El año pasado se enteró de que, pese a que tenía vagina y también un pequeño pene, no tenía útero ni ovarios. Sí testículos, que no habían descendido. En esta entrevista con Infobae, Gian Díaz cuenta que a muches niñes como él les operan de bebés sin consentimiento, sólo para “normalizarles”.
Fuente (editada): infobae | Gisele Sousa Días | 11 de enero de 2020
Se crió entre la ciudad y el campo, en Santiago del Estero, siempre revoloteando alrededor de su abuela. Su mamá había muerto demasiado joven, y en el campo jugaba mientras su abuela cosechaba hortalizas, criaba animales y limpiaba casas ajenas para darle de comer. Fue cuando llegó la adolescencia que empezó a notar que había características de su cuerpo que lo hacían distinto al cuerpo que la sociedad dicta que debe ser de mujer.
“Por un lado, veía que no era como las otras chicas de mi pueblo. No tenía menstruación ni dolores de ovarios, aunque siempre andaba con tampones para que nadie lo notara. También fue muy difícil cuando empezó la sexualidad. Tenía un novio, porque acá una chica tenía que tener novio sí o sí, y él me decía: ‘¿Por qué tienes el pecho plano?’, ‘¿por qué tienes la espalda tan ancha?’. También hablaba de mis genitales, porque tengo una vagina y por encima un micropene, y al momento de tener relaciones sexuales yo notaba que tenía erecciones. No sabía cómo explicarlo, no entendía, así que me cambiaba rápido o directamente evitaba tener relaciones sexuales”.
Recién el año pasado, cuando ya había cumplido 22 años, pudo ponerle nombre a esas características distintas de su cuerpo: intersexualidad. Es decir (y a modo de simplificación): las personas intersex tienen una combinación atípica de características sexuales físicas, por lo que algunos aspectos de sus cuerpos son distintos.
¿Qué son las características sexuales físicas? Las principales son los cromosomas, las gónadas (testículos y ovarios), la forma de los genitales, los órganos reproductivos y la producción o la sensibilidad a las hormonas sexuales. No todos los cuerpos intersex son iguales. En su caso, un indicador era la forma de los genitales: ese pequeño pene cerca de la vagina que a su abuela le habían dicho que era un clítoris demasiado grande. Pero el año pasado encontraron otras características de la intersexualidad: si bien tenía vagina, no tenía útero y tampoco ovarios. También tenía testículos que no habían descendido.
La intersexualidad, que representa la I de la sigla LGBTI+ (lesbianas, gays, bisexuales, trans/travestis, intersex y más), es una variación en las características corporales, no una identidad u orientación sexual, ni una expresión de género. Sin embargo, hay un dato más en su biografía que no tiene nada que ver con la intersexualidad pero sí con la identidad sexual: quien habla con Infobae para esta entrevista desde Santiago del Estero es Gian, que siempre se sintió “él” y se enteró de todo esto mientras hacía su transición a varón trans.
Las mutilaciones genitales
Cree Gian que tuvo suerte, que el hecho de vivir en el campo y de que lo llevaran poco al centro médico lo mantuvo a salvo de las llamadas “cirugías normalizantes”. Es decir, de las intervenciones quirúrgicas que se les hacen a las personas intersex cuando son bebés o en los primeros meses o años de vida, cuando no pueden consentir. Cirugías cuyo único propósito es que los genitales se vean “normales” (según el modelo binario de cómo debe ser el cuerpo de un hombre y cómo debe ser el de una mujer).
¿Qué cirugías? ¿Por qué la Organización Mundial de la Salud las considera una forma de ‘tortura y malos tratos en contextos médicos’? Quien contesta ahora es el doctor en Historia Mauro Cabral, que es un reconocido activista intersex y hombre trans. Es, también, la persona con la que Gian se comunicó cuando le informaron que, además de vagina tenía testículos y salió del médico “mudo, ciego, sordo, sin saber qué decir ni qué hacer”.
