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Thais, Yolanda y Cristina son madres de Lucía, Eevee y Érika, tres menores trans. Conversamos sobre la Ley Trans, los bloqueos con que se está encontrando y cómo afecta a sus hijas, hijos e hijes.

Fuente (editada): IZQUIERDA DIARIO.es | Santiago Lupe | 06.03.21

Son las cuatro de la tarde de un sábado de febrero. Quedamos en un parque del barrio de Guinardó de Barcelona. Los tiempos Covid tienen estas cosas, las entrevistas ahora son al aire libre y con mascarilla. Llegan juntas las tres. Son Thais, Yolanda y Cristina, las madres de Lucía, Eevee y Érica, tres menores trans de 10, 16 y 12 años.

Tenemos poco tiempo pero tienen ganas de hablar. Son madres y activistas, y aunque recalcan que les protagonistas de esta lucha son sus niñes, no cabe duda de que el papel de las familias de estes menores ha sido clave también en la conquista de derechos para todo el colectivo trans. Hemos quedado para hablar de la Ley Trans.

Un proyecto de ley que ha sido acordado por la mayor parte de las entidades trans del Estado, pero que no ha llegado todavía al Congreso. El bloqueo no viene solamente de la derecha y la extrema derecha. El PSOE, que dirige el ala TERF del movimiento feminista, se han convertido en el principal escollo para que entre en las Cortes. ¿Cómo afecta esto a la realidad de estes menores?

“Nos piden reconocer que mi hija tiene una patología psiquiátrica, la disforia de género”

Cristina explica lo que supondría uno de los principales derechos que para ella se conseguirían si la Ley sale aprobada: “Conseguiríamos que se reconociera la autodeterminación de la identidad sexual, que las personas puedan decir cuál es su sexo sin tener que pasar por tribunales médicos, psicólogos, psiquiatras… eso sería un gran avance, que acabaría con todo el machaque que les han hecho pasar a nuestres hijes. Yo, como persona cis, me reconozco como mujer y no pasa nada, pero si mi hija lo dice, automáticamente se la cuestiona y tiene que pasar por un calvario médico”.

Para poder acceder a derechos como el cambio de nombre en el registro o los tratamientos con bloqueadores hormonales -que detienen el desarrollo de la pubertad para que la persona menor pueda decidir más adelante- hay que pasar por un auténtico circuito macabro. Cristina explica como esto “supone un enorme desgaste para mi hija, que se ve en una movida que no entiende, y para la familia también. Por ejemplo, cuando yo llevaba a mi hija a endocrinología, iba también una niña cis de su cole. Las dos estaban con el mismo tratamiento de bloqueadores hormonales. Pero a la niña cis no le costó apenas y Érika tuvo que pasar por psicología y por psiquiatría”.

Thais nos cuenta que Lucía comenzó este otoño con los bloqueadores y que “para que nos lo permitieran, tuvimos que presentar un informe de disforia de género, que no deja de ser una patología según la OMS”, y añade “incluso para el cambio de nombre, también ahí nos piden reconocer que mi hija tiene una patología psiquiátrica”. En el caso de Érika este informe lo lograron en el Hospital Clínic, en las consultas de psiquiatría infanto-juvenil.

Yolanda considera que “quien les patologiza es la sociedad. No es ninguna patología. La OMS es el último eslabón de toda esta historia que nos hemos inventado de que solo hay mujeres y hombres, y todo lo que sale de ahí ya no es normal. Lo que queremos es que se reconozca como normal una realidad que existe y que va a existir siempre”.

El acceso a los bloqueadores a una edad temprana es una de las cuestiones que el proyecto de ley facilitaría. “Ahora mismo es autonómico y depende del servicio de salud que te toque, en Cataluña siempre previo un informe de disforia de género”, nos cuenta Yolanda. Una discrecionalidad que lleva a que muchas personas menores trans no puedan acceder o que lo hagan muchas veces tarde, con la pubertad y los cambios físicos ya iniciados.

Thais explica que “el discurso de que estas restricciones son por el bien de la persona menor, por si después se arrepiente, es mentira”. “Por un caso que puede querer revertir el proceso, hay cientos que no quieren dar marcha atrás, pero se les obliga a llegar a los 18 años con todo el desarrollo físico de la adolescencia realizado”. Cristina agrega que “todas las personas nos podemos equivocar en una decisión, y estamos en nuestro derecho, nuestres hijes también. Si eso ocurre, es un proceso que se puede hacer. Te aseguro, porque yo como madre de seguimiento conocí un caso, que una reversión no es nada frente al sufrimiento con el que tienen que lidiar todas las otras personas menores a las que no se les permite acceder o les ponen mil problemas. Son el colectivo infantil y juvenil con una tasa de suicidios más alta”.

