Este 28J no hay Orgullo multitudinario en el que sacarse la foto que etiquete a un partido como Aliado del Colectivo, no hay forma de sacarle el rédito político acostumbrado, ni de recibir abucheos en la “mani”, puede que sea el motivo elegido por el socialismo TERF para hacer pública su transfobia.

Una vez más es el colectivo trans el que recibe los palos. Demasiados palos acumulados, una historia de palos que parecía poder tener un final, a pesar de los movimientos de la ultraderecha, a pesar del movimiento TERF, avanzábamos con dificultad, pero sin reblar.

Hoy me siento indignada, apaleada. Después de tanta lucha pretenden apropiarse del significado de ser mujer. Si les define su entrepierna es su problema pero que no quieran genitalizarme ni a mí, ni a mi gente. Los años de lucha para que a mi hijo ser trans no le supusiera un obstáculo, para que cambiaran las leyes, para llegar al Constitucional y que se reformara por los Tribunales la ley socialista marginadora de menores trans, me pasan factura.

Toda esa indignación, los palos recibidos, la lucha acumulada, el enfado, son combustibles que avivan nuestra llama, nos suministran energía para reivindicar más fuerte y más alto si es posible.

Me temo que ese documento que corre por las redes sociales con la firma de Carmen Calvo ha despertado muchos demonios, los de las personas trans que han sufrido lo inimaginable pero también los de las familias. No entiendo la necesidad de exhibir tanta violencia. Supongo que es la fórmula de imponer un relato, en contra de las corrientes académicas, dicen, y también del activismo, por lo tanto, de a quienes nos incumbe. Debe ser el dichoso poder que nubla la mente y cierra los oídos llevando a una nueva versión de despotismo ilustrado, «tout pour le peuple, rien par le peuple».

Si hay algo que me sobrepasa es cuando el “buenismo” aconseja debatir, podremos debatir sobre muchas cosas, pero no sobre los derechos humanos. Ya está todo debatido una y mil veces mientras se siguen vulnerando los derechos del colectivo trans, no puede ser que cada nueva generación, cada nueva corriente política, cada camada adoctrinada en la ideología de género predominante, binaria, dicotómica y excluyente, las personas trans tengan que poner su carne para que otras debatan. La ONU, el Consejo de Europa y Altos Tribunales de muchos países ya se han pronunciado, lean y dejen de debatir a costa de las personas trans, de sus cuerpos y de sus derechos.