Entrevista a Pol Galofre, activista por los derechos de las personas trans
Fuente (editada): LA VANGUARDIA | Xavi Ayén | 11/10/2020
El sonidista Pol Galofre (Barcelona, 1987) espera una criatura dentro de dos meses. Activista por los derechos de las personas trans, decidió, con su pareja (la escritora Bel Olid), vivir el embarazo y el parto desde su identidad sexual masculina.
-¿Cuál es su historia?
-He crecido leído como mujer marimacho, era un muchachote de peque y adolescente. Al entrar en la universidad descubrí que existían los chicos trans. Antes solo conocía a Bibi Andersen, La Veneno, Carmen de Mairena… un imaginario que me era ajeno. Di el paso de llamarme y vivir en masculino. En la escuela y el pueblo me habían insultado por cosas que me reprobaban y que, al convertirme en hombre, dejaban de ser malas, formaban parte de la masculinidad. El mundo me fue reconociendo en masculino, sobre todo a partir de dejarme barba. Pero eso me hacía ser alguien que yo no quería: agresivo, dominador… Eran cosas que reivindicaba cuando era leído como mujer, como rechazo a lo que se me imponía. Pero ahora, cuando se esperaba de mí esta agresividad, me salía justo lo contrario: feminizarme. Este viaje me ha hecho reflexionar sobre la masculinidad.
-¿Y?
-El feminismo hace años que desmonta los mandatos de la feminidad, mostrando que hay muchas maneras de ser mujer, que no hay que reproducir estereotipos. Nadie le llama a eso ‘nuevas feminidades’. En cambio, muchos hombres dicen ‘hagamos una nueva masculinidad’ y, para mí, eso es el intento de cambiarla un poquito sin reformarla del todo. La masculinidad implica ocupar un espacio de privilegio y eso es lo que hay que combatir.
-¿Lo ha experimentado en carne propia?
-Sí. Ahora no bebo porque estoy embarazado, pero hace dos años volví muy borracho a casa, haciendo eses por el Raval, y sabía que ya no había que tener miedo. Hay otras cosas: la atención que te dan. Si voy a comprar pintura con mi compañera de piso, ella habla con el vendedor y él me contesta a mí. O si se estropea el coche, se dirigen a mí en vez de a la conductora… el hombre es la autoridad, las personas no hombres ocupan un espacio secundario. Eso es problemático.
-¿No cree, entonces, que hay nuevas masculinidades?
-Lo que no me gusta es el nombre, porque es un mero retoque. Es como los hombres que se ocupan de los cuidados, pero solo de los agradables: jugar con las criaturas, irlas a buscar al cole, las actividades que generan oxitocina, bienestar, pero en cambio nunca limpian el lavabo. De la masculinidad y sus mandatos nos tenemos que deshacer, los tenemos que destrozar, como los de la feminidad. Y quien lo tiene que hacer son los hombres. Es como la ropa: ¿por qué no hay hombres que se pintan los ojos o van con faldas? Hay muchas más maneras de ser mujer que maneras de ser hombre. Angela Merkel, por ejemplo, es una mujer súper masculina pero nadie duda de que sea una mujer, la situación inversa no existe.
-Hablamos de hombres que muestran más las emociones, que se tocan, que no reaccionan con violencia…
-…que cuidan a las demás personas, que expresan lo que sienten, que tocan a sus amigos… es simplemente ser persona. Los hombres tienen que ser proactivos, actuar cuando alguien es agresivo con una chica por la calle, por ejemplo, cuando oyen que alguien evalúa el físico de una chica en público. O cortar los comentarios despectivos con las mujeres.
-Usted no es el primer hombre embarazado pero sí el que ha dado el paso mayor de visibilidad.
-En el estado español sí. Thomas Beatie, en Estados Unidos, fue un caso sonado. No se explica mucho pero hay ejemplos en otros países que ahora empiezan a salir. Desmontamos el mito de que, si eres trans, tienes que ser estéril.
-Eso se veía hasta ahora como la culminación de «la transición».
-Y ha sido ley en muchos lugares, como Suecia o Gran Bretaña, donde para cambiar la mención de sexo en la documentación oficial tenías que ser estéril. Aquí te obligan a dos años de modificaciones corporales a nivel médico, y según qué nivel de hormonas tomas es muy posible que quedes estéril. Yo, a los dos meses de dejar de hormonarme, ya volvía a ovular porque siempre he tomado una dosis menor a la de los protocolos médicos, siempre he sabido que quería quedarme embarazado. Una vez te hormonas, a los pocos meses, en el estado español, te recomiendan una histerectomía, es decir, vaciar los ovarios y el útero, lo hacen muchos porque es lo que te dice el estamento médico y no lo cuestionas mucho, y además hace que los cambios corporales vayan más rápido. A mí me preocupa porque no quiero depender de una farmacia toda la vida y las hormonas son necesarias.
-¿Qué le dicen en su centro médico?
-En Catalunya tenemos mucha suerte porque existe Transit, un servicio de salud dirigido a personas trans que tiene una visión no patologizante y es amable con las personas. Lo lleva Rosa Almirall, mi ginecóloga. Incluso tuve un susto de contracciones, fui a urgencias de Can Ruti y todo el mundo fue súper amable y cuidadose.
-¿Usted no tiene la mención de sexo cambiada?
-No, no me gusta la ley que tenemos. Si la cambiara podría haber tenido problemas a nivel burocrático. En mi caso, si me puedo cambiar el nombre, es más que suficiente.
-Vive en una burbuja de gente próxima y que le quiere, pero un día tendrá que salir de ella.
-Cuando la criatura vaya a la escuela, sí, pienso en ello pero no me obsesiono. La criaremos sin imponerle ningún género y eso será una batalla. Es muy difícil, tendremos que hacer mucha pedagogía, pero estamos muy dispuestes a ello.
-¿Nos recomienda a algún ensayista sobre masculinidad?
-El sociólogo Jokin Azpiazu, autor de ‘Masculinidades y feminismo’, que ha entrevistado y estudiado a chicos que ocupan otros espacios de masculinidad. El ideal sería que todo el mundo pudiera jugar y que unos cuerpos no te determinaran tanto.
-¿Qué le diría a la gente beligerante con todos estos cambios?
-Es la parte quizá subconsciente de no querer desocupar un espacio de privilegio. Como personas blancas nos pasa cuando una persona racializada nos dice que somos racistas, la primera reacción es negarlo. No hay que fustigarnos, pero sí nos tenemos que plantear la cuestión. Eso va más allá de la ideología, es un tema básicamente humano. Algunas personas me niegan la condición de hombre porque estoy embarazado. Pero yo no digo que los hombres se tengan que quedar embarazados o que dejemos de decir que las mujeres se embarazan. Solo digo que tiene que ser posible en nuestro imaginario que alguien como yo esté embarazado. No hago daño a nadie, ¿verdad? ¿A quién le afecta que yo espere una criatura? ¿Por qué no puedo intentar ser feliz a mi manera?