La organización mundial de la Salud eliminó la transexualidad de su lista de enfermedades mentales. Hasta el momento era catalogada como un trastorno psicológico denominado “incongruencia de género”. Ahora pasará a considerarse «una falta de adecuación del cuerpo al sexo que siente la persona», un pequeño avance (porque todavía ese concepto es patologizante) en el camino hacia la despatologización gracias al trabajo incansable de activistas y organizaciones que trabajan por el respeto a los derechos de las personas trans. Mauro Cabral es uno de elles. Activista trans intersex, historiador y director de la organización Gate (Acción Global para la Igualdad Trans), en esta entrevista despeja los mitos y prejuicios en torno a la intersexualidad y la transexualidad.
Fuente (editada): LATFEM | Estefanía Santoro | junio 21, 2018
Mauro Cabral nació intersex y se identifica como hombre trans, ya que en el momento de su nacimiento fue asignado en la categoría mujer. Producto de los intentos de normalización de su cuerpo, lleva las marcas de la medicina, cicatrices, insensibilidad en algunas zonas de la piel y varias intervenciones desde su adolescencia hasta los 24 años. El motivo, hacerlo encajar dentro del binarismo sexual. Vivió en Córdoba hasta a los 40 años, terminó la carrera, se doctoró en Historia, en el transcurso encaró una militancia de base durante 10 años, y dio clases en la universidad.
Años más tarde vendría la desilusión al tener que enfrentarse a la propia institución académica donde enseñaba, rodeado de personas que defendían la idea de que toda diferencia sexual era binaria. Se cansó de invertir tiempo y energía explicando que ser trans o ser intersex no es una patología ni aquello que no se puede expresar. A los 40 se trasladó a Buenos Aires y, en 2005, comenzó a trabajar en Gate (Acción Global para la Igualdad Trans), una organización trans que trabaja en Naciones Unidas, donde actualmente se desempeña como director. Además es miembro de la organización argentina Justicia Intersex.
¿Qué es un cuerpo intersex y por qué debemos pensar la intersexualidad no solamente como aquello que atiende a la identidad sexual?
Las personas intersex nacen con cuerpos distintos a los cuerpos promedio de hombres y mujeres. Son distintos en las características sexuales, que son los rasgos corporales que se supone que definen el sexo de las personas como cromosomas, ovarios, testículos. En principio, ser una persona intersex no tiene mucho que ver con la identidad sexual, sino con el cuerpo con el que se nace. El movimiento intersex tiene una agenda que está centrada, por un lado, en que se reconozca la diversidad de cuerpos con que nacen las personas y, por otro lado, en que se desmantele todo un sistema de normalización corporal destinado a intervenir y ajustar aquellas características sexuales que parecen ser intervenibles. Desde el punto de vista del movimiento intersex las cuestiones de identidad sexual no son una prioridad y el modo de dejar de pensar de esa forma es concentrarse en una agenda de diversidad corporal que tenga la diversidad de cuerpos sexuados en el centro.
¿Cómo deberían actuar les especialistas médicos cuando se encuentran ante un nacimiento intersex?
