Las artistas Linn da Quebrada y Jup do Bairro esquivan el racismo y la transfobia a ritmo de funk brasileiro junto a la productora y DJ Badsista
Fuente (editada): EL PAÍS | Raquel Elices | 23 SEP 2020
Cuando vives en un país cuyo presidente ha llegado a afirmar que preferiría que su hijo “muriera en un accidente” a que fuera gay, no duda en sacar a relucir su misoginia y colecciona comentarios racistas, ser una mujer trans negra convierte tu voz y tu cuerpo en un medio de expresión político, tanto en el espacio privado como en el público. Linn da Quebrada (São Paolo, 1990) y Jup do Bairro (São Paolo, 1993), dos mujeres que están nadando contra corriente en la industria musical brasileña, conocen este desafío y llevan años trabajando para romper ese discurso del odio.
“La sexualidad y el género son campos abiertos de nuestras personalidades / ¿Qué puede hacer un cuerpo sin juicio?”, se pregunta Jup do Bairro en su álbum debut, Corpo sem juízo (Autoeditado, 2020), en el que invita a reflexionar sobre la diversidad y los límites físicos autoimpuestos. En este trabajo, publicado el pasado mes de agosto, la artista brasileña utiliza su cuerpo, el de “una travesti gorda, bixa (gay), negra y periférica”, como ella se define, y lo coloca en el centro de una batalla social que lucha contra los cánones corporales, estéticos y de género en un país como el suyo, Brasil, en el que las minorías, y concretamente el colectivo LGTBIQ+, han tenido que alzarse de nuevo frente a las amenazas del presidente Jair Bolsonaro de recortar sus derechos.
A través de ritmos de baile funk y electrónica, Jup construye una narrativa sobre la liberación de los cuerpos y la reafirmación de su propia identidad. En Transgressão, tema que abre este EP, compara su proceso trans con una oruga en metamorfosis, delineando su viaje sobre un ritmo onírico de sintetizadores. “En la asfixia creada por mi propio cambio / Una mucosa con vacío y falsas esperanzas / En el capullo de mi propia creación / Pensando en la muerte inevitable, me preparo para morir en soledad”, canta Jup do Bairro en esta pieza compuesta cuando era solo una adolescente.
Pero en esa asfixia personal que plasma en sus canciones también existe un grito colectivo y una denuncia social. En Corpo sem juízo, el tema que da nombre al disco, la artista brasileña pone nombre propio a los cientos de personas trans y travestis que cada año son asesinadas en su país. Las cifras, con 130 asesinatos en 2019, convierten a Brasil en el país más peligroso para este colectivo. Detrás de los números, jóvenes como Theusa Passarelli, una conocida activista trans a la que mataron en Río de Janeiro, y a la que Jup do Bairro rinde homenaje, rescatando y sampleando su voz para esta canción. “Es como enfrentar la muerte y permanecer inmortal”, entona Jup en este tema.
Igual de contundentes son las letras de Linn da Quebrada: «Me vestí bien para que me aplaudieran / pero hasta ahora, solo se han reído de mí», cuenta en A Lenda. Un tema que forma parte de su primer disco, Pajubá (Vinyl, 2017), y en el que arremete contra un “elles” que parece ser reflejo del poder político, pero también de les ejecutives de la industria musical que durante años la mantuvieron en los márgenes. Porque, aunque la música brasileña sienta sus raíces en la cultura negra, las personas que se dedican a la música con mayores ingresos siguen siendo principalmente blancas y cis.
Con Pajuba, Linn ayudó a combatir esa realidad, con letras que mezclan humor gay y crítica social, consiguió que personas trans y travestis negras pudieran verse reflejadas en la música y empezaran a ser reconocidas e incluidas en la corriente artística principal.
En este álbum, Linn redescubre su identidad y lleva hasta las últimas consecuencias la idea del cuerpo como terreno político. Una filosofía que late en sus canciones y en todos sus proyectos artísticos, en los que el baile y la presencia escénica se convierten en una lucha visceral. Lo demuestra en sus conciertos, performances o en su participación en documentales como Meu corpo é político (Alice Riff, 2017) y Bixa Travesty (Kiko Goifman y Claudia Priscilla, 2018). Un film autobiográfico, este último, en el que Linn habla abiertamente del machismo al que se enfrentó tras su tránsito social y en el que esta artista brasileña proclama que fue ella quien «le rompió la costilla a Adam» para convertirse en la «nueva Eva». Un resurgir que ahora continúa en el que será su nuevo disco Trava Línguas (2020) y del que ya adelantó en sus redes A nova Eva, una pieza musical sobre la liberación de los cuerpos.
quem soul eu?
muito prazer, a nova eva.
(Lina Pereira / @badsista011) pic.twitter.com/Jr9Wypsv9P— Linn da Quebrada (@linndaquebrada) August 11, 2020
Bixa travesty mostró además la potente alianza de Linn da Quebrada y Jup do Barrio. Una bomba artística de mujeres trans, negras y periféricas dispuestas a abrir nuevos espacios y cuestionar juntas el status quo de un contexto político tan conservador como es el de Brasil.
Clave en todo ese proceso ha sido la producción en los discos de ambas de Badsista. Con tan solo 26 años, esta joven DJ y productora es responsable de impulsar nuevas narrativas en la industria musical del país y de dar cabida a artistas que permanecen fuera del circuito comercial. En 2016 fundó el colectivo Bandida, una iniciativa transfeminista que busca dar voz a otras mujeres en la escena musical de Brasil, especialmente artistas negras, queer y de clases humildes. Nuevos espacios que inspiran a otros a seguir su propio camino y a los que se suma el programa TransMissão, una suerte de celebración de la diversidad que se emite en Canal Brasil, en el que Linn y Jup charlan sobre raza, sexo, sexualidad y género con diferentes personalidades.
Y ahí, desde la resistencia, es como han convertido la lucha por su identidad personal en una revolución colectiva y política. De lo íntimo a lo público. Un atronador chispazo tangible en sus cuerpos, en el baile y en la música. Desde la samba hasta la tropicália y el baile funk, en Brasil siempre ha habido voces que han plantado cara a las actitudes represivas, y ahora Linn, Jup y Badsista continúan esta tradición para estimular el cambio social.