Yun Ping nació en China y creció en Euskadi. En su proyecto “Volver a casa”, documenta su proceso de transición de género.
Fuente (editada): EL SALTO | Elena García | 25 ENE 2024
Fotógrafo, artista visual y performer, Yun Ping nació en China donde le adoptaron cuando tenía dos años. Crecido en Euskadi, se mudó a Madrid hace unos años y allí encontró a la comunidad asiático-descendiente que dice que está todavía “muy silenciada”.
Autor del proyecto 回家 (huí jiā), “Volver a casa”, documenta a través de la fotografía su proceso de transición como hombre racializado.
¿Recuerdas la sociedad vasca de principios de siglo como una sociedad racista?
Sí, muchísimo. En la niñez no eres tan consciente, pero sí.
Eres adoptado, ¿qué ha supuesto este hecho en tu vida?
Bueno, al final la adopción tal y como está concebida en España conlleva un borrado de identidad: “Voy a otro país, adopto y este bebé es mi hijo”. Digamos que es evidente que eres diferente.
¿Qué estudiaste?
Estudié fotografía y me entiendo como fotógrafo y artista visual. La fotografía me gusta entenderla más como un medio que como un fin, como un proceso. También tengo el enfoque performático, muy desde el cuerpo.
Buena parte de tu arte se basa en tu experiencia personal y en tu tránsito hacia la masculinidad, ¿qué es lo que quieres contar con ello?
Mis procesos artísticos están íntimamente ligados a mis procesos personales, trabajo desde mis propios procesos y procuro plasmarlos en imágenes. Tengo una expo en la que llevo trabajando seis años y en la que documento todos esos procesos que he vivido de transición de género y mi búsqueda identitaria como persona china. Me inspiro en lo que vivo y trato de reflejarlo.
El proyecto se titula 回家 (huí jiā). 回 (huí) significa tiempo, dar la vuelta, circulo, responder, volver y 家(jiā) significa familia y/o casa. Se traduce como “volver a casa”, el título juega con toda esa polisemia.
¿Es complicado hablar de ti mismo en tus procesos creativos, te lleva más allá de lo que le lleva a alguien que se centra en otras personas?
Como están tan relacionados, creo que el uno retroalimenta al otro. Para mí es muy fuerte ver el proyecto porque de alguna manera ese proyecto me ha hecho a mí a la vez que yo le he hecho a él, nos hemos hecho mutuamente y creo que la fotografía me permite ahondar mucho más en todo esto. No existe el uno sin el otro, es todo uno.
Entiendo que el proyecto no está acabado…
No, no.
¿Cuál es la diferencia entre la persona que lo empezó y la persona que lo lleva actualmente a cabo?
Cuando veo esas fotografías, me miro y digo: “Uy, no sabes lo que te viene encima”. Veo ya en ellas una búsqueda, una forma de acercamiento hacia algo. En esa persona veo un poco de inocencia, siento que tenía los ojos muy tapados en ese momento. La persona que sigue elaborando hoy en día el proyecto es muy diferente, a la vez que es la misma persona. Siento que me he convertido en la persona que siempre he sido, pero ya de una forma material. Ahora me siento más yo, más en mí, más honesto. En un principio me sentía más impostor.
¿Por qué caminos esperas que te lleve este proceso artístico?
Espero que me lleve lejos, siento que es un proceso necesario, a la gente también le interesa saber cómo se vive desde dentro algo así. Hasta ahora he expuesto en Madrid y en Barcelona, pero me encantaría que el proyecto se moviese por el mundo y poder lanzar mi mensaje.
¿Cómo recibe la gente la exposición?
La verdad es que he recibido una muy buena acogida y mucho amor. Depende también del público, tengo público LGBTIQA+ o queer, gente de la diáspora china y gente del mundo artístico, así que depende también de quien lo vea, pero en general ha tenido muy buena acogida.
Se juntan en tu cuerpo varias opresiones, eres una persona de la diáspora chino-descendiente, una persona trans y una persona adoptada. ¿Cómo han convivido todas estas opresiones en tu vida?
