El tratamiento de sustitución hormonal salva vidas y, sin embargo, todos los años faltan en el mercado medicamentos basados en estrógenos.
Fuente (editada): ctxt CONTEXTO Y ACCIÓN | Rosa María García | 2/07/2021
Soy una mujer trans no binaria, llevo más de dos años en tratamiento hormonal y he tenido que cambiar de medicamento cuatro veces en los últimos meses. Primero fue Meriestra, pero dejó de haber. De todas formas costaba quince euros la caja; por suerte, solo tenía que comprar una al mes. Así que me pasé a Climen. La pública lo cubre y pensé que era una opción bastante segura porque muchas amigas cis lo usan también, pero no: al mes dejó de haber. Total, que empecé con Progynova; no está financiado, pero sigue siendo más barato que Meriestra. Al mes, había desaparecido de todas partes. Luego empecé con Lenzetto. En el grupo de personas trans de la Región en el que estoy varias chicas habían comentado que no encontraban, así que pensé que iba a tener que seguir cambiando medicación…, si es que tenía suerte.
Cada año hay desabastecimiento de medicamentos basados en estrógenos. El año pasado hubo, y los ha habido también unas cuantas veces más en los últimos cinco y diez años. No sé si sucedió antes, porque no he podido encontrar información de Topasel –el inyectable que se usaba hasta que lo retiraron en 2006– y no hay manera de saber si no había problemas o si a los periódicos simplemente les daba igual –cosa que es bastante probable. Por lo menos nos reímos un poco cuando nos hablan de las oscuras conexiones entre el “lobby trans” y las farmacéuticas. La realidad es un argumento muy triste cuando nos creen dueñas de los engranajes del capital y del género y resultamos ser una más de tantas víctimas. Siempre en los márgenes de los márgenes, pero siempre peor para unas que para otras.
Los estrógenos son parte de un tratamiento hormonal que nos ayuda a la mayoría de mujeres trans y a muchas personas no binarias, pero también a muchas mujeres cis y a mujeres intersex particularmente. En el caso de las mujeres trans en concreto, es algo muchas veces necesario para poder relacionarnos mejor con nuestro propio cuerpo; y, en especial, se nos exige aún hoy para poder cambiarnos el sexo legal. (No, todavía no hay una legislación que nos reconozca a muchas personas trans como no binarias…, al menos explícitamente).
Cuando llevas un tratamiento así no puedes dejarlo sin más. Tu balance hormonal cambia, tu regulación hormonal cambia, y tu cuerpo empieza a cambiar ciertas cosas. Esa no es la parte más difícil. El problema más importante viene con la ansiedad y el –más que probable– episodio de depresión que lo acompaña. El problema viene cuando salir a la calle para ir al trabajo o al instituto parece imposible. Cuando mirarse al espejo duele porque no te devuelve la imagen que estaba antes. Cuando cocinar, ducharte o sacar al perro dejan de ser necesidades para pasar a ser complicaciones.
Muchas personas tenían situaciones así antes del tratamiento hormonal, y han sido precisamente los estrógenos los que han cambiado eso. Los problemas de disociación son habituales en personas trans que viven un trauma con su sexo-género asignado. Cuando una persona transiciona, por ejemplo a través de las hormonas, no lo hace para “sentirse mejor consigo misma”, lo hace por pura supervivencia. Llamarlo “trauma” no es ninguna exageración. El tratamiento de sustitución hormonal salva vidas. Podéis mirarlo en los artículos científicos si no me creéis, pero confío en que la palabra de una persona trans con incontables amistades y conocidas trans baste para darlo por real.
Por eso, el desabastecimiento afecta a nuestras vidas. Y, por eso, el desabastecimiento es un problema de salud pública.
No somos las únicas para las que la salud en este país es un lujo, y hay motivos para ello. En Murcia, para ser anestesiada en un aborto tienes que pagar cien euros. De lo contrario, la operación va a doler horrores todas y cada una de las horas que dure. En cuanto a la atención psicológica no sólo estamos a cita cada tres meses, es que la psiquiatrización le arranca a muchas personas su derecho a vivir en dignidad y sin tutelajes –o incluso las mata, como en el caso de Andreas Fernández. A las personas migrantes no regularizadas se les ponen todo tipo de muros burocráticos delante para acceder a asistencia sanitaria pública, de manera que se las abandona a su suerte. El problema no termina nunca.