Hay muchos cuerpos intersex distintos, hay más de 40 variaciones posibles de las características sexuales, y la mayoría no comporta ningún tipo de dificultad al momento de la asignación. Esa asociación entre cuerpos intersex y dificultades de asignación del sexo es una fantasía, a la mayoría de las personas intersex se les asigna un sexo, lo que ocurre es que el cuerpo es un poco distinto. Por ejemplo, si nace une bebé y es asignade al sexo femenino y lo que se nota es que el clítoris es un poco más largo que el convencional, no es que le bebe no tiene sexo o que no se sabe a qué sexo asignarle, se sobreentiende que es una niña y por eso se sabe que el clítoris es más largo que el promedio. Hay muchas otras situaciones en que la intersexualidad no es visible en el momento del nacimiento, sino que se hace visible en la pubertad. Por ejemplo, alguien que ha sido asignade al sexo femenino, no menstrúa y tiene otro tipo de desarrollo de las características sexuales que se hacen presentes en ese momento, por ejemplo, las mamas crecen de manera espontánea. La ficción por desmantelar es esta idea de que todo nacimiento intersex pone en jaque la asignación de sexo, eso ocurre en realidad en una minoría de casos. Una vez que se realizan los tests, con un análisis de cromosomas y una ecografía, asignan un sexo. Hay dos principios de máxima: una es respetar la integridad corporal y la otra es adoptar una posición menos dramática respecto al momento de la asignación. Cuando nace alguien que no es intersex también se pone en juego una suerte de cálculo, todas las personas que nacieron con ese cuerpo en general después se identifican como hombres o como mujeres; no es que haya una identidad sexual o un mandato legal que dice que las personas que nacen con ese cuerpo pertenecen a esa identidad. El movimiento intersex dice: hagamos visible el momento de la decisión, veamos que la medicina toma decisiones en todos los casos y relativicemos el peso de esa decisión, lo que no se puede cambiar es la experiencia de la intervención corporal.
¿Qué propone el movimiento intersex con respecto a las categorías sexuales?
El movimiento intersex no es homogéneo, hay distintas posiciones. El lugar donde yo participo defiende la eliminación del sexo como categoría legal. El sexo de las personas no debería ser inscripto en el certificado médico, ni en la partida de nacimiento, ni estar presente en los documentos, sobre todo porque es una asignación arbitraria que, en general, se basa en una característica sexual que es la más evidente, que son los genitales. Es algo que no informa sobre quién es la persona y genera un montón de problemas, basados en un momento en el que se toma una decisión que define en gran medida la vida de las personas. Esto no quiere decir no informarle a la familia, no estamos diciendo que a la familia se le diga su bebé no tiene sexo, sino decirle que, en general, las personas que nacen con un cuerpo así se identifican como niñas, y que si no se siente una niña lo dirá, tal y como pasa. Parece una cosa de sentido común, pero implica aflojar una serie de controles y de discursos de propiedad que la medicina, el derecho y las familias tienen sobre niñes, niñas y niños.
¿Qué piensas de la idea del cuerpo como un territorio de lucha?
Un periodista de la Revista MU me preguntó que por qué yo elegía tener barba, tomar hormonas y reproducir estereotipos de la masculinidad hegemónica. Yo le dije: vos también tenés barba. Me respondió: no. A mí me sale. Y le contesté: vos todos los días tenés la posibilidad de tomar hormonas para que no te salga, todo el mundo tiene la oportunidad de tomar hormonas o no, las personas trans no somos las únicas que tomamos la decisión. Hay personas para las cuales su cuerpo es un territorio de lucha y hay otras que no pensarían su cuerpo como un territorio sino como un arma, o del mismo modo se usa decir mi cuerpo primer territorio de paz, como un lugar donde esa lucha no se lleva a cabo. Mi cuerpo lo vivo como quiero. Conozco personas trans, no binarias e intersex con todo tipo de discursos acerca de su cuerpo y no es mi trabajo decirles cómo pensar; mi trabajo es tratar de lograr que consigan dinero para financiar su activismo si eso es lo que quieren, que puedan participar del proceso de despatologización de su cuerpo, de sus identidades y sus expresiones de género si les interesa y que puedan participar de otros procesos internacionales.
¿Cómo es el proceso de reasignación de identidad de una persona en los países donde todavía se exige un diagnóstico y qué pasos deben que seguir?
En nuestro país (Argentina) la ley dice que no se puede requerir diagnóstico, pero igual en algunos lugares se sigue solicitando indirectamente: se requieren una o varias entrevistas o conversar con Psiquiatría, es decir la patologización no se acaba con el diagnóstico ni con la ley. En otros países las personas tienen que hacer una serie de entrevistas para conseguir una carta o dos de terapeutas que avalen el cambio, hay países que tienen posiciones más restrictivas que otros. En comparación Argentina está muy bien, lo que no quiere decir que la ley de identidad de género se cumpla. Es cada vez más sencillo acceder al cambio de nombre y sexo, lo complicado es acceder a modificaciones corporales a pesar de que acá solo se requiere el consentimiento informado de las personas. Prácticamente en todo el mundo para poder acceder a eso tienen que tener un diagnóstico y a veces hasta compromisos de continuar: te permiten que tomes hormonas si te vas a hacer una cirugía y podés hacer esa cirugía solamente si después vas a hacer otra, algo que nuestra ley no tiene.
