No necesitamos que hablen por nosotres ni que nos incluyan en su movimiento, el feminismo no es propiedad privada y nos pertenece tanto como a todes quienes lo construimos.

Fuente (editada): APU. | Yael Gerónimo Estévez | 03.07.2019

No todas las personas trans nos supimos siempre así. Algunas lo dudamos, nos cuestionamos una y mil veces. Algunas nos asumimos trans incluso desde ese lugar de duda, porque cualquier otra identidad nos resultaba ya inhabitable y elegimos construirnos hasta en la incertidumbre.

Muches no conocimos personas trans hasta que fuimos adultes y crecimos en ese no-lugar, en esa no-identificación. Para muches la primera y única representación trans durante mucho tiempo fue la de la farándula y la sobresexualización, siempre en base al deseo ajeno. También la de las crónicas policiales, las películas y programas donde nuestras historias son siempre trágicas, marcadas por la marginalidad, la violencia y el olvido, donde solo somos dignes de ser mostrades una vez muertes o simplemente no lo somos.

Muchas personas trans no tenemos o tuvimos siempre la seguridad absoluta que injustamente se nos exige. Muchas personas trans tenemos bocha de transfobia y cissexismo internalizado, como casi cualquier persona que se crió en esta sociedad cisnormada. Y muchas veces, aunque no queramos, la vergüenza le gana al orgullo.

Muches no tuvimos infancias miserables, a pesar de todo y contra todos los relatos que hacen parecer que sí. Muches revisamos nuestra historia una y otra vez para entendernos. Hicimos relecturas y, aun con todas las tensiones que podamos tener hoy con la persona que fuimos antes, no fuimos infelices. Si bien transicionar no es fácil y la mayoría atravesamos muchas violencias en el camino, no todes tenemos historias trágicas: muches de hecho encontramos cosas hermosas en ese proceso.

No todas las personas trans compartimos una idea similar sobre lo que es el género, sobre feminismos o sobre cómo habitar el mundo siendo trans. Muches no tuvieron o tienen siquiera acceso a estos espacios de discusión y contención. Acceder a un espacio de estas características es un privilegio que muchas personas condenadas a la marginalidad no tienen. Y es también hora de hacernos cargo de nuestra cuota de responsabilidad en esto: la mayoría de quienes accedimos a esos espacios lo hicimos por, en ese momento, identificarnos o ser identificades como mujeres, en espacios muy cerrados a toda masculinidad. Muches somos feministas desde antes de asumirnos trans. Y fueron esos los espacios que nos permitieron repensarnos y reconstruirnos, en lo que creo que son los momentos más vulnerables; los primeros cuestionamientos y exploraciones de género. ¿Qué espacio tienen entonces las trans para empezar a repensarse y conocer otras formas posibles de existir? Si en nuestro feminismo no vemos a todas las mujeres trans, travestis y lesbianas trans que nos gustaría, sería hora de empezar a preguntarnos por qué.

Aunque algunes sigamos eligiendo militar desde el feminismo, este dejó de ser para muches el lugar de contención que fue, donde nos movíamos con comodidad, para ser un campo de batalla y un terreno de disputa, otro más. Para muches se hace súper difícil habitar espacios feministas o transfeministas, incluso cuando no podemos habitar con seguridad casi ningún otro lugar del mundo.

Muchas personas trans no queremos ser cis. Aunque algunes queramos muchas veces que las cosas sean más fáciles o queramos parecerlo para sobrevivir. Muchas personas trans no quieren modificar su cuerpo o quieren hacerlo según su deseo, que no se ajusta a lo que la cisnorma espera de nosotres. Muches no vivimos nuestra vida en función de ser les más disidentes y deconstruides, ni tenemos todo el tiempo ganas de poner toda nuestra energía en derribar este sistema, aun por encima de nuestra propia salud física y mental. Muches queremos hacerlo, pero también queremos sobrevivir y poder pasar la barrera de los 35 años, hacer un montón de otras cosas en nuestras vidas y que no todo sea siempre una batalla que para algunes estamos obligades a dar.

Muchas personas trans habitamos y/o somos leídas dentro de lo binario del género, ya sea porque así lo deseamos o porque es la forma que encontramos de habitar este mundo y poder vivir. Muchas personas trans no utilizamos pronombres neutros, por llamarlo de alguna forma. Atravesamos muchas cosas en el camino de construir nuestro género y no nos interesa destruirlo ni abolirlo, sino tener la libertad de construirlo desde el deseo genuino y no desde la imposición.