“Hablamos, sobre todo, de cirugías para cortar el clítoris cuando es demasiado largo desde un punto de vista médico (clitoridectomía). También de las vaginoplastias que se hacen cuando hay ausencia de vagina: una cirugía en la cual se construye una vagina y somenten a la persona a otras invasiones corporales para mantener ese canal abierto (dilataciones)», explica Cabral. «Se hacen en niñes y adolescentes sin consentimiento informado. Muchísimas personas hemos sido sometidas a ese tipo de intervenciones y lidiamos para siempre con las consecuencias: la insensibilidad genital y sexual en muchos casos, la esterilidad, el dolor crónico. Es decir que no son intervenciones que no pasen por el cuerpo sin dejar un desastre”.
Otra cirugía -enumera- “se llama ‘reparación de hipospadias’, que es cuando la abertura del pene no está en la punta sino cerca de la base. “No provoca ningún problema de salud y tiende a operarse solo para permitir que el nene orine de pie porque si un varón orina sentado es un atentado contra su masculinidad”.
Como una de las intervenciones más convencionales es la de disminuir el tamaño del clítoris por vía quirúrgica, el movimiento intersex suele llamar a estas modificaciones “mutilación genital intersexual”. En este sentido, trabaja para que, así como la OMS incluye la mutilación genital en personas con capacidad gestante y la considera “una violación de los derechos humanos” (200 millones de personas con capacidad gestante vivas hoy fueron víctimas de mutilaciones en los 30 países en los que aún se hacen), adopte la misma posición con la “mutilación genital intersex”.
“No importa cómo sea el cuerpo de una persona: modificarlo sin el consentimiento y sin que medie una razón médica válida es una violación a los derechos humanos de esa persona”, sostiene Cabral, que colabora con la organización “Justicia intersex”. Por este tema ya presentaron un proyecto, que aguarda en el Senado y se llama “Proyecto de Ley Nacional sobre la Protección Integral de las Características Sexuales”.
“Medicina que juega a ser Dios”
“Lo peor es la patologización, la mayoría del personal médico nos sigue tratando como personas enfermas”, sostiene Gian. Aunque tiene 23 años y su activismo recién comienza ya sabe que estas son las principales demandas de la comunidad intersex internacional.
“He hablado con personas intersex que sufren mucho porque las han operado en la infancia para crearles una vagina y han resultado ser varones. Es doloroso que parte del estamento médico juegue a ser Dios con los cuerpos de las personas. Yo ya no le veo nada de malo a haber nacido así», sigue Gian. «¿Por qué exigirnos ‘normalizarnos’ para entrar en el binarismo hombre-mujer? La mayoría de quienes voy conociendo han tenido la mala suerte de que les han operado de bebés, han querido ‘corregirles’”.
“De esta forma, la intersexualidad no es solo disciplinada sino también silenciada y hasta “desaparecida”, para que deje de constituir una amenaza para el binarismo de género”, dice el documento de INADI que habla del tema.
De evitar estas “modificaciones médicamente innecesarias y no consentidas de las características sexuales” se hablará entre el 3 y el 5 de feberero en el Foro Latinoamericano de Personas Intersex, que el año pasado se hizo en Costa Rica y este se hará en Buenos Aires.
También desde “Justicia intersex” trabajan por el acceso a la información para las personas que las tuvieron (muchas personas no tienen acceso a su historia clínica completa, y no saben bien qué se les hizo y por qué). También reclaman el derecho a la reparación (por ejemplo, a través del pedido de disculpas públicas).
Ahora que ya pudo ponerle palabras, Gian se prepara para retomar sus estudios, que dejó cuando tuvo que ponerse a trabajar para ayudar a su abuela. Porque su vida arrancó difícil: a su mamá la asesinaron de una puñalada -un femicidio- mientras cruzaba por una zona de montes para comprar pañales para él.
Volverá el año próximo al secundario en el centro de Santiago del Estero, ya sin las dudas sobre quién es y qué le pasa a su cuerpo. Ya sabe y eso se ve en el título que eligió para contar su historia en la página de Brújula Intersexual: “Yo trans, yo intersex”.