Entrevista a la diputada del PSOE en la Asamblea de Madrid e icónica activista trans
Fuente (editada): cuartopoder | Sara Montero | 1 de marzo de 2021
Carla Antonelli (Güímar, Tenerife, 1959) es mucho más que una diputada del PSOE en la Asamblea de Madrid. Para algunas personas ha sido un referente en la lucha por los derechos LGTBIQA+ y para otras, un icono. El amplio reconocimiento del que goza dentro y fuera de la política no le ha librado de que aún haya quien cuestione su identidad. El pasado 15 de febrero, tuvo que pedir amparo a la presidencia de la comisión de políticas sociales de la Asamblea de Madrid porque un diputado de Vox, Mariano Calabuig, se refirió a ella en masculino.
A las puertas del 8M y en plena polémica por la Ley trans, la diputada responde a las preguntas de cuartopoder.
-Es usted una mujer reconocida, respetada, está en una institución pública y tiene una trayectoria política larga. Aún así, no se ha librado de que hace un par de semanas uno de les diputades de Vox se dirigiera a usted en masculino, ¿es la punta del iceberg de lo que le ocurre a las mujeres trans?
-Respetada, menos por la ultraderecha. En la Asamblea de Madrid, con el protocolo y la cortesía parlamentaria, vemos y escuchamos estas barbaridades. Cuando nos dicen «señora presidente» es machismo, pero cuando nos dicen «señor presidente» es transfobia. Si esto pasa en la Asamblea de Madrid, ¿qué no está pasando a pie de calle?
Desde hace año y medio hay una espiral de odio, vejaciones, insultos y agresiones que se han multiplicado exponencialmente. Es desde que se inició este falso debate. No había ningún problema y, de repente, un grupo de personas crea un problema para liderarlo e, incluso, vivir de él. Si no fuese por este falso debate, muchas personas no estarían presentes. Es solo un fiel reflejo de lo que está sucediendo en la calle en mayor medida, por no hablar de las redes sociales que se han convertido en un cubículo de acoso, insultos y vejaciones. Si yo tuviese que enumerar los tuits que me insultan, que me tratan en masculino y me vejan sería innumerable. Además, pretenden reclamar el derecho a acosarte y se quejan de que les bloquee.
-El otro día, el caso de Vox saltó a los medios y creó polémica, ¿pero es un hecho puntual o es habitual ver estas manifestaciones de transfobia en la Asamblea de Madrid?
-Dos semanas antes también tuve que pedir la palabra porque otra diputada de Vox, Alicia Rubio- la que nos mandó a coser y fregar a casa-, en su intervención hizo una burla de las personas trans no binarias. Es una constante la vejación hacia el colectivo LGBTI y las personas trans. Suelen medir lo que hacen y dicen, pero al final se les va la mano y el día de autos del que hablamos exploté y pedí amparo a la presidenta. La sorpresa fue que me encontré desamparada porque no dijo nada. Cerró la comisión y punto.
-Usted dice que hay una oleada de odio desde hace año y medio, coincidiendo con la entrada de Vox en las instituciones madrileñas…
-No solamente hablamos de Vox, sino del falso debate que se ha creado en torno a la Ley trans, haciéndose pasar por el feminismo, algo que es absolutamente falaz porque el feminismo, con mayúsculas, son miles y miles de feministas que están a nuestro lado.
No es una cuestión del feminismo, son personas con nombres y apellidos que han orquestado una campaña en contra de los derechos de las personas trans, con leyes que ya están en vigor en Argentina o en Países Bajos, donde no ha sucedido nada, no se ha borrado a nadie. Es una cosa bárbara e indecente hacer caer a un colectivo de cincuenta mil personas que ya están estigmatizadas. La pregunta sería qué pensaríamos si esta campaña que llevamos desde hace año y medio hubiese ido en contra de las personas negras, las migrantes o las gitanas. Creo que estaríamos escandalizades y todes estaríamos actuando contra eso. Tras la palabra «trans», hay criaturas y adolescentes. Es lo que me duele en el alma. A mí no me van a cuestionar mi identidad, pero sí me produce daño y dolor ver cómo están dejando esas huellas en la psiquis de niñes y adolescentes. Es indecente.
-En el caso de Vox y la ultraderecha les hemos visto crecer con ese discurso elecciones tras elecciones, ¿pero qué explicación le encuentra a que ese debate se haya reproducido también en nombre del feminismo ?
