Julieta rompió con los estereotipos y cuestionó los paradigmas sexobiológicos de la salud en Mendoza: es la primera mujer trans graduada como enfermera, profesión que ejerce desde hace trece años. Una historia de esfuerzo y compromiso.
Fuente (editada) GENTE | Pablo Procopio | 2020/04
«El coronavirus no te pregunta a quién votaste, de qué partido, religión, raza o sexo sos: te ataca sin permiso. Hay que entender que la medida de aislamiento social preventivo y obligatorio tiene un fundamento epidemiológico y un objetivo: frenar la velocidad de contagio”, reflexiona Julieta Antúnez Ríos (40) desde Mendoza. La primera enfermera trans recibida en esa provincia forma parte de la generación de profesionales de la salud que le han puesto el cuerpo, las fuerzas y el conocimiento a la pandemia de la gripe H1N1 en 2009 y ahora está en la primera línea de batalla frente al Covid-19 en el hospital Italiano. “Nosotres, les enfermeres, somos el nexo entre les profesionales de la medicina y la gente, y terminamos haciendo por elles lo que no pueden por sí soles. Estamos cuando las circunstancias no permiten que esté nadie. Yo estoy siempre dispuesta a poner el cuerpo para ayudar a quien lo necesite”, cuenta Julieta, cuya infancia transcurrió “en una familia tradicional, cisheterosexual y católica”, entre la casa familiar y la de sus abueles por parte de madre.
Luego de aclarar su identidad a los 16, llevó tiempo para que su familia la aceptara. Por eso recuerda esos años en que la sociedad era muy cruel: “Me produjo mucho dolor psicológico, impotencia, lágrimas y sufrí trastornos alimentarios, porque tuve que estudiar e insertarme al mundo laboral disfrazada de varón. Tuve que fingir y mentir para poder vivir y ser la persona que soy hoy”. Y sigue: “Estudiar y tener dos trabajos me aseguraba estar la mayor parte del día con uniforme de enfermería, lo que impedía situaciones de discriminación directa… Pero no vivía plenamente. A pesar de los dolores, lo que el árbol tiene de florido vive de lo que tiene sepultado”, explica la enfermera, que dice haber aprendido de los tropezones y asegura que hoy “ya no permito que nadie me trate mal”. La profesional de la salud asegura: “No quería ser parte del 80 por ciento de las personas trans que son condenadas al ejercicio de la prostitución como única alternativa de subsistencia”.
Recuerda que no le permitieron estudiar Medicina porque su imagen no condecía con los datos registrales de ese entonces. Hoy, en plena lucha contra la pandemia, siente orgullo. “Hace poco, una señora que estaba atendiendo me dijo emocionada: ‘Antes ustedes nos daban miedo; hoy nos están cuidando’. Ahí me di cuenta de que hay gente que ya está tomando conciencia de que aquí nos salvamos o nos hundimos juntes”, se emociona. Y sigue: “Hoy estoy orgullosa de que ya somos ocho las enfermeras y otras cuidadoras domiciliarias con título y que tuve la suerte de ayudar a formar, aunque la realidad no permite que todas mis compañeras estén insertas laboralmente”.
–¿Qué consejos le das a la gente en esta época de pandemia? –Como enfermera te pido que me ayudes a mí y a mis colegas. Quédate en casa, no salgas, higienizá bien tu hogar y extremá las medidas de protección. No quiero ver en nuestra Argentina las postales de otros países. No quiero enfermeras tirando la toalla, agobiadas de ver partir a tantas personas. No quiero enfermarme, pero estoy dispuesta a poner el cuerpo para ayudar a quien lo necesite. Tu parte es quedarte en casa. No nos defraudes.