El debate sobre el sujeto del feminismo que plantean las identidades sexuales que se salen de la norma y la reflexión sobre qué es ser mujer en el siglo XXI ha estallado de forma sangrante
Fuente (editada): Faro de Vigo | Gemma Tramullas | 05.07.2020
Insultos, expulsiones, acusaciones de transfobia, tuits polémicos de famosas como J.K. Rowling, encendidos debates entre jóvenes en Instagram y dolor, mucho dolor. El feminismo, caracterizado por su diversidad y su capacidad creativa, afronta su mayor reto empapado de la polarización ambiental. La filósofa experta en género Silvia L. Gil, que se encuentra en plena mudanza en la Ciudad de México, ha hecho un alto para ofrecer una visión panorámica del conflicto con la vista puesta en un futuro que se vislumbra no binario.
-La experiencia contribuye a modelar el pensamiento. ¿Usted cómo conectó con el feminismo?
-En los años 90, muchos movimientos se articularon en torno a la okupación de Centros Sociales en las ciudades. El primer Centro Social de mujeres fue la Eskalera Karakola, en el barrio de Lavapiés, un proyecto feminista con una historia riquísima que sigue activo a día de hoy. Muchas mujeres que participábamos en distintos movimientos nos unimos a la Karakola. Allí conocí y experimenté el feminismo por primera vez.
-¿Cómo se ha pasado tan rápido de la euforia de las huelgas feministas al enfrentamiento?
-A mi modo de ver, se están instrumentalizando algunos debates. La experiencia de las huelgas y su heterogeneidad y el impacto masivo del feminismo no pueden reducirse a la discusión en redes. Por otro lado, ha existido una tensión en el contexto español desde los 80 entre un feminismo autónomo muy fuerte y un feminismo ligado a partidos que heredan postulados del feminismo ilustrado. Habría que analizar por qué reaparecen voces ligadas a este sector en este momento histórico.
-Usted ya analizaba estos momentos de mutación en el libro Nuevos feminismos (2011). ¿Dónde sitúa el origen del conflicto actual?
-Las personas trans no han elegido estar en este debate y es terrible que voces ajenas pongan en duda tu misma existencia. Hay personas trans que son parte del movimiento feminista. La alianza imprescindible entre feminismo, prácticas queer y trans se venía gestando desde hacía décadas.
-¿Podría concretar fechas?
-En las Jornadas Feministas Estatales de Madrid de 1993, mujeres trans tomaron la palabra arropadas por el movimiento y en las de Granada del 2009 se consolidó esta alianza. Lo excepcional es que se ponga en duda. La disputa es entre un feminismo que acoge las diferencias y uno que no cuestiona la hegemonía de un determinado sujeto.
-¿Por qué es «imprescindible» esa alianza entre feminismo y las prácticas queer y trans?
-Debemos pensar la complejidad que encierra una afirmación tan aparentemente sencilla como «ser mujer». En la identificación con un género están implicados elementos simbólicos, corporales, afectivos, sexuales e incluso memorias de las que no somos conscientes. ¿Qué nos hizo identificarnos con ese «ser mujer»? La respuesta es todo menos obvia. Las personas trans insisten en esta falta de obviedad y esa desnaturalización es un aporte riquísimo al feminismo, es parte del feminismo, de nuestra fuerza.
-¿Por qué?
-Si ser mujer (u hombre) no es obvio, entonces podemos desestabilizar lo que somos para ensanchar la libertad. Ser mujer no tiene que ver solo con lo que tienes entre las piernas. No hay una naturaleza que predetermine nuestro género. Decir esto es abrir la caja de Pandora porque significa que la estructuración de nuestras sociedades en dos géneros, con papeles absolutamente diferenciados y funcionales en el capitalismo, y con todo un sistema de desigualdad que permite su desarrollo, no es natural ni universal.
-En el proyecto de Ley Trans de Unidas Podemos se defiende al derecho a la autodeterminación de la identidad sexual. ¿No es ir demasiado rápido cuando la sociedad aún tiene problemas para entender conceptos como género o queer?