El desabastecimiento es una parte más de la violencia que recibimos las personas trans en el ámbito sanitario. Las presiones para someterse a modificaciones corporales y la desinformación son habituales; para las personas no binarias, los intentos de conversión para binarizarlas no son raros. A menudo, nosotras mismas tenemos que educar a las sanitarias. El informe de Transgender Europe “Overdiagnosed but Under Served” (2017) da algunos datos: la mitad de les encuestadas afirmó que el personal de medicina, psicología y psiquiatría con el que trataban no tenía conocimiento sobre las realidades y necesidades trans. Cuatro de cada diez usaban el género incorrecto a la hora de referirse a elles.
A todo esto se une el problema con el que nos vemos cada año, y que esta vez se ha agravado, pandemia mediante. Hasta hace poco no teníamos ninguna información sobre ello. No sabíamos por qué no encontrábamos medicamentos que son tan fundamentales para nosotras, no sabíamos a quién acudir y ni siquiera sabíamos hasta qué punto era un problema extendido. Lo único que sabíamos era que cada persona con la que hablábamos tenía los mismos problemas.
El otro día, el ya exsenador Eduardo Rubiño le preguntó a la ministra de Sanidad el motivo, así que ya tenemos respuesta institucional: “En el caso de Climodien, Climen o Progyluton, la falta de suministro se ha debido a limitaciones en la capacidad de la planta de Bayer”. Es preocupante que la salud de las personas dependa de la capacidad de una empresa privada y de su interés por hacer caja. Lo hemos visto con la covid-19, pero se puede ver en los cientos de millones de personas en todo el mundo que viven en pobreza extrema. Cuando los recursos son un negocio, la vida es un negocio. Y si la vida no sale a cuenta, es exterminada silenciosamente. De esto también hay responsables que tendrán que rendir cuentas en algún momento.
La ministra también dice que hay alternativas a los medicamentos desabastecidos, y que están informando a las asociaciones LGTBI de la situación. Yo no he tenido acceso a esa información, y tampoco ninguna otra persona trans que conozca. En lo que a nosotras respecta es la primera vez que vemos declaraciones institucionales sobre el tema.
Por eso, hace unos días abrí un cuestionario para conocer mejor la situación, para poder sacar algunos datos básicos y dar voz a las personas trans afectadas. Los resultados están disponibles en un informe que hemos colgado en la web de Rebelión Feminista. Y no son buenos. Casi la mitad de las personas encuestadas han tenido que cambiar de medicamento desde comienzos del pasado mes de mayo; más de un cuarto de ellas ha tenido que acudir a otras farmacias para encontrar el medicamento que suelen usar; y algunas han tenido que dejar el tratamiento por el momento. Sólo el 15% afirma no haber tenido ningún problema con el desabastecimiento.
La muestra no es grande, pero da una idea de la proporción de los problemas que vivimos a nivel usuarie. Algunas de las situaciones que se repetían eran los problemas de ansiedad y miedo, los desplazamientos constantes y las cargas económicas adicionales –hay muchos menos medicamentos disponibles financiados por la sanidad pública. Varias de las personas explican: “He preguntado en varias farmacias y lo he encontrado gracias a que varias personas me han ayudado llamando a varios sitios”; “Desde que empecé mi transición [hace año y medio] he cambiado seis veces de medicamento”; “He tenido que racionar el medicamento para llegar al mes”.
La situación es esta, y las buenas palabras de una ministra no valen para arreglarla. Tampoco creo que podamos esperar gran cosa del partido que firmó un panfleto tránsfobo en pleno mes del Orgullo el año pasado, o que está poniendo todos los bloqueos posibles a los derechos humanos de las personas trans. Por eso este año hemos pedido su expulsión del Orgullo después de que se negaran a valorar siquiera la Ley Trans que propusieron otros partidos hace meses –no hay que olvidar que esa propuesta nació tras una huelga de hambre de más de cien personas trans y familiares. También hizo falta una huelga de hambre para que el PSOE se dignara a aprobar la ley de 2007, que nos reconoce y nos permite cambiar nuestro sexo legal; y, sin embargo, llegaba quince años tarde con respecto a las demandas del Colectivo de Transexuales de Catalunya.
Todavía no sabemos qué anteproyecto saldrá de la negociación en el gobierno, pero sí tenemos claro que no vamos a tolerar que se excluya a personas no binarias, menores y migrantes trans. Si no son para todes, no son derechos. Y si no son derechos, no los queremos.