La tasa de paro en este colectivo supera el 46%, muy por encima de la media
Fuente (editada): EL PERIÓDICO DE ESPAÑA | María G. San Narciso | 9 DIC 2023
Ashley (nombre cambiado para preservar su anonimato) contó a sus progenitores que era una mujer cuando tenía 23 años, pero hasta que no le diagnosticaron un linfoma no tomó la iniciativa de ir al endocrino. «Ahí me dije no iba a seguir postergándolo», cuenta. El último día de su proceso de quimioterapia su madre, testigo de Jehová, la echó casa. Ni su padre ni su madre aceptaban su condición de mujer trans.
Cogió sus cosas y se fue a casa de una amiga que también vive en Alcalá de Henares. La dejó quedarse con ella hasta que la Comunidad de Madrid le encontró un sitio en el que vivir, aproximadamente una semana después. Fue a través del Proyecto Habitacional dirigido al colectivo LGTBI de la Fundación San Martín de Porres. Pero por problemas entre algunas usuarias y trabajadores sociales el ambiente se puso tenso. Alguna compañera traía gente de fuera a la que era su casa, lo que también la incomodaba.
Su trabajadora social en el ayuntamiento la ayudó a conseguir el Ingreso Mínimo Vital y, así, consiguió salir de allí y empezar de nuevo. A día de hoy tiene una relación totalmente normal con sus progenitores y, asegura, todo ha ido a mejor.
Fuera de casa
Según el INE, entre la población general la incidencia del sinhogarismo es de 86 personas cada 100.000 habitantes (un 0,086% de la población general). Pues la encuesta Estado LGTBI+ 2023 ha revelado que ese porcentaje aumenta entre las personas LGTBIQA+: hasta el 2,25% de ellas han tenido que dormir en la calle en algún momento de su vida.
«Aunque no sea completamente comparable, da una idea de la enorme incidencia del sinhogarismo entre esta población. El sinhogarismo aparece atravesado por factores como la educación, la renta y también la identidad LGTBI+», apuntan les autores en el trabajo. Un problema que es especialmente significativo entre las personas trans: alrededor del 50% de ellas ha tenido algún problema de sinhogarismo a lo largo de su vida. Un 33,3% tuvo que irse a vivir con amigos o parientes, a un 16,7% no le quedó más remedio que vivir en un lugar no adecuado y un 4,2% tuvo que dormir en la calle.
Problemas para trabajar
Uno de los principales problemas que tiene este colectivo es la precariedad por las dificultades para acceder al mercado laboral. Ashley asegura que eso se solucionó cuando apareció su nombre real en el DNI, pero antes todo eran problemas: el género que mostraba su documento de identidad no se correspondía con su presentación.
«En las entrevistas me iba súper bien hasta la hora de dar el DNI y tener que explicar cosas. Se notaba en la cara de quien me entrevistaba. Hasta ese momento me decían que tenía unas capacidades, unos estudios, una presencia y tal, hasta que explicaba lo otro. Entonces era como: ya te llamaremos«, asegura. Pero no llamaban.
«Estuve trabajando en una residencia como administrativa. Durante el primer mes todo fue bien, hasta que varies familiares de les residentes manifestaron que estaban un poco incómodes porque claro, en el momento en que me tocaba firmar algún documento, salía el otro nombre. Así que la Dirección General me echó argumentando que no cumplía con las funciones, pero no era eso», afirma. Tanto con les residentes, como con sus compañeras y con la dirección, que la felicitaba por sus informes, todo iba bien hasta que llegaron esas quejas.
Ahora, con su nuevo DNI, trabaja como auxiliar sociosanitaria para una empresa de la Comunidad de Madrid. Y antes pasó por otras empresas, en todas sin problemas.
Tasa de paro alta
El Estudio exploratorio sobre la insercción laboral de las personas trans estimó que entre las personas trans la tasa de paro se sitúa en el 46,5 % (41,5 % entre mujeres trans, 48,7 % entre hombres trans y 69,2 % entre personas no binarias), muy superior a la de la media de la población española.
«Aunque la formación se muestra como un factor clave para la entrada en el mercado laboral, no es garantía de acceso al mismo, como muestra el elevado porcentaje de personas trans con estudios de posgrado y sin empleo. La preparación tampoco garantiza la obtención de un puesto de trabajo de calidad, acorde al grado de formación o a las capacidades. Un importante porcentaje de la población, incluyendo personas con estudios universitarios y de posgrado sufren, objetivamente, precariedad, eventualidad e inestabilidad en el empleo», aseguraban les autores.
Acentuaban que la discriminación en el acceso al empleo continúa siendo realidad para muchas personas trans, sobre todo entre las mujeres, «que son prácticamente dos de cada tres personas que han sido discriminadas por su identidad sexual en una entrevista de trabajo, lo que muestra su doble discriminación como mujeres y como personas trans«.
«Sin embargo, un resultado llamativo de este estudio es una baja percepción de discriminación en sus puestos de trabajo. Nuestra hipótesis es que, en un contexto transfóbico, la entrada al mercado laboral se percibe como una superación de las barreras que suponen dicha transfobia. Esta situación ambivalente no ayuda a visibilizar la necesidad real de que las empresas cuenten con planes de igualdad y diversidad, dado que sólo una minoría de personas trans emite algún comentario negativo hacia la empresa donde trabaja», proseguían. Por eso, los programas de inserción laboral y el ingreso mínimo vital continúan siendo indispensables para un colectivo que, aun hoy en día, continúa viéndose discriminado incluso entre los entornos que más deberían apoyarles.