que ser tuya previamente”. Antuña señala que lo que arquea la ceja del espectador es que “lo intentes meter todo. Por ejemplo, hay zonas de España donde la población migrante es casi exclusivamente subsahariana y no hay apenas latinos o asiáticos. Si les metes, lejos de ganar verdad estás construyendo un mosaico extraño, que les espectadores del lugar no reconocen porque no es real. Si en tu pandilla son todo señores heterosexuales, blancos y españoles, estás dejando fuera a una parte del mundo muy grande. Pero si tu pandilla tiene una negra, un latino, una discapacitada, una lesbiana, un señor trans y alguien no binario, tampoco es la pandilla de nadie, es un anuncio”.
En defensa de Che Díaz ha salido poca gente. Por ejemplo, la revista Rolling Stone, que le dedicó una columna y celebró su presencia para representar no a un colectivo, sino al reverso entero de lo que siempre fue Sexo en Nueva York: las tribulaciones de cuatro mujeres blancas, privilegiadas y heterosexuales. Sara Ramírez defendió a su personaje durante un encuentro con periodistas para promocionar la serie: “Che no busca ganarse la aprobación de nadie, representar a la comunidad LGTBIQA+ ni a un espectro de latines o hispanoparlantes. Che solo está aquí para ser elle misme”. Es esa terminación, esa e, la que hace que la recepción de la serie tome otra dimensión en España: su uso habitual del lenguaje inclusivo (que en nuestro idioma no cuenta con la relativa facilidad de los pronombres they/them en inglés y su ausencia de género al adjetivar) chirría a cierta parte de la audiencia mientras es aplaudido por la otra. Los comentarios que se podían leer en una publicación en Facebook de la revista Fotogramas sobre, precisamente, el personaje de Che Díaz, dan cuenta de cómo el lenguaje inclusivo sigue siendo objeto de burla para parte de la sociedad: “Me siento a verla, escucho lo de ‘ah, que no estás sole’ y es absurde, ridícule y estúpide”, escribía un espectador.
La cuestión de la risa
Hay otra cuestión incómoda en lo referente a Che: su personaje es una especie de leyenda de la comedia, que tiene su propio especial en Netflix y asiste a recaudaciones de fondos en el Upper East Side en los que hasta las clases más privilegiadas le rinden pleitesía. En algunos diálogos se presenta a Che como “profeta de la comedia” y se dice que, más que monólogos, hace “conciertos cómicos”. Pero cuando Che empieza sus rutinas sobre el escenario, solo el resto de personajes se ríen. Incluso Rolling Stone, en el artículo en el que pretende defender al personaje, tilda de “asombrosamente tedioso” el espectáculo que representa en el episodio 3.
Consultado sobre si hay un riesgo añadido en intentar hacer humor aleccionador y concienciado, Xavi Puig, creador y director del diario satírico El Mundo Today, explica que “si el público es mainstream y el humor alude a cosas que aún no están asentadas en el imaginario común, perderás a parte de la audiencia y fidelizarás a otra. Pero estoy a favor de asumir ese riesgo, porque el mainstream poco a poco se va contagiando de lo nuevo y así evoluciona. La ficción tiene que funcionar por sí misma, sin que eso signifique hacerla esclava del lenguaje y la temática que habla la mayoría”.
Paloma Rando, guionista y columnista de televisión en EL PAÍS, opina que “Che es un personaje aleccionador, sin conflicto y sin debilidades. Sus monólogos no buscan en primer lugar hacer reír, sino hacer reflexionar. Es una predicadora con chistes de más o menos gracia, no une humorista con intenciones, y a nadie le gusta que le sermoneen”. Rando señala otras ficciones en las que el humor concienciado de hoy enfrentado al humor corrosivo de ayer se ha reflejado de forma mucho mejor, como Hacks, también en HBO. “Que te echen un discurso siempre irrita, pero es que todas las series y las pelis llevan mensaje, otra cosa es que sea más o menos sutil”, añade Antuña. “Y a nadie parecía molestarle cuando el discurso era otro”.
Che Díaz llegó ayer a su fin (hay, al parecer, conversaciones sobre una segunda temporada) con la aparición en HBO Max del último episodio de And just like that y dejará un legado extraño: para algunas personas ha sido irritante, para otras ha hecho que millones de espectadores de más de cincuenta años se acerquen a realidades sexuales, sociales y relacionales no normativas. Michael Patrick King, creador del personaje, acaba de cerrar el debate en una entrevista con Variety echando balones fuera: según él, el recelo que levanta Che se debe, sin más, a su relación amorosa con Miranda, que la lleva a divorciarse de su marido Steve. “Es todo proyección”, concluye King. “No tiene nada que ver con Che”. En el último episodio de la temporada, emitido ayer y grabado antes de que toda esta polémica viese la luz, el personaje de Che parece redimirse y mostrarse más perspicaz de lo que pensábamos. Justo tras subirse a un escenario, advierte al público: “No os preocupéis, no os voy a soltar otro monólogo”.