Autoras: Natalia Aventín Ballarín y Saida García Casuso
Un año más llega el 20 de noviembre, señalado en nuestro calendario con una M de Memoria, la que recuerda a aquellas personas trans asesinadas a lo largo del año y de la historia.
Solo cinco días más tarde celebraremos el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y, como si una línea imaginaria uniera estas marcas temporales y reivindicativas, observamos que una vez más son los transfeminicidios los que nos ofrecen las cifras y las ausencias más numerosas.
Según TGEU (Transgender Europe), entre octubre de 2019 y septiembre de 2020 han sido asesinadas 350 personas trans, el 98% eran mujeres, de las cuales un 62% eran trabajadoras sexuales. De las asesinadas en Europa el 50% eran migrantes y de las asesinadas en EEUU el 79% eran personas racializadas. La media de edad es de 31 años, teniendo 15 años la víctima más joven.
Sabemos que la recopilación de datos es deficiente, porque las administraciones y los servicios policiales de muchos Estados no reconocen a las personas trans. E incluso las familias, es frecuente que escondan la identidad con la violencia añadida que supone no reconocer la identidad de una persona trans asesinada.
La violencia y los asesinatos son consecuencias de una estructura social rígida, binaria y estereotipada que no reconoce a las personas trans, las margina, las expone a diversas violencias y las hace vulnerables.
Detrás de esa realidad hay múltiples causas, pero las familias tenemos una responsabilidad importante de ejercer de red de soporte y también de transformación de los espacios sociales. El rechazo familiar, o simplemente la ausencia de apoyo, expone gravemente a las personas trans a otras violencias como la falta de educación, la violencia médica, la violencia económica y la violencia institucional que se irán sumando, convirtiendo sus vidas en batallas cotidianas para sobrevivir.
Mirando en nuestro entorno nos encontramos con tres grupos sociales muy identificables que, con sus discursos, pueden precipitar las situaciones de rechazo, odio y violencia que sufren las personas trans.
Por un lado nos encontramos el extremismo religioso que, desde los púlpitos de los templos, arenga contra la diversidad sexual, criminalizándola y repudiándola.
En segundo lugar tenemos el discurso de los grupos neofascistas que han encontrado en las redes sociales, sobre todo en Twitter, un gran megáfono para difundir su discurso de odio.
Y, por último, el movimiento TERF que, aunque poco numeroso, está muy bien posicionado mediáticamente, liderado por mujeres privilegiadas estratégicamente posicionadas económica y socialmente que luchan por compartir las posiciones de poder con los hombres, muy lejos de querer transformar esas estructuras de poder que oprimen interseccionalmente a las mujeres y al conjunto de la sociedad.
Pero sobre estos grupos están la ONU, el Consejo de Europa, la Unión Europea y el compromiso del Gobierno de legislar para que las personas trans tengan un marco jurídico que les proteja respetando su derecho a la autodeterminación y el reconocimiento de su identidad jurídicamente, y que contemple la despatologización de este colectivo, incluyendo a las personas menores y migrantes.
Es este sistema cisexista el que hace que la vida de las personas trans esté en peligro por el mero hecho de existir. No necesitan hacer nada especial o diferente de lo que hacen las personas cis: estudiar, trabajar, ir por la calle o hacer la compra son actividades de riesgo.
3664 personas trans asesinadas, pero, ¿qué hay del otro lado?, ¿de cuántas personas cis asesinas estamos hablando?, ¿cuántas personas cis presenciaron las ejecuciones sin hacer nada?, ¿cuántas otras participaron, incluso, en el asesinato?, ¿cuántas personas cis negaron la protección que debían dar como familias y escuelas?, ¿cuántas de ellas se burlaron al ver a una persona trans?, ¿cuántas desde los medios de comunicación perpetuaron el estigma deshumanizando a las personas trans?, ¿cuántas, desde las administraciones, miraron a otro lado y permitieron que se ejerciera violencia continuada sobre las personas trans?, ¿cuántas siguen permitiéndolo y fomentándolo?. Y tú, como persona cis, ¿qué estás haciendo para evitar que esto siga pasando?