Aunque la intersección lo que tiene es que al final es todo uno, para mí el eje principal es la racialización. Habiendo vivido como mujer china y ahora como hombre chino, me parece importante recalcar lo de chino porque no soy una persona blanca y los ejes en los que me he movido siempre han sido esos. Antes de ser visto como hombre o como mujer, he sido visto como una persona china. En la posición de hombre se te respeta más, pero como está el eje de la racialización es diferente. Las personas racializadas cuando transicionamos nos enfrentamos con nuevas formas de racismo, no es que de repente nos beneficiemos de esa posición de poder de la masculinidad como se entiende desde la blanquitud. Mi experiencia está permeada por todas estas opresiones.
¿Cómo son percibidas las personas chinas en la sociedad española, cuál es el discurso sobre ellas?
Hacia las personas asiáticas en España siempre he sentido una ridiculización y una infantilización de nuestros cuerpos. España es tan racista que si eres asiático sólo puedes ser chino.
Desde mi experiencia, siento que no te toman en serio. Por otra parte, también está el mito de las minorías modélicas, que están más “integradas” en la sociedad desde esa presión de tener que ser el mejor estudiante, ser bueno en mates, tocar el piano… Se nos entiende como que estamos más cerca de la blanquitud, pero siempre desde la exigencia.
¿En tu proceso de transición has sentido que es real la posición de poder de la masculinidad?
Por supuestísimo, decir que no sería invalidar todo lo que he vivido. El privilegio es muy evidente en todo. De cierta forma, la sociedad cambia la forma de percibirte y te trata diferente. Ahora puedo ocupar unos espacios que antes no.
Me gusta también hablar del proyecto en este sentido, porque contiene muchos desnudos y explora la sexualidad. Cuando empecé a retratarme tenía 17 años y se me sexualizaba como un cuerpo asiático femenino. La gente me decía: “¿Cómo haces esto?”, “Está muy mal”, “Tienes que taparte”, etc. Ahora, sin embargo, siento que tengo el espacio, que el hecho de mostrar mi cuerpo ya no es algo negativo. Siento esa libertad que antes no tenía. Me gusta entenderlo como la sexualización de la mujer asiática frente a la desexualización del hombre asiático. Desde una mirada blanca, en mi adolescencia se me sexualizaba mucho y desde este lugar en el que estoy ahora es todo lo contrario. Siento que puedo hacer todo y más y que no se me perciba como una persona sexual.
Ahora que mencionas los desnudos, ¿has tenido rechazo hacia esa forma de tratar el proyecto? ¿Qué buscas con los desnudos, qué quieres comunicar?
No he recibido ninguna queja respecto a que sea un trabajo con desnudos. Cuando empecé con el autorretrato, era leído de otra forma. Ahora digamos que se entiende y que el proyecto también lo pide. Siento que, de cierta forma, me facilita la comunicación de lo que estoy viviendo. Mi propio cuerpo ya lo muestra sólo con los cambios hormonales. Siento que es un trabajo desde el cuerpo y siento que tiene que ser así. Este verano expuse en un sitio y me tuvieron que censurar un par de fotos porque se veía un dildo. Esto es algo que espero que no pase muchas más veces.
¿Los dildos son una manifestación de tu masculinidad?
El dildo, como las hormonas, el maquillaje u otras cosas que aparecen en el proyecto son herramientas que me permiten conectar con mi cuerpo.
También quería preguntarte sobre el privilegio que otorga tener una madre y un padre blanques.
Por supuesto, sólo por el hecho de ser adoptado y venir a España con unos papeles te da un privilegio con respecto a una persona con progenitores migrantes. En mi caso, mi madre y mi padre no han sido personas con mucha consciencia del racismo, pero, aún sí, son también un poco esa protección frente al sistema racista español.
¿Cómo vivías de pequeño las interacciones con la comunidad china? ¿Te resultaban extrañas, incómodas, curiosas, atrayentes? ¿Qué eran para ti las personas chinas?
Como toda persona racializada que ha crecido en España, de pequeño rechazas esa parte de ti, no quieres que se relacione contigo. Mi relación más cercana con otras personas chinas era con el grupo de madres y padres que adoptaron ese mismo año, con el que se hacen quedadas una vez al año con el resto de niñas.