¿Qué situaciones deben enfrentar las personas de bajos recursos cuando quieren acceder a esas operaciones o conseguir hormonas en nuestro país?
Sigue siendo difícil acceder. Es más sencillo que antes, pero hay que tener en cuenta varias cosas. Una que somos un país pobre con un sistema de salud quebrado y eso indudablemente ha empeorado con el macrismo, entonces las listas de espera pueden ser muy largas, los servicios están sobrepasados, lo cual funciona de una manera muy perversa empujando a la gente hacia consultas privadas. Eso es un problema muy serio. Hay otro inconveniente que es la falta de seguimiento, incluyendo el de prácticas privadas respecto de los resultados, creo que el Estado argentino debería tener una vigilancia mucho más activa en la formación de profesionales. Años de prohibición pusieron a muchísima gente en la posición de demandar esa cirugía, hay un servicio público que no da abasto y hay muches prestadores en la privada con experiencia, y muches sin experiencia que hacen su entrenamiento operando a las personas trans que necesitan acceder y que por no tener experiencia cobran más barato, con lo cual quien no tiene dinero muchas veces consigue las peores cirugías en el ámbito privado. La otra cuestión muy complicada son las situaciones de violencia institucional en contextos médicos que en Argentina se venían produciendo antes de la ley y se siguen produciendo después de la ley. Resulta muy difícil que las personas trans denuncien al estamento médico que ejerce formas de violencia institucional como el maltrato en contextos médicos. El punto es dónde hacer palanca para que una comunidad como la nuestra pueda enfrentarse al sistema médico: denunciar mala praxis y maltratos en contextos médicos. Hay mucho temor a que si se denuncia a alguien se cierren servicios o se culpe a quien denuncia porque le especialista médico denunciade no opera más. Hay un terror muy bien fundado a que vayan especialistas médicos a juicio por mala praxis o incluso por seguimientos que son contrarios a la ley de identidad de género por la exigencia de un diagnóstico y que esto pueda acarrear dificultades en el acceso.
¿De qué manera la comunidad trans puede hacer frente a eso?
Yo confío en que con los años vamos a tener la capacidad comunitaria y cognitiva de armar mecanismos que nos permitan ir mucho más allá de las buenas prácticas. Las comunidades tanto trans como intersex tenemos que tener una participación directa en los comités de bioética, pero también en las comisiones de revisión de las prácticas en los hospitales públicos y en la negociación de los presupuestos, cosa que resulta muy difícil todavía. Creo que lo que ocurre con la despatologización es que asumimos que al despatologizarnos no podemos ocupar la posición de pacientes, porque es una posición que está cohibida pero asociada a un marco fuerte de derechos humanos. Ahí yo creo que a las personas trans nos falta mucho trabajo en posicionarnos como pacientes con derechos y denunciar a quienes los violen. Eso requiere una masa crítica de gente o una comunidad políticamente organizada capaz de resistir un caso donde si algunes especialistas médicos deciden no operar más, sean capaces de exigir que lo hagan otres. Son articulaciones políticas que todavía en Argentina no estamos consiguiendo, y no solo para las personas trans. La continuidad de la violencia obstétrica, por ejemplo, se mantiene sobre la misma dificultad: porque no existe un sistema comunitario de personas inspectoras. Vamos a llegar al punto de poner a una persona en cada sala de cirugía y en cada sala de parto y a lo mejor ahí se soluciona. Creo que nuestras comunidades tienen que reapropiarse de nuestros espacios: nuestros derechos están en juego, hay que meterse en el hospital y sacarse de encima esa idea de que en Psiquiatría, Endocrinología o Cirugía, nos están haciendo un favor atendiéndonos.