Adaptar el lenguaje según la situación es fundamental. Por ejemplo, en contextos donde el empoderamiento femenino es crucial, uso el femenino. En otros casos, opto por un lenguaje sin carga de género o triplicado para asegurar la inclusión de todas las identidades.
Fuente (editada): EL SALTO | Darko Decimavilla | 12 JUL 2024
Por empezar hablando desde el marco de mi posición, para mí los feminismos son un movimiento social que busca la igualdad de géneros y pretende erradicar las violencias que se ejercen en base al sexo y al género. Y lo digo en plural ya que entiendo que no existe un solo feminismo, sino que existen diversas formas de ponerlo en práctica como por ejemplo desde la interseccionalidad que se haga ya que la opresión no ocurre en un solo eje, sino en la intersección de múltiples identidades, como la raza, la clase, la orientación sexual, y por supuesto, la identidad de género.
El no binarismo es un movimiento que pretende analizar lo binario y mostrar que existen realidades más allá de esta norma. El binarismo de género es una forma de violencia y una imposición cultural que limita la diversidad de identidades y expresiones de género entre otras cuestiones. Y ambos movimientos pueden llegar a tocarse, incluso diría desde lo queer también, ya que todos estos movimientos pueden tener algunos puntos en común a la hora de señalar ciertas opresiones y denunciar y erradicar algunas violencias.
Una de las armas que creo que es importante es el lenguaje y considero que hay que diferenciar entre lenguaje inclusivo y lenguaje neutro. El lenguaje inclusivo busca incluir a todas las personas, mientras que el lenguaje neutro usa la “e” para visibilizar a aquellas personas que usamos el pronombre neutro “elle”. Personalmente, no utilizo la “@” o la “x” ya que considero que son capacitistas y no accesibles para todas las personas, especialmente aquellas con discapacidades visuales o cognitivas.
El uso del lenguaje es una herramienta política. Adaptar el lenguaje según la situación es fundamental. Por ejemplo, en contextos donde el empoderamiento femenino es crucial, uso el femenino. En otros casos, opto por un lenguaje sin carga de género o triplicado para asegurar la inclusión de todas las identidades de género.
Y no solo me parece importante a nivel de las terminaciones gramaticales, sino también en el uso de palabras o frases que pretenden visibilizar las realidades que existen. Por ejemplo cuando se quiere hablar de personas que menstrúan o gestan, no podemos olvidar al sujeto político mujer, pero tampoco obviar que existen otras realidades que también lo hacen. En este caso yo diría “mujeres y otras personas con la capacidad de menstruar o gestar”, ¿por qué? Pues porque no puedo olvidar que las mujeres llevan siglos sufriendo violencias por esto, pero tampoco podemos negar que existen hombres trans o personas no binarias que también las sufren (quizás de otra forma, pero el origen es el mismo).
Y al final, lo que hacemos es no borrar realidades, sino ampliar y reconocer que la diversidad es más amplia de lo que nos han enseñado y que la lucha debería de ser conjunta para erradicar todas estas violencias.
Por otro lado, los espacios no mixtos son necesarios para proporcionar un ambiente seguro y amable donde las experiencias y vivencias de las mujeres y otras identidades marginadas no sean invalidadas. Estos espacios permiten la construcción de solidaridad y el apoyo mutuo sin la presencia de aquellos que no comparten estas vivencias y que podrían perpetuar la opresión. Y sí, puede haber espacios solo para mujeres, pero también otros en los que se incluya a personas que compartan lucha y violencias, creo que solo hay que ponerse de acuerdo y no ejercer violencias sobre personas que luchan a nuestro lado solo porque tengan otra perspectiva o vivencia.
Con respecto a la paridad de género en ámbitos como la política y el trabajo es esencial para corregir los desequilibrios históricos. La política de “50+” es una propuesta que considero justa: un mínimo del 50% de mujeres en cualquier espacio de poder, con una cuota específica para personas no binarias. Esta cuota (la no binaria) debe restarse de la representación masculina, ya que son los hombres quienes históricamente han tenido más acceso y oportunidades, y no en detrimento de las mujeres.
Las políticas públicas y la educación juegan un papel crucial en la promoción de la igualdad de género y la inclusión de personas no binarias. Es necesario implementar programas educativos que fomenten el respeto y la comprensión de todas las identidades de género desde una edad temprana, así como políticas que aseguren la representación equitativa y los derechos de todas las personas, independientemente de su género.
El feminismo y el no binarismo comparten un objetivo común: desmantelar los sistemas opresivos basados en el género. Y las personas no binarias, en concreto, con nuestra mera existencia ya desafiamos al sistema binario y a los roles y estereotipos de género que tanto daño hacen. A través del lenguaje inclusivo, la creación de espacios no mixtos y la implementación de políticas de paridad y cuotas, podemos avanzar hacia una sociedad más justa e igualitaria. La lucha por la igualdad de género debe ser inclusiva y reconocer la diversidad de experiencias e identidades para ser verdaderamente transformadora y lograr ese cambio cultural y social tan necesario, más aún en los tiempos que corren.
Seamos diferentes, pero luchemos juntas, juntes y juntos para derrocar el sistema de privilegios y llegar a una igualdad de pleno derecho.