“Que le reconozcan su verdadero nombre es toda una carrera de obstáculos, es un maltrato institucional”

Thais nos cuenta cómo algo tan fundamental como que les reconozcan su verdadero nombre es toda una carrera de obstáculos, es un maltrato institucional. Se convierte en la primera batalla legal para estes menores y sus familias. En el caso de su hija Lucía “ha conseguido su cambio de nombre después de cuatro largos años de pelea. En el registro ya aparece como Lucía, pero, como pone en la resolución es solo ‘marginalmente’. Esto quiere decir que le dan permiso para cambiar el DNI, pasaporte y otros documentos, pero en su partida de nacimiento sigue poniendo un nombre de niño. Y esto solo podrá cambiarlo cuando tenga 18 años y haya demostrado que lleva dos años de tratamiento hormonal, quiera o no quiera. Si ella decide que no quiere cambiar su cuerpo no podrá. Por supuesto, su género registral sigue siendo oficialmente masculino, solo le han cambiado el nombre”.

Esta vulneración de derechos sigue estando en manos de la arbitrariedad del juzgado que te toque en cada caso. Cristina nos explica cómo en su caso “el juez de Badalona que nos tocó hizo un auto favorable en el que se ordenaba la destrucción de la partida de nacimiento y se hiciera una nueva, solamente queda un rastro médico por una cuestión de posibles futuros tratamientos. Además también le reconoció el cambio de sexo”.

Thais se queja de que “depende de quien te toque, es una lotería, estamos a la merced del juzgado de turno y eso no puede ser”. Yolanda añade que “quedan totalmente expuestes a la opinión de la persona que dirija el juzgado, por eso necesitamos una ley estatal que reconozca un derecho tan elemental”.

Cristina explica también que tuvieron que presentar jurisprudencia a su favor de otros juzgados de todo el Estado y otra mucha documentación médica y psiquiátrica, y Thais nos cuenta un desagradable episodio que parece se repite en muchos otros casos: “cuando iniciamos los trámites en el registro tuve que aguantarme al funcionario carca de turno quejándose de que el nombre elegido por mi hija era demasiado femenino. Me dijo literalmente que podíamos haber elegido otro más neutro… que esto iba a dificultar que me aceptasen la solicitud”.

Todo un maltrato institucional hasta conseguir que el Estado reconozca el nombre elegido por estes menores. Esto lleva, como nos explica Yolanda, a que “la gran mayoría de niñes trans no lo consigan, y casi todes están con el sexo que se les asignó al nacer en sus documentos, incluso cuando han conseguido el cambio del nombre en el registro”.

“Nuestras hijas, hijos e hijes no perpetúan los roles de género, los pulverizan”

Cuando hablamos del bloqueo a la ley por parte del PSOE, que dirige el sector del movimiento feminista trans-excluyente, Yolanda es clara: “A mí me parece que hemos retrocedido en dos semanas 40 años”. Uno de los argumentos que más han explotado para sostener esta posición tránsfoba es que los derechos recogidos en ella pueden llevar a una perpetuación de los roles de género.

Cristina responde enérgica: “Pero si esta ley reconoce por primera vez a las personas no binarias, es decir a las que no se reconocen totalmente ni como hombres ni como mujeres, por que de momento son invisibles. La “e” ni siquiera está reconocida por la Real Academia, que han querido que la reconozcan y han dicho que “nanai””. Prosigue explicando cómo “nuestres hijes son muchas veces les que más cuestionan los roles de género. Érika hace unos días me decía ‘es que ahora no sabría decirte si quiero que me llames él o ella, a veces no me siento ni una cosa ni la otra’. Ella ya está tan segura de lo que es, que quiere construirse como quiera, libremente”.

Yolanda nos cuenta que su hijo Eevee “está haciendo lo mismo. Al final las personas trans no son un hombre cis o una mujer cis, y eso les permite tener una relación con el sexo-género más abierta. No se identifica con la normatividad”, y Cristina concluye, “es que se cargan los roles de género, les pegan una patada. Nuestras hijas, hijos e hijes no perpetúan los roles de género, los pulverizan”.

“La educación en diversidad sexual sería una conquista no solo para elles, sino para todo el alumnado”

La escuela y el instituto, como para el resto de menores, es el principal espacio de socialización de les niñes trans. Pero en la mayoría de los casos siguen siendo territorios ajenos, cuando no hostiles, a su realidad. A pesar de que en Catalunya rige un protocolo para la adaptación del centro y la promoción de educación sexual en la diversidad sexogenérica, éste es auténtico papel mojado por falta de voluntad, capacitación o medios para desarrollarlo.

