Fuente (editada): MILENIO | Láurel Miranda | 26.10.2020

La ola de transfeminicidios y crímenes de odio por motivos de género, identidad u orientación sexual en México es apenas la punta de un iceberg sostenido por múltiples prácticas de rechazo, discriminación y burla en contra de la población LGBTIQ+ y, particularmente, en contra de las personas trans. En un país como México en el que la esperanza de vida de este sector de la población es de apenas 35 años y en donde cada tres días se comete un asesinato por motivos de género, identidad y orientación sexual, esparcir el mensaje generalista de que las mujeres trans violan es abonar al discurso de odio en el que se cimentan este tipo de crímenes.

La semana pasada circularon en redes sociales fotografías de pintadas realizadas en los antros LGBTIQ+ La Purísima y El Marrakech, ubicados en el Centro de la ciudad. En ellas aparecen mensajes como “Los trans violan”, “Aquí violan y acosan” y, un par de días después “Aunque las borren, volveremos”. En palabras de Ángel Conto, cofundador de Desastre MX y quien tomó las fotografías, el mensaje en las pintadas utiliza una demanda legítima –la violencia contra las mujeres– para insertar un prejuicio contra un grupo poblacional que es profundamente discriminado y violentado como consecuencia del machismo y la misoginia; además, es un llamado a la hostilidad al realizarse en un lugar de encuentro que es considerado por muchas personas LGBTIQ+ un espacio seguro en Ciudad de México”.

 

 

Además de la malgenerización evidente en la frase “los trans violan”, la aseveración implica que este tipo de crímenes son inherentes a la población trans, cuando, de hecho, se trata de un sector también fuertemente golpeado por la cultura machista. De acuerdo con la organización Letra Ese, entre 2015 y 2019, al menos 441 personas LGBTIQ+ fueron asesinadas; de éstas, al menos 117 ocurrieron durante el primer año de gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador; se trata de la cifra más alta en el último lustro.

Tras la difusión de las imágenes en Twitter y Facebook, diversas organizaciones en pro de los derechos de las personas trans y no binarias (tales como el Centro de Apoyo a las Identidades Trans, El Closet LGBT, Red Feminista Inclusiva, Resistencia No Binarix), al igual que figuras de la comunidad LGBTIQ+ (Ophelia Pastrana, Siobhan Guerrero, Liz Misterio, Natalia Lane, Sofía J. Poiré y Ricardo Baruch, entre otras) condenaron los hechos. “En el segundo país con más transfeminicidios no podemos seguir ignorando o minimizando estas agresiones”, publicaron en un comunicado firmado de manera conjunta.

 

 

El mensaje en las pintadas refuerza además la idea de que las conductas criminales y patológicas son inherentes a las personas trans, un tema contra el que esta comunidad ha luchado de manera histórica. Sin embargo, en los últimos meses, en las redes sociales ha cobrado fuerza este tipo de discurso de odio, no sólo mediante pintadas o mensajes publicados por perfiles anónimos, sino incluso por figuras mundialmente mediáticas como J.K. Rowling.

Troubled Blood es el más reciente libro publicado por la británica bajo su seudónimo de Robert Galbraith; en él, un detective investiga a un asesino en serie que se viste de mujer para cometer los crímenes. La idea de que los “hombres vestidos de mujer” padecen trastornos mentales, o bien, son criminales, no es nueva: podemos citar películas como Psicosis, El silencio de los corderos o Vestida para matar, sólo por mencionar algunas; en México, pienso incluso en telenovelas como La madrastra. Se trata pues de la construcción de la persona trans como enferma.

 

 

En palabras de Saida García Casuso, vicepresidenta de la asociación española Euforia: Familias Trans-Aliadas, publicaciones como las de Rowling forman parte de “todo un clásico del imaginario que viene a reforzar la falsa idea de que las mujeres trans son, al final, solamente eso: hombres disfrazados que quieren engañar a las mujeres cis para violarlas, asesinarlas y cometer un sinfín de atrocidades, en lugar de personas que se enfrentan a una sociedad que no las espera ni las contempla, al desconocimiento de sus propias familias y, muchas veces, al rechazo y la expulsión».

Cuando leemos, pues, noticias sobre transfeminicidios o crímenes de odio por motivos de género, identidad y orientación sexual deberíamos preguntarnos qué hay detrás de este fenómeno de violencia y de qué manera somos o hemos formado parte de él: ¿aseguras que las mujeres trans son hombres?, ¿enuncias o te ríes de chistes transfóbicos?, ¿no estás de acuerdo con que las personas trans puedan entrar a los baños según el sexo con el que se identifican?, ¿cuántas personas trans conoces en tu círculo social o laboral?, ¿qué trato les das?

No podemos lavarnos las manos y pensar que los transfeminicidios son sólo responsabilidad de quienes los cometen de manera directa. En febrero de este año, por ejemplo, Alexa, una mujer trans, negra y precarizada, fue asesinada a balazos en Puerto Rico por hombres que, además, grabaron el momento en el que cometieron el crimen. «Mira la loca, el loco, el loco… vamos a entrarte a tiros», se les escucha decir en la grabación.

Sí, este transfeminicidio fue cometido por hombres, pero ocurrió poco después de que fotos de Alexa circularon en redes sociales, debido a que la policía tuvo que acudir a un McDonalds porque ella había entrado al baño de mujeres. «Algunas personas que estaban allí, en vez de asumir que era una mujer trans, denunciaron que había un hombre disfrazado de mujer en el baño de mujeres y que representaba un riesgo para las que estaban allí», dijo la abogada y activista Amárilis Pagán a la BBC. Es, pues, nuevamente la misma falsa idea de que las mujeres trans somos hombres vestidos de mujer con el fin de agredir a mujeres cis.

Las pintadas que vimos en La Puri “más allá de lo simbólico, pueden tener consecuencias graves, y no hablo sólo de que podamos recibir ataques directos (como los transfeminicidios), sino que pueden generar episodios de ansiedad, miedo, por este tipo de narrativas (discursos de odio), comenta a MILENIO le periodista trans Georgina González Álvarez. “Pienso y creo firmemente que los medios de comunicación también han jugado un papel histórico en mantener y replicar estas formas que permiten replicar y mantener prejuicios, sobre todo hacia las mujeres trans. Desde cómo se cubre hasta como se escribe y se titulan las noticias”, agrega.

Finalmente, quisiera cerrar con un contundente mensaje compartido por la concertista trans Daniela Muñoz: “Las mujeres trans violamos… Violamos la normatividad que pretende quitar libertades, violamos los principios de opresión y violencia, violamos la historia y la cambiamos para garantizar derechos, violamos las conductas exclusionistas para dejar inclusión y compañerismo».