En mi pueblo o no había personas chinas o las personas que había eran personas que o trabajaban en un restaurante o en la alimentación, en un bazar, a los que yo me sentía bastante ajeno por mi propia experiencia. Yo crecí aquí y tenía ese sentimiento de “soy de aquí”. Mis interacciones digamos que eran escasas por una parte e incómodas por otra.
¿Y con el grupo de chicas chinas que fueron adoptadas el mismo año que tú?
Sí que es cierto que, a pesar de no tener una relación muy cercana con todas, con personas adoptadas sí que sientes esa igualdad. Pero, bueno, en esa edad ya te digo que siento que rechazaba quién era yo y cuáles eran mis raíces.
¿Cómo empieza tu acercamiento a la comunidad asiático-descendiente y a dónde te está llevando?
Diría que empieza con 18 años o así, cuando empiezo a nombrar todo lo que he vivido, todas esas experiencias racistas, y cuando se da esa necesidad de juntarme con personas racializadas. Allí en El País Vasco es complicado, así que mi primer acercamiento fue con un grupo antirracista. Después me mudé a Madrid y pregunté si existía algún colectivo antirracista de personas asiáticas y ahí ya conocí a más gente, personas que son hoy en día amigues, como Julio, Chenta o Sara.
¿Qué supuso para ti ese encuentro con tu comunidad?
Fue muy especial cuando yo me topé con todo esto. De ese colectivo al final nunca salió nada, fue más bien un encuentro hacia dentro, pero casualmente muchas de las personas hemos acabado en espacios similares o trabajando juntas. Ha sido algo que hemos ido construyendo con los años y creo que todes les que estábamos ahí lo necesitábamos. Ahora mismo puede que lo retomemos más desde un planteamiento artístico, porque muchas de las personas hemos acabado dedicándonos al arte.
¿Tiene que ver también el que pudieras encontrar a más gente similar a ti con el hecho de venir a vivir a Madrid?
Por supuesto. En mi pueblo siento que no existían espacios así y siento que tampoco era el lugar para desarrollarlos. No es Madrid en concreto, sino el hecho de que sea una ciudad.
¿En qué proceso se encuentra la comunidad asiático-descendiente?
Durante mucho tiempo tuve la sensación de que no había lugares en los que poder manifestar todo el racismo que hemos vivido aquí, en España. Por otra parte, también es cierto que tenemos otras formas de enunciarlo. En estos últimos años está empezando a haber una comunidad mucho más unida o que estamos haciendo más por unirnos, sobre todo en Madrid y Barcelona. En Barcelona está Catarsia y en Madrid un grupo que se llama Red diáspora china. En el resto de ciudades no existe una organización como tal. Es todo muy reciente y diría que dentro de los espacios antirracistas no nos sentimos del todo incluidos. Siento que la realidad de la comunidad asiática está todavía muy silenciada.
¿Por qué dirías tú que se produce ese silenciamiento?
Es una mezcla de todo. Dentro de los espacios o movimientos antirracistas no se concede ese espacio y, por otra parte, hasta estos últimos años no ha existido una agrupación muy grande. Ahora mismo entre las comunidades de la diáspora está empezando a haber mucha más unión.
Una de las cosas que nos ha unido en los últimos tiempos es la oposición al programa que pusieron en Telecinco “Cuentos chinos”, un programa tremendamente racista, basado en orientalismos y estereotipos absurdos que giran en torno a la burla, reproduciendo imágenes que no tienen sentido.
¿Sabes chino?
Aún no, quiero hacerlo, me encantaría
¿Has estado en China siendo adulto?
Tampoco, pero sí me gustaría. Siento que mis propios procesos me van a acabar llevando ahí.
Entre la comunidad asiática más mayor, ¿cómo crees que son percibidos los procesos de disidencia sexual, crees que son conocidos y reconocidos?
Creo que se vive al margen de ellos porque en la generación que ha migrado no creo que se dé esa integración, que se les entienda como parte de la sociedad española. Yo personalmente no he conocido a ninguna persona migrada, pero intuyo que se vive más desde el silencio. El silencio está muy presente en las experiencias en la comunidad asiático descendiente.
La sección se llama “En el margen”, ¿crees que los procesos artísticos son más comunes en los márgenes?
No sé si decirte que son más comunes, pero sí que las historias que tenemos que contar son muy valiosas y el arte tal vez sí que sea la herramienta para hablar de todo ello.