Cristina nos cuenta que “la directora de primaria de mi hija no respetó su identidad. Le decía que si era niño era niño y llevaría el nombre de niño aunque fuera en la batita rosa y llevara dos coletas, y hasta que no le enseñara un cambio de nombre en el DNI eso era lo que había. Y los trámites para cambiar el DNI no se podían iniciar si en el colegio no te reconocían al menos un año en el que fuera tratada con su verdadero sexo. Era el pez que se mordía la cola. Le pedí ayuda al Clínic para que mediara con el colegio, y me contestó con una carta que me decía que Érika no podía ser Érika hasta los 18 años porque, como a Lucía en el registro, había elegido un nombre muy femenino”.

Thais nos cuenta cómo en su caso el cambio de nombre fue aceptado “pero lo que faltó es que tuvieran iniciativas proactivas para que profesores, familias y, sobre todo, el alumando conocieran esta realidad. Solamente cuando un profesor de apoyo, el Salva, decidió montar un proyecto por su cuenta, comenzó a tratarse la diversidad sexual desde P3 hasta sexto. Pero cuando lo cambiaron de escuela volvimos al mismo punto que antes”.

La experiencia de Yolanda es bastante similar. “Les presentas el protocolo y pasan del protocolo. Vas al Consorci d’Educación y hay una complicidad enorme entre el inspector y la dirección. El colegio es fundamental para estar personitas, y la educación es clave para que todes les niñes conozcan esta realidad. Si a ti en el colegio empiezan a enseñarte la diversidad sexual y de género, les niñes crecen sabiendo que esto existe”.

Las tres coinciden en que una educación sexual en la diversidad es un beneficio no solo para sus hijes, sino para el conjunto de la comunidad escolar. “La educación en la diversidad sexual y de género sería una conquista no solo para elles, sino para todes les niñes del cole”, nos dice Thais. “Yo le dije a la directora y al inspector que se enriqueciera con la realidad de mi hija”, señala Cristina, “a mí en el instituto me hablaron de la orientación sexual, pero jamás me hablaron de la identidad sexual. Cuando Érika nos lo planteó, pensamos que sería un hombre gay y ya está. Porque yo creía que la transexualidad se definía en la adolescencia, cuando se moldean los cuerpos y entrábamos en aquella frase tan equivocada de los ‘cuerpos equivocados’. Ahora lo piensas y sabes que no es así. Seguramente si lo hubiese sabido no me hubiera sentido como una estúpida durante los tres años que estuve frenando a mi hija diciéndole ‘tranquila, podrás ser una niña cuando tengas los 18’, y la pobre contaba con los dedos y no tenía dedos para contar tanto”.

Thais coincide, “para casi todas las madres la primera impresión es esa, será un niño gay o una niña lesbiana, porque es lo que tenemos más conocido. Pero no se sabe nada de lo transexual o lo no binario. No hemos tenido información y eso te lleva a decirle cosas terribles al principio: ‘tú no vas a ser una niña porque tienes pene’, y la niña echarse a llorar y decirme: ‘¿cómo me estás diciendo esto?’. Yo ahora me he tenido que tragar esas palabras, porque las niñas trans pueden tener cualquier genitalidad”.

“Este 8M estaremos junto a las feministas, que son nuestras aliadas”

Se nos echa el tiempo encima. Cuadrar horarios no ha sido fácil. Antes de despedirnos les pregunto: “¿Y este 8M qué, estaréis en las manifestaciones?». “¡Por supuesto!”, responden casi a la vez. “Claro que sí, voy a participar”, recalca Yolanda. “Tiene que haber alianzas, mi hija estuvo en la cabecera el año pasado en Badalona. Allí en la pancarta está el emblema transfeminista”, nos cuenta Cristina.

No es la única movilización en el calendario para elles. Cristina nos explica que desde “la Federación Plataforma Trans estamos preparando una huelga de hambre para presionar a los partidos. Yo ya he hablado con mi médico de cabecera. Es para que la Ley entre en el Congreso. Somos ya un montón de personas inscritas de todo el Estado, de todo: activistas trans, padres, madres, amistades… y no pararemos hasta que lo consigamos”.

Nos despedimos hasta la próxima, que espero que sea pronto y ojalá habiendo roto el bloqueo que desde las filas del gobierno “progresista”, que dirige el sector del movimiento feminista trans-excluyente, vienen imponiendo a la conquista de derechos de sus hijos, hijas e hijes y de todas las personas trans.