“Si se niega el sexo, se niega la desigualdad que se mide y se construye en base a este hecho biológico”, dice un criticado argumentario del PSOE. «No es cierto», responde la autora.
Fuente (editada): Píkara magazine | Cristina Rojo | 01/07/2020
En estos últimos días se hizo público, vía Twitter, un argumentario de cuatro páginas firmado por cuatro cargos públicos del PSOE que pretende ser explicativo de aquellas “teorías que niegan la realidad de las mujeres”. Muy lejos de aludir a esta negación, el argumentario presenta una serie de ideas abiertamente tránsfobas (sin comillas, amigues periodistas) que proponen el sexo como condición biológica innegable que determina tu condición en el mundo. Dicen: “Si se niega el sexo, se niega la desigualdad que se mide y se construye en base a este hecho biológico”. No es cierto.
Me voy a parar un momento en el título del documento en cuestión: ‘Argumentos contra las teorías que niegan la realidad de las mujeres’. Se refiere, por supuesto, a las teorías queer, que hace referencia al género como constructo social y lo desvincula del sexo asignado al nacer. Lo que esto implica no es, bajo ningún concepto, la negación de la realidad de las mujeres, sino asumir que tal realidad no existe de forma única. No existe un grupo masivo de “mujeres” todas ellas homogeneizadas, con condiciones y necesidades idénticas, ni mucho menos con cuerpos o identidades, propiamente, idénticas. Querer entender a “las mujeres” dentro de esa categoría única significa reducir las existencias a una sola, la válida, entendiendo además que la opresión que sufrimos por cuestiones de género se ve únicamente supeditada al género, que, según esta postura, es indisociable del sexo biológico, y dejando de lado que la opresión de género está estrechamente vinculada con otras opresiones: la clase, la etnia, la geografía, la racialización y la ruptura con la normatividad canónica, entre otras. Entender el sexo únicamente como un hecho biológico indiscutible implica asumir que solo pueden darse dos conjeturas sexo/género: vagina-mujer-femenina y pene-hombre-masculino y, desde un criterio estrictamente biológico, esto es una falacia (también desde un punto de vista identitario y sociológico). No solo es que la Biología también está marcada por constructos sociales, es que biológicamente existen personas intersex cuyos genitales no encajan dentro de estas categorías cerradas. Y, además, está el factor de que la identidad de las personas no está directamente relacionada con sus genitales ni, cuanto menos, con su patologización; que es lo que pretendo desarrollar aquí. No se niega el sexo biológico queriendo deslegitimar la opresión que sufren las millones de personas asignadas como mujer en su nacimiento, sino afirmando que esa opresión no se da exclusivamente por causa de sus vaginas. La identidad sexual no está relacionada con la tenencia de unos u otros genitales y la opresión que se sufre al respecto no viene dada en una única dirección. Hay mujeres intersex que son cis. Hay hombres trans que son intersex, asignados como mujeres por el sistema binario y la medicina patriarcal. Hay hombres intersex cis y hay mujeres trans intersex, asignadas como hombres por la cuestión estrictamente genital a la que me vengo refiriendo. Y hay personas no binarias intersex, como hay personas no binarias endosex. Es por esto que se niega el sexo biológico como categoría única: porque no lo es y porque deja fuera a otras realidades identitarias que no encajan en el binarismo establecido. La reducción de la condición humana a los parámetros de la cis-norma es otra forma de opresión, de categorización y de invalidación. Feministas practicando con otras compañeras aquello contra lo que llevamos años luchando.
El binarismo sexo/género se plantea por el discurso TERF (Trans-Exclusionary Radical Feminist) como la única postura válida de las corporalidades y las identidades asociadas, y se hace inaguantable. Entender que la opresión de género fluctúa en una única y excluyente dirección bajo la condición sine qua non del “tener vagina” es un disparate y, además, un ejercicio de invalidación patriarcal que responde al mismo sistema de privilegios que tanto señalamos.
Negar que existen otras opresiones, también de género, también de sexo, que se dan hacia las personas trans e intersex, negar las identidades trans, binarias y no binarias, o llevarlas a “debate” es también oprimir. Patologizarlas también es oprimir. A las mujeres trans también las matan por ser mujeres, también están sometidas a las opresiones estructurales en que nos vemos todas y, de hecho, en muchas ocasiones las sufren con el agravante de ser fetichizadas. Añado más: las mujeres trans sufren opresiones sistémicas y estructurales en tanto como mujeres y en tanto como mujeres trans (el rechazo, la marginalización, etc.). Y el ejercicio de reivindicar una opresión deslegitimando otra es producto del patriarcado. Los sujetos políticos del feminismo han de verse en plural porque las mujeres somos plurales y respondemos de distintas casuísticas que conforman nuestras múltiples identidades, y esto no es solo tarea de las teorías queer. Los feminismos decoloniales, los colectivos de trabajadoras domésticas, las trabajadoras sexuales, las migrantes, las gitanas, etc., también están peleando por su propio espacio, su propia voz, dentro del feminismo. Por eso hablamos de feminismos en plural y de mujeres en plural. El argumentario contra las “teorías que niegan la realidad de las mujeres” está negando la realidad de muchísimas mujeres que no están dentro del binarismo sexo/género ni de la normatividad impuesta. Es decir: es supremacista, es opresor y es excluyente.
Lleva unos días circulando por la red un documento corregido, emitido por un colectivo feminista autónomo cuya identidad no he sabido, que replantea punto a punto las cuestiones formuladas en el argumentario socialista. Recomiendo leerlo completo, aunque rescato dos ideas clave: «Cuestionar la adjudicación de género a los cuerpos y cuestionar los roles asignados a los géneros son dos caminos no contrarios sino complementarios para la liberación feminista»; y algo que parece ya consabido pero hay que recordarlo: «El sujeto político del feminismo son todas las personas oprimidas por el patriarcado».
Alana Portero ha escrito también acerca de estas cuestiones en un texto que ha llamado ‘Definiciones’ y que resulta no solo esclarecedor, sino apuñalante: «El paso en la dirección correcta pasa por impugnar las coordenadas clásicas, los campos semánticos y las definiciones institucionales. Sumar lo que sabemos, contaminar unas disciplinas con otras y sumergirnos tranquilamente en el desconocimiento». Y más: «Medir la legitimidad de las mujeres en base a sus experiencias o a su habilidad para definirse es una suerte de eugenesia intelectual y desde luego entronca con el supremacismo. Explicar la construcción de la mujer que soy requiere el tiempo y las dudas lógicas que se le conceden a cualquier otra».