La bioestadista del Servicio de Epidemiología del Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas (IMIM) es investigadora principal del equipo referente en España en la evaluación de los controles para detectar cáncer de mama
Fuente (editada): LA VANGUARDIA | Abril Phillips | 24 AGO 2021
Muchas personas no tienen su vida planeada desde un principio. Se van construyendo a sí mismas en el camino. Cuando Marta Román Expósito hizo la carrera de estadística, no sabía que acabaría aplicándola a la salud. “No era mi vocación vital”, dice. Hoy es investigadora principal en el equipo referente a nivel estatal en la evaluación de las mamografías de cáncer de mama, del Servicio de Epidemiología del Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas (IMIM). Barcelona no solo fue el punto de partida de su recorrido como investigadora. “En la universidad todavía vivía mi vida socialmente como un hombre. La transición fue una vez viviendo y trabajando aquí”, explica a Magazine Lifestyle. Hoy forma parte de un colectivo muy reducido, que es el de las investigadoras trans.
En lo que a las cifras respecta, las personas trans dentro de las STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) parecen invisibles. Al solicitar al Ministerio de Igualdad datos oficiales de la presencia de este colectivo en el sector, respondieron que no disponen de ese tipo de información. Tanto la fundación británica Pride In STEM, como la asociación hermana en España, Prisma, aseguraron que no tienen conocimiento de ningún informe o estudio ni a nivel estatal ni internacional sobre la participación de personas trans en las ciencias.
“Alguna he conocido, pero somos muy pocas”, dice Marta Román Expósito, de 44 años y oriunda de Santander. En los últimos veinte años, acumuló una carrera universitaria y un máster en estadística, junto con un doctorado de esta disciplina aplicada a la salud pública. Vivió en Salamanca, Alicante, Inglaterra y, desde hace unos 17 años, en Barcelona. Participó de una docena de proyectos de investigación sobre controles de cáncer de mama. Como investigadora principal, formó parte del equipo que creó un modelo para prever a 20 años el riesgo de desarrollar la enfermedad y lidera un proyecto sobre el impacto de la COVID-19 en los indicadores de calidad de las mamografías.
“Me encanta la investigación y me estoy consolidando como investigadora principal”, dice Román Expósito, aunque aclara: “No tenía esta vocación desde un principio, pero una vez que comencé a trabajar aquí, me sentí muy cómoda y poco a poco fui creciendo como investigadora”. No fue su carrera profesional lo que la trajo a vivir y trabajar en esta ciudad. “No vine a Barcelona por la ciencia” -explica- “justo acababa de terminar la carrera, pero tenía un impulso vital muy ligado a mi proceso de percepción de mi identidad sexual y sentía que este era un sitio mucho más adecuado para intentar vivirlo y entenderlo”.
Dos tatuajes a color, uno en un brazo y otro en una pierna, sirven como recuerdo de aquel pasado en el que formaba parte de un grupo de punk hardcore. “Viví los 90’ con mucha intensidad. Me vestía con una estética underground. Éramos cool, radicales”, explica la investigadora cuando se le pregunta por los dibujos. Es difícil imaginar a esta mujer de voz calma, que habla casi como si estuviera susurrando, moviendo la cabeza frenéticamente al compás del género más agresivo del rock. No solo los tatuajes sobrevivieron a ese pasado rockero. La pasión por la música sigue formando una parte importante de su vida, aunque ahora prefiere sonidos más suaves. Tiene un proyecto personal, The Blaxound, en el que compone música soul funk, cuyo último disco se llama Trans-mission.
Su transición en el ámbito laboral fue “un proceso muy bonito del que tengo muy buenos recuerdos”. Primero lo compartió con su círculo de mayor cercanía dentro del Servicio de Epidemiología del Hospital del Mar, en el que hay unas treinta personas. “Un proceso de transición no se hace de un día para el otro. Siempre hay un momento intermedio en que hay mucha ambigüedad y vas compaginando espacios que vives como mujer y otros que te muestras como hombre. Empecé por contárselo a estas personas, que me dieron su apoyo. Íbamos buscando actividades fuera del trabajo para hacer este proceso de transición juntas”, recuerda y agrega: “También me cubrían las espaldas. Empiezas a hormonarte, a hacerte depilación láser en la cara, a cambiar físicamente. La gente se extraña un poco y te pregunta. Mis amigas estaban ahí cubriéndome las espaldas”.