-Creo que no hace falta irnos a la teoría para conectar con malestares cotidianos relacionados con los mandatos de género que se imponen sobre los cuerpos. ¿Qué mujer no se ha sentido cansada de tener que hacer de mujer? ¿Quién no se ha sentido extranjera en su propio ser? Ser un género es un proceso complejo. La teoría queer reflexiona sobre este proceso.
-Se habla de «progenitores gestantes» en lugar de madres.
-Existen cuerpos con capacidad gestante que no se identifican con la identidad femenina. ¿Cuál es el problema? En todo caso es una buena noticia, porque nos recuerda que no hay un modo de ser predeterminado por la biología, que toda identidad es inestable.
-El derecho a la autodeterminación se suele vincular a las naciones, menos conocida es su asociación a la libertad de identidad sexual y de expresión de género.
-Las personas nunca somos completamente libres porque crecemos y nos formamos en marcos preestablecidos. Como sostiene Judith Butler [autora de El género en disputa], no hay forma de existir por fuera de esos marcos. Esto implica una idea muy interesante acerca del tipo de sujeto que está en juego y su capacidad de agencia [actuar para transformar]. Como sugería Michel Foucault, la libertad no es un lugar al que llegar, sino una práctica que inventar.
-Una práctica que también implica conflicto.
-La autodeterminación siempre sucede en una relación problemática con las otras personas, con esas normas que prefijan mi universo de posibilidades. A veces para existir tenemos que pelear mucho, no solo por el reconocimiento, sino por ampliar los márgenes de aquello que posibilita mi existencia.
-Usted ve el conflicto como una posibilidad de construir un «nosotras» de un modo diferente.
-El «nosotras» que surge con las movilizaciones en los últimos años no es una categoría dada de antemano, sino un ejercicio político en sí mismo. Eso no quiere decir que todo quepa en ese nuevo «nosotras», no se trata de la suma de identidades predefinidas o de un diálogo que no cuestiona las distintas condiciones de poder en las que se produce, sino que nos hacemos cargo de un acto político colectivo.
-¿Podría poner un ejemplo?
-Al mirar luchas recientes como la huelga [del 8-M], podemos reconocer que emerge un «nosotras» amplio, heterogéneo, anticapitalista, antirracista. Si partimos por el contrario de un discurso que presupone un determinado sujeto feminista (como el sujeto ilustrado que representa principalmente a mujeres blancas europeas), reinstalamos una unidad excluyente. El feminismo tiene especial sensibilidad para interrogar aquello que puede estar dejando afuera y cuestionar políticas que reproducen el poder.
-¿Las prácticas trans desvían o refuerzan el objetivo de poner los cuidados en el centro de la política?
-Lo refuerzan porque colocan la vulnerabilidad, la potencia de la diferencia y del cuerpo en el centro de la discusión. Necesitamos encontrar formas de organización de la vida social capaces de reconocer esa vulnerabilidad y facilitar un sistema de gobierno radicalmente democrático en el que las diferencias se desplieguen en su máxima potencia.
-¿Qué puede aportar este «nosotras» a la resolución de los retos a los que se está enfrentando la humanidad?
-Yo distingo tres aportes. En primer lugar, la exigencia de la igualdad radical. No la igualdad como utopía, sino como punto de partida que resitúa el valor de todas las vidas. Nuestro bienestar nunca puede serlo a costa de otras. Esta igualdad no anula las diferencias, es condición para su despliegue.
-¿Cuál sería la segunda aportación?
-Redefinir la economía para reconocer y priorizar trabajos necesarios en el cuidado de las personas. Debemos crear condiciones adecuadas para el desarrollo de una vida digna.
-¿Y la última?
-La última es especialmente importante porque este «nosotras» tiene una capacidad enorme para redefinir la humanidad en un momento de profunda crisis, expandir sus límites e incluir a quienes quedaron en sus márgenes, como las personas trans. Esta es la apuesta del feminismo: contribuir a eliminar violencias históricas, ampliar la libertad y ensayar un nuevo sentido de humanidad en el que la diferencia es la condición irreductible de su misma supervivencia.