Autora: Natalia Aventín Ballarín | 10 ABR 2022

Abril de 2022 quedará grabado en la historia de Euforia Familias Trans Aliadas como la fecha en que después de dos años volvíamos a encontrarnos en una quedada con familias de todos los rincones del país. La última vez que nos vimos, en octubre de 2019, nos constituimos como asociación y echamos a andar sin sospechar que no podríamos repetir en tantísimo tiempo.

Organizar un evento de estas características, con más de doscientas personas, de todas las edades, de diferentes procedencias y con momentos vitales muy distintos, supone un reto. También es importante contextualizar, saber que la organización se nutre de voluntariado y que se busca que sea asequible con el fin que nadie quede fuera, para lo que también se crean plazas becadas.

Priorizamos un programa con espacio para los encuentros, los abrazos y la charla distendida, pero con espacio también para la formación y la reflexión colectiva. No debemos olvidar que nuestra visión de la familia huye de la relación tradicional para ampliarla a un entorno elegido en el que los cuidados y la comprensión nos ayuden a crecer como personas.

Los comités de bienvenida informales se encargaron de acoger a las nuevas familias que llegaban al hotel con mucha ilusión pero también con muchas incertidumbres. Rápidamente les jóvenes se incorporaron a los grupos y se crearon corrillos de charlas distendidas.

El encuentro se inició con dinámicas en familia con la intención de crear un ambiente amable en el que tener ocasión de fomentar los contactos personales, descubrir afinidades con otras personas valorando nuestras diferencias de forma asertiva, fomentar la empatía y por último verbalizar esos sentimientos y deseos que a veces no encuentran ocasión para ser compartidos. Crear el sentimiento de colectivo que se cuida frente a la violencia que muchas veces tenemos que soportar en nuestra vida cotidiana.

Les peques compartieron tiempo en actividades socioeducativas de manos de la asociación Vértice. Les jóvenes tuvieron talleres muy interesantes, de la mano de Rebeca Paz y Edel Granda abordaron la violencia digital y de la mano de Roma de las Heras hablaron de sexualidad, autoconocimiento y placer. Y para el resto hubo una mesa de ponencias que hizo repensar y reflexionar, en la que participaron Itu (Josebe Iturrioz), Darko Decimavilla, Alicia Ramos y Lucas Platero. El nivelazo de las ponencias fue extraordinario, tan importante como la complicidad que se genera en estos espacios, el afecto que se genera por haber compartido esperanzas, deseos, anhelos y luchas durante mucho tiempo. Itu nos contagió de entusiasmo, Darko nos sacó de la norma, Alicia se rió con nosotres mientras recitaba media enciclopedia y Lucas nos ayudó a revisar nuestras crianzas.

Lo que siempre despierta mayor cantidad de sentimientos en su abanico más diverso, es la mesa de jóvenes, donde comparten sus sentires, sus necesidades y también sus críticas. Tenemos una juventud extraordinaria que sobrevive en una sociedad imposible. Está bien, y es necesario, cambiar de vez en cuando los papeles que otorgan más importancia a los discursos adultos y priorizar su voz y sus vivencias.

Sabemos que deconstruirnos es un proceso doloroso que va a incomodarnos, también sabemos que es necesario. Acompañar en la vida no es tarea sencilla, para aprender hay que abordar conversaciones incómodas y salir de los espacios de confort, si queremos cambiar el mundo debemos empezar por lo más cercano, nosotres mismes.

Y aunque a veces nos ponemos trascendentales conocemos el valor sanador de la risa y del humor, para terminar el encuentro hubo sorpresa, una sorpresa querida y esperada. Nos acompañó Elsa Ruiz y nosotres la acompañamos a ella, nos regaló muchas risas y la regamos de amor. Volver a ver a Elsa con un micrófono y que nos pudiéramos reír juntes tiene un valor emocional que va más allá de lo que se puede describir con palabras.

Acabamos exhaustas, contentas, disgustadas… muchas emociones concentradas y sin dudar buscando fecha para el próximo encuentro, porque lo virtual es un sucedáneo que solo puede conformarnos cuando es imposible el contacto humano.