“También hice este mismo proceso con mi jefe. Tuvo una empatía tremenda, a nivel de hacerse cargo y de ser consciente de que era un proceso que él, como jefe de servicio, tenía que facilitar que fuese lo más suave posible”, dice Marta Román Expósito. Ya había hecho la transición a nivel familiar y social, pero la parte laboral era la más delicada, teniendo en cuenta que forma parte de un hospital donde trabajan más de dos mil personas. “Me cogí vacaciones, mi jefe le avisó a todo el servicio, y cuando volví ya lo hice como Marta. La acogida fue muy buena. No hubo ningún problema por parte de la institución, incluso cambiaron mi correo y tarjetas de acceso antes de que yo hiciera mi cambio de nombre legal”, recuerda.
El de Marta Román Expósito es un caso excepcional. Los datos así lo confirman. Según el último estudio de la UGT, más de un 80% de las personas trans se encuentran en situación de desempleo, más del doble que el resto de personas LGTBIQA+. Además, muchas otras lo esconden por miedo a represalias tanto de sus compañeres como de la dirección de la empresa.
Marta Román Expósito es consciente de que ha llegado más lejos de lo que la sociedad tiene preparado para la mayoría de personas como ella. “Creo que sí que podría ser un referente para otras personas jóvenes. Lo pienso porque yo no los tuve”, aclara, y agrega que: “Tanto a una chica como a un chico trans le diría que luche con ganas por ser quien es y que nadie limite lo que puede llegar a ser”.
Aunque entiende que puede ser un modelo a seguir para muchas niñas trans, ella prefiere el bajo perfil. No tiene redes sociales, su proyecto musical no lleva su nombre y explica que eligió llamarse Marta porque “quería que no tuviera ningún vínculo personal conmigo o con mi familia, que fuese ajeno, que no me recordase a nadie concreto”. Marta Román Expósito, una de las pocas investigadoras trans que logró destacarse en un campo tradicionalmente reservado para hombres cis, escogió para sí misma el nombre menos extraordinario que pudo pensar. “Elegí Marta porque es un nombre muy genérico. Y porque es un nombre común”, dice.
Marta Román Expósito dice que, a sus 18 años, las únicas mujeres trans que conocía eran las actrices de las películas de Pedro Almodóvar, Bibiana Fernandez y Antonia San Juan. “Con todo el respeto que tengo hacia ellas, porque fueron unas pioneras de la época, yo ni quería ser una chica Almodóvar, ni quería ser actriz”, explica la investigadora, que lleva un maquillaje muy sutil en el rostro, enmarcado por un flequillo recto castaño claro. “No tenía referentes, y este era mi problema, porque me hacía cuestionarme si en verdad era una mujer trans”, cuenta. La llegada de internet, junto con el hecho de acercarse a colectivos trans, le fue ampliando su mapa de referentes con quienes sentirse identificada. “Me di cuenta que había otra manera de construirse como persona trans. Me ayudó mucho a entenderme y a colocar las fichas del puzle”, recuerda. El de la chica Almodóvar no fue el único estereotipo con el que se encontró. “El apoyo de mi madre y mi padre fue total desde el primer momento. Pero el estereotipo que tenían era que una mujer trans automáticamente tendría que dejar el trabajo y ser trabajadora sexual”, explica. Su hermana, cuatro años menor, jugó un papel importante en derribar esa idea: “Ella les puso los pies en la tierra. Les explicó que esto hoy en día no es así. Aunque es verdad que hay muchas personas trans que siguen viviendo mucha discriminación y marginalidad, en mi caso he transitado con ciertas herramientas familiares y sociales que han hecho que todo sea más fácil”, dice.