Fuente (editada): CONTRANARRATIVAS | Ishmael Bishop | Julio 1, 2019
Desde su origen a finales de la década de 1960, el movimiento del orgullo ha hecho referencia a una coalición de organizaciones de base, gente de la comunidad, activistas, trabajadores/as sexuales y disidentes de género y sexuales que se unen para celebrar la diversidad dentro de la comunidad LGBTQ+. Marsha P. Johnson fue arquitecta de algunas de las primeras disputas de Pride y, debido a su resistencia ante el conservadurismo recalcitrante, la homofobia, el racismo, la transfobia y la discriminación, el movimiento del orgullo vive hasta el día de hoy.
El Orgullo original fue un motín incitado fuera del Stonewall Inn en Greenwich Village en la ciudad de Nueva York en 1969. Algunes historiadores consideran que el motín de Stonewall es la chispa del movimiento moderno de derechos LGBTQ. Otres defienden a Stonewall como un símbolo de resistencia a la discriminación social y política que enfrenta la comunidad LGBTQ efectuada por la policía.
Si bien el orgullo se proclama como muchas cosas para muchas personas, incluido el ser un pilar de la inclusión y los derechos civiles en este país, el movimiento del orgullo continúa provocando contradicciones entre aquellas personas que históricamente han permanecido al margen.
En 2015, una dramática reproducción cinematográfica de la rebelión de la ciudad de Nueva York en 1969, titulada «Stonewall» y dirigida por Roland Emmerich, fue fuertemente criticada en los medios por su deliberado blanqueamiento de la historia. Varies escritores señalaron los numerosos borramientos y silenciamientos de la película, aunado a su elenco predominantemente blanco, como fallas épicas. En particular, el protagonista Danny Winters (interpretado por Jeremy Irvine) reflejó la encarnación de esa política blanca cisexual queer, antítesis exacta de Marsha P. Johnson, a quien inmerecidamente se ha invisibilizado, siendo en la reflexión de muches quien verdaderamente arrojó el ladrillo que provocó los disturbios.
En 2017, el documental de Netflix «La muerte y vida de Marsha P. Johnson«. de David France, también trató de contar la historia de Johnson, incluida su participación en el frente del motín de Stonewall. Sin embargo, tras su debut, el documental fue criticado cuando David France fue acusado de robar y plagiar toda su investigación a la activista, cineasta y escritora Reina Gossett. En un artículo de opinión, Gossett, una travesti negra y co-directora de la película «¡Feliz cumpleaños, Marsha!», aborda con profundidad por la falta de recursos disponibles para las mujeres trans de color para crear proyectos que celebren a su comunidad.
Gossett destaca de manera extraordinaria la contradicción entre la visibilidad, una conquista histórica del movimiento del Orgullo, y la intensificación de la violencia contra las personas trans.
Ella escribe:
“Ahora es más importante que nunca que las personas trans y disidentes de género seamos les arquitectes de nuestras propias narraciones. Si bien la visibilidad trans está en su punto más alto, con personas trans representadas cada vez más en la cultura popular, la violencia contra nosotres nunca ha sido tan alta. La representatividad no basta, la representatividad que no está articulada a demandas concretas para cubrir nuestras necesidades más básicas nos deja sin recursos materiales o apoyo tangible, y este ciclo nos sujeta a un legado que incrementa la violencia y aislamiento «.
Es crucial que aprendamos y entendamos nuestra historia a través de los ojos de aquellas personas que han luchado a través de ella.
Marsha P Johnson fue una revolucionaria transexual negra, trabajadora sexual y drag queen, que a menudo fue ignorada y expulsada de la organización LGBTQ en general, debido a su identidad sexual, racialización, ser portadora de VIH + y ocupación. Durante su vida, Marsha sufrió muchos abusos tanto en su vida personal como profesional, lo cual puede vincularse directamente a su posición como mujer trans negra. Lo que es aún más desafortunado es que la muerte prematura de Johnson a los 46 años sigue aún sin resolverse, lo que ilustra cómo el movimiento LGBTQ dominante prioriza a algunes, de hecho, se define a sí mismo por la muerte de un puñado selecto, pero ciertamente no ha sido igual de empático con la muerte y la violencia de otres.
