¿Cómo podemos amar a las mujeres trans?, ¿cómo se relaciona la transfobia con el racismo y otras opresiones? Este texto apuesta por un feminismo interseccional y decolonial.
Fuente (editada): MALVESTIDA | Jennifer Rubio | JUL 16, 2020
Así como no ser racista no es suficiente para acabar con el racismo, tampoco lo es el no ser transfóbique. Es necesaria una acción más directa y disruptiva, que transforme todo desde el centro.
Política transformadora desde el amor
La verdadera política transformadora se hace desde el amor. No me refiero al amor que nace desde el privilegio, ese amor romántico que solo funciona cuando se somete a una de las partes.
Me refiero al amor contrahegemónico, que se crea fuera de los márgenes de la blanquitud y el género, que se crea en comunidad y horizontalidad.
La transformación verdadera se logra desde la responsabilidad. Al asumir que muchas personas somos la parte opresora de alguien más y trabajarnos desde ahí para borrar las fronteras que condenan a la alteridad.
Estamos en el tiempo preciso para construir un feminismo que ame a las mujeres trans, que no necesite explotar a las trabajadoras del hogar y que no discrimine a las trabajadoras del sexo.
Un feminismo creado por las negras, las pobres, las indígenas, las lesbianas, bisexuales. También las trans, las identidades no binarias y todas las identidades subalternas, porque no queremos poder.
Queremos liberación, y para lograrla la debemos procurar para todes, porque ¿qué es un feminismo que no es activamente antirracista, antitransfobia, antihomofobia y que no se haga enemigo de todo tipo de discriminación?
Pues supremacía blanca, violencia, transhomofobia y odio. Contra todo eso es pertinente luchar con una política de amor.
El género es una categoría nueva
Para entender la relación de la supremacía blanca con la transfobia hay que saber que nunca ha existido una categoría “mujer” más allá del imaginario eurocéntrico que supone el género, una categoría que no nos define a todas.
Yuderkys Espinosa, filósofa antirracista, explica que el feminismo, “mientras criticaba el universalismo androcéntrico, produjo la categoría de género y la aplicó universalmente a toda sociedad y a toda cultura, sin siquiera poder dar cuenta de la manera en que el sistema de género es un constructo que surge para explicar la opresión de las mujeres en las sociedades modernas occidentales y, por tanto, le sería sustantivo”.
Así, a través del feminismo blanco se reprodujeron otros discursos de opresión. Por eso, aunque duele, la transfobia no sorprende.
Lo que me lleva a la siguiente pregunta: si las mujeres trans no son mujeres, como sostienen algunas feministas radicales, ¿son las mujeres negras mujeres?
La filósofa argentina María Lugones explicó que les negres e indígenas, como no eran humanes, tampoco podían ser hombres ni mujeres: “‘Mujer’ entonces apunta a europeas burguesas, reproductoras de la raza y el capital”.
Amar a las mujeres trans
El privilegio cis se refiere a que en el sistema neocolonial está claro quién “tiene derecho” a reclamar la mujeridad y de paso negar el derecho a la autoidentificación de las disidencias.
El hecho de que haya personas a quienes se les es negada la ciudadanía o la “nacionalidad” comparte el mismo origen de que haya mujeres a quienes se les niega su identidad.
A las personas negras, indígenas, mujeres, no binarias y trans se les niega su lugar en las sociedades americanas debido a las nociones de raza y sexo que se crearon durante el proceso de colonización.
Eso quiere decir que, para acabar con las opresiones de género, clase, raza y sexualidad, es necesaria la abolición de la sociedad de clases, el racismo, el machismo y la transfobia por medio de las cuales Occidente mantiene su riqueza y hegemonía. No se pide una concesión individual de derechos, sino una reparación colectiva y universal.
En un sistema cuyo fundamento es el sufrimiento de las personas más marginalizadas, para obtener nuestra liberación es necesario destruirlo, no solo que algunas sean capaces de subir los escalones que les llevan a la cima.
Necesitamos una lucha feminista que esté dispuesta a traicionar su propia ambición y luchar contra sus propios privilegios. Es decir, una lucha que se haga desde el amor, porque en un mundo transfóbico, lo radical es amar a las mujeres trans.