El libro del año es de Marieke Lucas Rijneveld, la industria de la moda se enamora de Noah Carlos y la música de Arca da la vuelta al mundo. Por su parte, la RAE empieza a mostrarse más flexible y se abre al pronombre ‘elle’. La visibilidad global de artistas de género no binario y tímidos –aunque significativos– cambios institucionales conducen a un paradigma más inclusivo.
Fuente (editada): VOGUE | Patricia Moreno | 29 DE OCTUBRE DE 2020
Este artículo se va a redactar con la terminación -e, que es la socialmente aceptada para incluir a las personas de género no binario. Precisamente, estos días saltaba la noticia de que la Real Academia Española integraba el pronombre elle en su recientemente inaugurado Observatorio de Palabras, la antesala o el casting de nuevas palabras, candidatas a introducirse en el diccionario oficial. La RAE definía elle como un «pronombre de uso no generalizado creado para aludir a quienes puedan no sentirse identificades con ninguno los dos géneros tradicionalmente existentes«. Dejando a un lado matices que llaman a la réplica, como aquello de “uso no generalizado” –que revela un distanciamiento de los cauces culturales no normativos y cierta brecha generacional–, se trata de un paso. Pero también, de un posible intento de renovación de un sistema normativo en continuo debate y en proceso de deslegitimización simbólica por parte del público más progresista. Por tanto, quizás tenga más de supervivencia que de compromiso.
Para que esto se haya dado hay un largo recorrido de activismo volcado, por una parte, en la visibilidad de la no binariedad de género y, por otra, en la importancia del lenguaje en ese cometido. Sobre todo en el español, cuando la marca de género se muestra en gran parte del repertorio gramatical. En su columna A Camila Fálquez en El País Semanal, Pedro Álvarez de Miranda agradecía a la fotógrafa, gran colaboradora de Vogue.es, que le hubiera abierto los ojos en lo que al espectro de belleza se refiere. No obstante, le ofrecía una demostración –sabemos qué nombre recibe cuando no es solicitada y el autor es un hombre– de “cuánto más viable es romper el binarismo sexual que el binarismo gramatical”. Le ponía algunos ejemplos, citando un texto de la artista, que probaban su teoría de lo difícil que es poner en práctica la inclusividad en el lenguaje. En realidad, “amigos” podría haberse sustituido por “amistades” y “los retratados” por “las personas retratadas” o “las personalidades retratadas”. El lenguaje inclusivo no es destrucción, es construcción. Y requiere de un control, incluso, más riguroso de la lengua.
Cuando empecé a estudiar Periodismo, uno de los primeros libros que nos recomendaron leer fue La seducción de las palabras de Álex Grijelmo. Pasando por alto que recuerdo algunos pasajes que han envejecido regular, hace un año celebré ver que esta eminencia de la lengua española se abría al cambio. En el otoño pasado publicaba Propuesta de acuerdo sobre el lenguaje inclusivo. Para muchas y muchos, este ejercicio exige siempre el desdoblamiento de género que acabo de realizar. Pero, insistimos, esa visión es cuanto menos simplista. La inclusividad implica localizar en el rico castellano esa palabra sin género –escribe “artífices” en lugar de “creadores”– que, además, resultará ser más precisa si hablamos de un grupo formado por una mayoría de mujeres y pocos hombres; o si se trata de una persona de género no binario. Para estas últimas, además, no solo se reclama la elusión de palabras con marca de género, sino le/les como artículo neutro y el pronombre elle, en lugar de él y ella. Y vamos por el buen camino. Como decía Amelia Abraham en Vogue, “utilizar los pronombres correctos de la gente no es simplemente una formalidad, sino un reconocimiento de quiénes son de veras y, más allá de eso, una señal de aceptación de aquelles que no se ajustan al sistema binario de género”. De hecho, en este artículo se menciona que en Suecia los pronombres de género neutro no son nada nuevo. “En los 60 les lingüistas crearon hen (una alternativa al han masculino, equivalente a él, y el femenino hon, equivalente a ella) como palabra que utilizar cuando se desconoce el género de alguien”, afirma la autora.