Después de los eventos en Stonewall, Marsha se unió al Frente de Liberación Gay con su amiga Sylvia Rivera. El GLF cumplió su misión de mejorar las condiciones materiales de la comunidad LGBTQ mediante la erradicación de las leyes transhomofóbicas y las ordenanzas de la ciudad. Un periódico de la década de 1970 titulado Come Out declaró: “el Frente de Liberación Gay da la bienvenida a cualquier persona gay, independientemente de su sexo, raza, edad o comportamiento social. En comparación de algunas otras organizaciones homosexuales de la época que se avergonzaban de su comunidad drag o travesti. El GLF cree que debemos aceptar a todes nuestres hermanes incondicionalmente ”. Bajo esta pancarta, Johnson y Rivera encontraron una familia y un hogar de bienvenida.
En junio de 1970, tuvo lugar la primera marcha del GLF en la ciudad de Nueva York. Estas marchas, en las que Sylvia y Marsha tuvieron una participación protagónica en la organización, se desarrollarían de manera exponencial y se convertirían en lo que en 2019 llamamos Orgullo. Ese mismo año, Johnson y Rivera formaron Street Transvestite (ahora Transgender) Action Revolutionaries (STAR), una organización comunitaria que brindaba servicios a jóvenes LGBTQ sin hogar en ciudades seleccionadas de los Estados Unidos e Inglaterra. En la década de 1980, Marsha se convirtió en una activista de la Coalición del SIDA para la Liberación del Poder (ACT UP) con quien protestó en Wall Street contra la inaccesibilidad de los nuevos medicamentos contra el VIH / SIDA.
Es importante darse cuenta de que el trabajo de Johnson trascendió la raza, la clase y el género, vinculó vivienda, salud mental y estratificación laboral de una manera que al movimiento LGBTQ más grande y más blanco parece no interesarle como parte de su lucha y su disputa política.
“Gran parte de lo que Marsha tuvo que enfrentar sigue siendo una realidad para muches de nosotres. La historia de Marsha me ha ayudado a identificar las conexiones entre el borramiento histórico de las mujeres trans racializadas del movimiento LGBT, y las formas contemporáneas de violencia transfóbica anti-negra que ocurren hoy «.
La era del del Orgullo de Marsha fue un movimiento que buscaba mitigar las lamentables condiciones que impactaron a les más vulnerables de la ciudad de Nueva York. El orgullo, en ese momento, era una oportunidad para abogar abiertamente en nombre de aquellas personas que fueron más directamente perjudicadas por el poder estatal, la policía y el entramado estructural anti LGBTQ de la sociedad estadounidense.
A principios de la década de 1990, el movimiento del orgullo comenzó a transformarse más o menos en lo que es hoy, principalmente en un evento de celebración equipado con patrocinios corporativos, conciertos, lugares para fiestas. Sin embargo, el orgullo sigue siendo un sitio fértil para exigir acción política. En 2017, el colectivo «No Justice No Pride», un colectivo de activistas con sede en Washington, DC y orientado a identificar la complicidad del movimiento LGBT con los sistemas de opresión, incluidos los departamentos de policía de DC, anunció un conjunto de demandas públicas durante el desfile del orgullo. Asunto que llevó a que pausaran el festival por más de 90 minutos.
El orgullo es un momento para celebrar cómo de lejos hemos llegado como comunidad, lejos de un lugar de crueldad y adversidad abyecta al que estábamos sometides hasta el lugar de representatividad donde estamos ahora.
Claramente, todavía hay mucho que lograr en la lucha por la igualdad y la no discriminación. Como escribe Micah Bazant, «No hay orgullo para algunes de nosotres sin la liberación de todes nosotres», esto puede ser una metáfora elocuente de la persistencia del activismo de Johnson. El trabajo de su vida me enseña que no tiene sentido enorgullecerse de las victorias superficiales que mejoran las vidas de algunas personas, mientras que muchas otras continúan sufriendo en silencio.
El orgullo no es directamente un evento para que homosexuales cisexuales y blanques disfruten y se sientan cómodes participando. Más bien, el orgullo es un renacimiento de una nueva energía y deseo político.
«No hay orgullo selectivo para algunes de nosotres sin la liberación de todes nosotres».