Fuente (editada): yahoo! noticias | Gaspar Ruiz-Canela | 4 de septiembre de 2020
Debido a una anticuada normativa educativa, en las aulas de Tailandia muchas personas trans son obligadas a llevar un uniforme que no se ajusta a su identidad sexual, pero ahora, gracias al activismo, el alumnado trans está ganando la batalla para elegir el suyo, al menos en las universidades.
Siwakorn «Buzzy» Thatsanasorn siempre ha tenido conciencia de ser una mujer y su familia la ha aceptado como tal sin reservas, pero en el colegio fue obligada a llevar uniforme y corte de pelo masculinos.
Esta humillación se repitió cuando se matriculó hace dos años en la prestigiosa Universidad de Thammasat, en Bangkok, y tuvo que fotografiarse con el uniforme de hombre y el pelo recogido.
«No lo cuestioné, decidí respetar las reglas», señala lacónicamente a Efe esta tailandesa de 20 años en el campus de Rangsit de la citada universidad, a las afueras de la capital.
Libertad de elección en las universidades
Siwakorn explica que la mayoría del alumnado no viste el uniforme de falda o pantalón negros y camisa blanca en las aulas de Thammasat, una de las universidades más liberales del país, porque no es obligatorio llevarlo en días normales, aunque sí lo es durante los exámenes y el día de la graduación.
Esto ha dejado de ser un problema desde que el pasado 8 de junio la universidad decidiera permitir al alumnado elegir libremente sus uniformes, una iniciativa que ya había tomado la Universidad de Chulalongkorn el año pasado y la de Bangkok en 2015.
«Les estudiantes pueden llevar los uniformes de acuerdo con su identidad sexual a los exámenes, a las clases y a la graduación», explica Siwakorn, que lleva un vestido y sombrero amarillos ya que no le gusta llevar el uniforme blanco y negro, aunque sea el femenino.
No obstante, la universitaria se muestra aliviada de poder llevar en las ocasiones señaladas el uniforme femenino, con falda en lugar de pantalón, como en los exámenes o la ceremonia de graduación.
«Muchas personas trans no iban a su graduación para no tener que llevar el uniforme», señala la tailandesa, que en la actualidad cursa su segundo año de la carrera de Bellas Artes.
Sin embargo, Siwakorn precisa que las personas trans aún no pueden elegir el uniforme acorde con su identidad sexual en los colegios tailandeses de Primaria y Secundaria, lo que genera estrés y daños morales a les menores de este colectivo.
Activismo político
Las personas LGTBIQA+ (lesbianas, gais, transexuales, bisexuales, intersex, queer, asexuales y otras) gozan de cierta aceptación en Tailandia, donde desempeñan trabajos de cara al público en tiendas o incluso en sucursales bancarias, una tolerancia debida en parte a la religión budista, sin dogmas que condenen a las personas no cisheterosexuales, aunque las personas trans no pueden ordenarse como monjes.
Sin embargo, las personas trans no pueden cambiar su nombre y sexo en los documentos de identidad y tampoco casarse, mientras que a veces sufren discriminación en algunos lugares de trabajo al ser relacionadas con estereotipos como los espectáculos de vedettes, la pornografía o el trabajo sexual.
Siwakorn opina que la lucha por los derechos del colectivo LGTBIQA+ está estrechamente vinculada a las protestas estudiantiles que desde el pasado julio piden reformas prodemocráticas y la reducción del poder del estamento militar y de la monarquía.
La estudiante, que ha participado en algunas protestas, cree que los derechos del colectivo se encuadran dentro de las demandas estudiantiles para acabar con las desigualdades y a favor de los derechos de las minorías.
«Podemos decir que las personas LGTBIQA+ en Tailandia son consideradas como ciudadanas de segunda clase, como se ve en la aprobación de la ley de las uniones civiles», asegura al criticar que la legislación otorgue a las parejas homosexuales menos derechos que a los matrimonios heterosexuales.
Un ejemplo prominente de activismo trans y político es el de la mujer trans Saran Chuichai, quien inició una campaña en 2013 contra la discriminación de los uniformes en Thammasat.
Al año siguiente se exilió a Francia para escapar del gobierno militar, que ese año dio un golpe de Estado en Tailandia, y del riesgo de ser encarcelada en una prisión de hombres por el delito de lesa majestad, que castiga con hasta 15 años de cárcel las críticas a la familia real.
Informe de la ONU
El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) afirma que el principal problema de las personas trans en Tailandia es la imposibilidad de reflejar su identidad sexual en los documentos de identidad, lo que limita su acceso a servicios y les hace vulnerables a la discriminación.
La libertad para elegir uniforme en los colegios y universidades también es un tema prioritario para la agencia de la ONU.
«El alumnado que quiere llevar uniformes que coincidan con su identidad sexual no están siendo caprichoso, ya que la incapacidad de expresar el sentimiento interno que tienen de sí mismes puede provocar un profundo tormento psicológico», señaló el PNUD en un informe en 2018.