En 2017, la editorial de esta cabecera, Condé Nast, lanzaba a nivel internacional Them, un medio definido como una plataforma para la próxima generación desde la óptica de la comunidad LGTBIAQ+. Su mismo título revelaba esa misión: lo que en español es elle, en inglés es they, lo mismo para elles y them. Para divulgar sobre el uso apropiado de la lengua, editaron un manual denominado Guide to Gender Best Practices. De manera breve, introducían algunos términos clave como “cisexual”, “transexual” o “sexo asignado al nacer”. En julio del año pasado The New York Times publicó un artículo llamado It’s Time for ‘They’ y ese septiembre se incluyó en el diccionario de inglés americano Merriam-Webster. Con esto, queda claro que la revolución conceptual y gramatical es global, es latido de nuestra época y negarse a ella no es solo negar la existencia de unas realidades, sino también la propia. Por no hablar del negacionismo de una parte esencial en la antropología humana. Así lo recuerda le artiste multidisciplinar Megane Mercury. “Aunque las identidades no binarias no son nada nuevo teniendo en cuenta que antes de la colonización existían algunas sociedades donde no se concebía el genero de manera binaria, lo cual daba lugar a identidades sexuales que no fueran únicamente la de hombre y mujer y, además, a lo largo de la historia ha habido gente no binaria aunque el término como tal no se usaba o no existía; sí es verdad que a nivel conceptual el no binarismo de género se presenta como algo relativamente nuevo a la sociedad”, comenta.
Por su parte, Ártemis López, también conocide como Queerterpreter, es traductore e intérprete de género no binario, de manera que integra en su totalidad la complejidad de la situación, al tiempo que aporta la solución. Su lema es: “The world is changing. Language is changing. I can help”. Preguntade por cuál considera que es el grado de conocimiento de las identidades no binarias entre el gran público, responde: “Creo que la sociedad en general no sabe muy bien que existimos las personas no binarias. Esto lo veo de una manera muy clara cuando hablo sobre el lenguaje no binario, porque mucha gente cree que el problema es la inclusión de las mujeres y si se sienten representadas por el masculino genérico, pero no conciben que el tema pueda ir más allá. Por lo general, le españole medie que sabe que existimos lo sabe porque conoce a alguien no binarie. En este aspecto, la visibilidad en los medios es muy importante para la visibilización más general, porque también formamos lazos afectivos como espectadores. La visibilidad en los medios depende mucho del género (del producto) en concreto. Se me ocurren varios ejemplos de series de animación, videojuegos independientes y películas con personajes no binarios, pero no conozco ejemplos de atletas, reporteres o presentadores de concursos no binaries”.
Hace unas semanas veíamos cómo Marieke Lucas Rijneveld se convertía en la revelación de la literatura con su obra La inquietud de la noche (Ed. Temas de Hoy), sin embargo, se lleva al titular su no binarismo de género y en el subtítulo se habla de elle como “la autora”. Ha ganado el premio International Booker Prize, con el consiguiente abrazo mediático, pero el desconocimiento –o el inmovilismo con tintes reaccionarios– es generalizado. Este hito coincidía con un post en el que Sara Ramírez, popular por su paso por la serie Anatomía de Grey, expresaba su identidad no binaria en Instagram. Como si el mundo se hubiera puesto de acuerdo y nos hubiera regalado una constelación de hechos que favorecen la visibilidad de este colectivo, solo unos días antes La Berlinale anunciaba un premio para las mejores actuaciones sin distinción de géneros. Un reclamo que había hecho la actriz Emma Watson en 2017 y que había sugerido en diferentes ocasiones Asia Kate Dillon, intérprete de género no binario que saltó a la fama con Billions y que participa en Visible: Out on Television, una serie documental sobre el colectivo LGTBIAQ+ de Apple TV+. Sobre esta medida, López comenta: “Muchos premios están segregados de manera binaria porque, aunque podían presentarse candidates de cualquier género, había sesgos importantes y se les otorgaban principalmente a los hombres. Eso seguimos viéndolo en premios como el Oscar a la mejor dirección, que no está segregado y en más de 90 años solo se ha nominado a cinco mujeres. Sin embargo, les artistas no binaries también merecen poder participar en categorías como la de mejor interpretación. Sería importante establecer pautas y cuotas para todas las categorías para que al incluir a las personas no binarias no demos marcha atrás contra el sexismo en general, y creo que esta sería una buena oportunidad para aplicar esas pautas a todas las categorías, hasta las que ya son unisex sobre el papel”.