-En este país nunca ha habido problemas entre el feminismo y las personas trans. En los 90 hubo aceptación plena y se nos recibió con los brazos abiertos. Hay que buscar concretamente personas con nombres y apellidos que crearon este problema de donde no existía. Hay contradicciones que retratan de una forma fidedigna que esto es inflado, inventado e interesado.
En dos años es imposible que seas diametralmente opuesta a algo que tú firmaste en 2019, como es la despatologización y la autodeterminación desde la libre voluntad, de la reforma de la Ley 3/2007 que el PSOE registró en el Congreso donde hubo una ponencia en 2019, en la Comisión de Justicia, y después se disolvieron las Cortes. El Ministerio de Igualdad, que es un ministerio de mi Gobierno y de mi presidente Pedro Sánchez, trasladó de forma literal al corazón de ese borrador, ¿cómo es posible que habiendo firmado eso y siendo portavoz de Igualdad ahora estés liderando una campaña en la que dices que eso es el borrado de las mujeres?¿Cambiaste de opinión en dos años? Lo dudo mucho. Demuestra la capacidad de crear un problema donde no existe para poderlo liderar. Es como aquella película de Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto.
-¿Se refiere a líderes y responsables del PSOE como puede ser Carmen Calvo?
-No, me estoy refiriendo a quien firmó eso: Ángeles Álvarez. No digo nada extraño. Está en el Boletín oficial de las Cortes donde se puede ver la ponencia y compararla con el borrador de la ley del Ministerio de Igualdad. Verás que el Capítulo 2, donde se refiere al cambio registral del sexo, las personas menores, la despatologización y la autodeterminación, está transcrito de forma literal. Eso está firmado por ella.
-Calvo llegó a decir que la Ley Trans ponía en riesgo la identidad de 47 millones de españoles. Ustedes son compañeras de partido, se conocen desde hace años, ¿ha tenido la oportunidad de discutirlo con ella?
-Yo ya lo dije públicamente. Desde el inmenso aprecio y estima que le tengo, creo que debe de rectificar. En eso me reafirmo. Creo que es un error. No somos un peligro para 47 millones de españoles, ni para el feminismo, ni somos causantes de ataques y acosos a otras mujeres como también ha pretendido hacer ver algún medio. Se nos señaló cuando la muñeca gallega [de Carmen Calvo]. Yo me solidaricé con mi compañera, como no podía ser de otra manera. [Nota de la edición: No fue una muñeca ahorcada como amenaza, sino una tradición al estilo de los ninots en las fallas; y no se le ahorca: va sujeta de una cuerda]
Se te hiela la sangre cuando lees un artículo que dice que esto puede ser causa del activismo trans. Es una infamia más sobre tantas infamias y oscuridad que se ha pretendido verter sobre la vida y dignidad de decenas de miles de personas de este país. Nos hemos convertido en el debate nacional, nos han puesto en el disparadero y se nos ha convertido en cuestión de Estado, lo cual te deja perpleja. Jamás pude pensar que pudiéramos llegar a la situación donde estamos, sobre todo, por la evolución de este país. A las personas trans siempre nos ha costado mucho, demasiado, adquirir cualquier derecho.
-Hemos comentado el año de regresión, pero este auge de la transfobia también ha convivido con otras circunstancias en las que el colectivo ha tenido mucha visibilidad. Cada vez se habla más en los programas informativos de la infancia y adolescencia trans y sus procesos. E incluso, este año, ha tenido un enorme éxito la serie Veneno, donde se hace una relectura del personaje de Cristina Ortiz, ¿hay esperanza?
-Por supuesto. Estás hablando con una resiliente de base. Es cierto lo que dices. La serie Veneno, de “los Javis”, es una obra magistral. Nos recuerda las cosas que no pueden volver a suceder. Retrata el desprecio social y los desarraigos familiares de las personas trans. Por muy resilientes y fuertes que seamos, llega un momento en el que la fuerza de la gravedad te aplasta contra el suelo. La gravedad del desprecio, rechazo e intolerancia. Fue lo que le pasó a Cristina Ortiz. Se cobijó en las sombras de los árboles que no cobijan nada: los barbitúricos, la bebida… Es el reflejo de los años 90, del ascenso y caída de una persona visible. La historia de los derechos de este país no se comenzó a escribir en los 90, sino que hay activistas de los 70, desde Bibiana Fernández a Amanda Lear o tantas y tantas personas que se han estado visibilizando.