Podría seguir mil años porque, aunque no lo crean, las personas trans, al igual que las cis, tenemos historias de vidas variadas y atravesadas por un montón de otras cosas además de la identidad sexual. Y casi siempre tenemos una vivencia del sexo y del género muy distinta que la de las personas cis. Pero también muchas veces tenemos una vivencia del sexo y del género muy distinta entre nosotres como, imagino, también tienen las personas cis entre sí. Porque nuestro sexo está tan atravesado por el deseo y por las presiones y los estereotipos como lo está el de cualquier persona cis. Porque hay muchos y muy variados motivos para transitar; tantos como los que las personas cis tienen para no hacerlo.

Y escribo todo esto, no para invalidar a todas las personas trans que sí cumplen con una, varias o todas las cosas que enumeré; sino porque últimamente veo una necesidad de establecer un relato único sobre las personas trans en el que por el solo hecho de serlo parece que ascendiéramos un escalón dentro del feminismo. Y esto me parece un problema, no sólo porque no es real, sino porque hace que la vara con la que se miden nuestras acciones sea mucho más alta que la de las personas cis, como si por ser trans automáticamente hubiésemos desbloqueado el siguiente nivel de deconstrucción y cualquier acción que hagamos que no esté a la altura es digna de repudio o incluso de escrache.

Parece que las masculinidades trans estuviéramos permanentemente en observación por el hecho de habitar una masculinidad y que por ser trans automáticamente somos mejores que una masculinidad cis, pero tenemos que tener cuidado porque si para alguien tenemos alguna actitud demasiado de chongo parece que nos pasamos un poco con la testo, que nos creímos el papel de machitos, etc; se nos exigen cosas que jamás se les exigirían a un chabón cis. Y muchas veces parece que esto nos obliga a alejarnos de la masculinidad que decidimos construir y que nos costó tantas cosas. En vez de permitirnos darnos debates y herramientas para construir nuestro género, nuestra expresión y nuestra masculinidad al fin y al cabo de una forma que no sea tóxica ni violenta. Porque yo no tengo idea cómo se hace y necesito de los feminismos para hacer de esa construcción algo colectivo y transformador, y para eso debe haber un feminismo que abra estos debates en vez de cerrarlos.

Me parece fundamental que los feminismos, en particular aquellos que se denominan transfeminismos; a pesar de estar compuestos en su mayoría o en su totalidad por mujeres cis, empiecen a revisar sus discursos que tantas veces terminan pegándonos a las personas trans como de rebote. Porque todes tenemos una buena cuota de cisexismo internalizado, pero mientras que en las personas trans eso se traduce en odio o vergüenza hacia nosotres mismes, en las personas cis se traduce en violencias, más o menos directas, hacia nosotres. Y la única forma de transformarlo es reconocerlo, discutirlo y escuchar lo que las personas trans tenemos para decirles, aunque no sea lo que quieren escuchar. Porque nos debemos muchos debates si efectivamente queremos ser transfeministas y no solo nombrarnos así. Pero para eso tenemos que ser interlocutores válides, desde nuestras particularidades y subjetividades. No necesitamos que hablen por nosotres ni que nos incluyan en su movimiento, el feminismo no es propiedad privada y nos pertenece tanto como a todes quienes lo construimos. No nos interesa nada que sea sobre nosotres si nosotres no estamos adentro.

Y reconocer estas complejidades no significa que debamos medir a todes con la misma vara, y que las herramientas que sirven para unes sirvan para otres porque tenemos vivencias específicas que requieren discusiones y herramientas específicas, sino entender que las personas trans, al igual que las cis, tenemos y necesitamos la posibilidad de tener narrativas más complejas y que contemplen que no somos buenas ni malas, que nos atraviesan un montón de otras cosas, de otras opresiones y privilegios. Y que estas discusiones son urgentes y necesarias, porque las travestis son asesinadas todos los días, porque se mueren a los 35 y no vamos a cambiar esa realidad si no entendemos que el cisexismo y el transodio son la base que hace que eso sea posible. No tenemos más ganas de comernos violencia gratuita y tenemos en claro que nuestras experiencias y vivencias son válidas y necesarias en la discusión de cómo construir un mundo más justo.