Junto a los mencionados, cada vez son más los nombres de personas no binarias que se abren paso en las artes y la cultura. En la música existe el ejemplo de Arca, colaboradore de Rosalía, autore de algunos de los mejores espectáculos del Sónar y coprotagonista de la última portada de I-D con Björk. También el de Bonitx (Edu Rubix), que estrenaba recientemente su canción Sin ti, y que comparte con Vogue.es sus sensaciones al ver que diferentes artistas de género no binario saltan a la esfera pública. “Me pregunto cuántas personas habrán descubierto la palabra ‘no binarie’ a raíz de sus historias y a cuántas les habrá ayudado a ver que esto es una posibilidad corporal y política que existe y que es actualmente encarnada por muches. Aun así, queda mucho trabajo por hacer. Si miras entrevistas o artículos referidos a las personas que comentas, se continúa hablando de elles con pronombres femeninos (los que se les asignaron al nacer). Yo también me he encontrado artículos que hablan sobre mí en masculino cuando mi nombre artístico y las notas de prensa ya especifican claramente que no tiene que ser así. Esto tendría que ser inaceptable”. Coincide con elle Ártemis López, que da una recomendación. “Una de las cosas que más me ayudaría como traductore sería si tanto las personas reales como los personajes compartieran sus pronombres (en idiomas como el inglés) o género gramatical (en idiomas como el español), ya no en pantalla sino en las biografías, páginas web, etc., tanto si son cis como si no”. Un ejemplo positivo es la agencia de modelos We Speak Models, que trata de enriquecer con diversidad la industria de la moda. Su fundadora, Briauna Mariah, explicaba así la inclusión de su pronombre en la firma de su correo electrónico: “Es una muestra de respeto por la identidad sexual de les demás”.
En este sector, destaca Indya Moore, modelo de portada en el número de noviembre de Vogue España, que se identifica como persona trans no binaria; y Noah Carlos, modelo que ilustra este reportaje y que ha posado para Zara y desfilado para Helmut Lang, Mugler, Vivienne Westwood o Savage x Fenty. “Creo que los errores más recurrentes tienen que ver con los pronombres. Con una simple pregunta te puedes asegurar de qué pronombres se prefieren. Cuando alguien te lo pregunta, sientes que te tienen en cuenta, que te cuidan. Somos seres humanos y queremos ser tratades como tales, no somos extraterrestres”. Sobre la sensación de que la industria de la moda pueda llevar camino avanzado en comparación a otras, comenta: “Personalmente me gustaría creerlo. La moda todavía está en una fase en la que te preguntas: ‘¿Me estás usando para completar tu cuota de diversidad o realmente me estás llamando por lo que soy?’. Supongo que el tiempo lo dirá. Hasta entonces, todas las industrias culturales tienen mucho por hacer”. En una entrevista con I-D, Noah Carlos relataba que en el baile de invierno de la escuela se puso un vestido. Estaba bailando y “varios tíos del equipo de fútbol americano de la universidad” se le acercaron y empezaron a tirar del vestido, hasta que se le calló. Elle siguió bailando. Ahora, una industria entera recibe con entusiasmo su singularidad. “No sé cómo me siento al respecto, todavía no he tenido tiempo de procesarlo por completo a pesar de que han pasado casi dos años. Lo que puedo decir es que estoy muy agradecide por ser recibide en este sector con los brazos abiertos. Siento y sé que llegué en el momento adecuado con firmas dispuestas a traspasar los límites de la diversidad, mucho más allá de los estándares anteriores”.
En conclusión, Bonitx expone: “Creo que todo lo relacionado con el colectivo LGTBIAQ+ está experimentando un boom en la cultura mainstream. Esto, por una parte, está bien, ya que por primera vez se da voz a experiencias que siempre habían estado invisibilizadas y se aportan espacios para desarrollar las obras de personas que antes nunca hubiesen salido a la luz de la esfera pública cisheteroblanca. Ahora, siempre que algo es absorbido por la cultura de masas va de la mano de un proceso de fetichización por el que se empiezan a utilizar ciertas vivencias como tokens. Así la norma puede generar beneficios a su costa y seguir manteniendo el control. Piensa en las grandes marcas utilizando a personas racializadas, gordas o queer (siempre las mismas) como excepciones dentro de campañas bastante normativas para beneficiarse de nosotres a cambio de ‘visibilidad’. O en hombres cisheteros utilizando toda una estética de lo queer en algún que otro videoclip sin ir más allá de la imagen o trabajando con algune artista del colectivo para subir en streams. Y eso no es lo que queremos. Desde luego no que se mercantilice nuestra vida, sino que se nos valore desde nuestra experiencia situada, como a cualquier otra persona”. Como han manifestado todes les entrevistades de este artículo, queda camino por hacer. Pero, al menos, ya se ha empezado.