Fuente (editada): EL NACIONAL.CAT | Guillem Maneja Juvanterry | 31 de enero de 2021
Blanco o negro. Calor o frío. Mar o montaña. Subir o bajar. Alegría o tristeza. Verdad o mentira. Día o noche. Claridad u oscuridad. Delgadez o gordura. Pequeña o grande. Abrir o cerrar. Aceptar o rechazar. Triunfo o derrota. Paz o guerra. Oriental u occidental. Norte o sur. Este u oeste. Diversión o aburrimiento. Fácil o difícil. Orden o caos. Belleza o fealdad. Padre o madre. Heterosexual u homosexual. Hombre o mujer.
La lista de antónimos es muy larga, y los grises que existen por el camino, también. Se nos educa y se nos enseña conforme a unos valores predeterminados en función del sexo que se nos adjudica al nacer mirando nuestros genitales, pero no todo el mundo encaja en el binomio hombre – mujer. Dan Farell (1992, Terrassa) es un ejemplo de una persona no binaria; no se identifica ni como hombre, ni como mujer.
«Te puedes referir a mí utilizando pronombres masculinos o neutros. El género neutro en inglés se utiliza bastante, they, con el castellano es elle y en catalán elli, pero este último, fonéticamente, no me gusta mucho». Hace 7 años, cuando Dan tenía 22 años, transitó por el proceso de vivir según su identidad. Dan no se encontraba cómodo con su aspecto físico, por eso empezó un tratamiento hormonal con testosterona, se quitó el pecho y tramitó el cambio de sexo y de nombre en el DNI.
La expresión de género vs. la identidad
«Un tránsito físico, hormonal o de operaciones físicas no va implícito con el hecho de la propia identidad». Dan recuerda que no se sentía cómode refiriéndose a sí misme como una chica, pero tampoco como un chico. «Me encontraba en un término medio o neutro, pero en aquel momento no tenía conocimiento del género no binario».
Dan considera que toda persona no binaria es trans de algún modo, ya que, tal como lo entiende, «una persona trans es aquella que su identidad no concuerda con el género que le han asignado al nacer, y como en esta sociedad tienes que ser sí o sí niño o niña, cualquier persona que se sienta no binaria, desde mi punto de vista, es una persona trans». El joven apunta que los cambios físicos o de nombre, irán en función de cada persona.
Dan apela al trabajo que se hace desde los medios con el fin de visibilizarles y darles a conocer. El problema con el que se encuentran es el siguiente: «Directamente, no se contempla nuestra identidad, a la gente no le pasa por la cabeza que haya una tercera posibilidad que no sea hombre o mujer».
Dan denuncia que su documento de identidad personal no le identifica. «Hice el cambio de sexo femenino a masculino en mi DNI, pero, en realidad, lo que me gustaría es tener una tercera opción, así como en todas las partes donde tengo que rellenar formularios».
Dan apunta que a las personas cis —aquellas a las que la identidad sexual les concuerda con el sexo asignado al nacer— «y que no conocen el término no binario, les puede parecer una tontería, por el simple hecho de que no les incumbe y no lo han vivido», por eso remarca la importancia de empezar a adoptar la costumbre de preguntar a las personas que acabamos de conocer con qué pronombres se sienten más a gusto a la hora de tratarnos. «Es una forma de facilitarle las cosas a la otra persona y de hacerla sentir bien».
El testimonio de Hugo
Hugo Playan (Sabadell, 1988) se identifica como «una persona, mi expresión de género es masculina pero mi identidad siempre ha sido no binaria, tirando hacia masculina, pero sin acabar de decantarse». A la pregunta de cuándo se plantea y se identifica fuera del binomio hombre – mujer, la respuesta es clara: «Es intrínseco, eso va con la persona». Y apunta que no es nada que se quiera imponer al resto, sino un añadido.
Hugo transitó hace 4 años, cuando tenía 28. «Tenía mucho miedo, pero lo tenía que hacer sí o sí; esto no lo cambiaría nunca [se señala la barba]». Le joven detalla que se operó porque así lo necesitó, pero puntualiza que no tiene que ser necesario pasar por quirófano para todo el mundo que sea no binarie.
Playan recuerda cómo lo pasó en aquel momento, y apunta que no habría podido realizar el tránsito si no hubiera sido por el acompañamiento que ha recibido desde el Servicio de Tránsito del Servei Català de la Salut. «Imagínate que te sabes un hombre y vengo yo a hacerte un cuestionario y te digo: ‘¡Vamos a ver! Te haré unas preguntas y según la respuesta, te diré si eres un hombre o no’. Hasta hoy en día, este era el procedimiento, y si no eras ni una cosa ni la otra, tenías cuento».
¿Son necesarias las etiquetas?
Hugo considera que lo son para identificarnos, pero que, después, «se tiene que estar por encima de ellas, porque, si no, te quedas con la etiqueta y te pierdes a la persona».
En la misma línea se expresa Dan. «Tienen una parte positiva, y es que cuando más etiquetas tenemos, es más fácil definirte a ti misme, conocerte y encontrar a otras personas que se sientan o les pase lo mismo que a ti, para hacer una red», pero también reconoce que tienen su parte negativa, que es «cuando alguien te pone la etiqueta a ti, a modo despectivo».
De cara al futuro, Hugo apela a la persona. «Si encajas con el prototipo de persona cis y heterosexual no hay nada malo, disfrútalo, pero hay quien no». A Dan, le gustaría que la gente fuera más empática y comprensiva, y que sea del todo normal que cuando saludes a alguien, te puedas dirigir con pronombres masculinos, femeninos o neutros. «¡Actualmente el género neutro es el masculino, y no es correcto!», exclama le joven, que considera que tampoco cree que tengamos que pasarnos al femenino. «Si tenemos la posibilidad de crear uno neutro, utilicémoslo». Su sueño es que de cara a un futuro, todo lo que nos vincula a un sexo o a otro —los estereotipos, el aspecto físico o el mismo lenguaje—, evolucione y no sirva para encasillarnos en uno de los dos binomios.
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