“El odio ya no viene solo de la extrema derecha, también de sectores del feminismo y sus campañas aberrantes contra las personas trans”, denuncia Eugeni Rodríguez, presidente del Observatorio contra la LGTBIfobia

Fuente (editada): EL PAÍS | Amparo Pérez | 23 ENE 2024

En el mes de julio, Ahora Donde ―la asociación que apoya a las víctimas de LGTBIfobia en el entorno familiar― recibió una solicitud “contrarreloj”. Noelia (nombre ficticio) estaba durmiendo en la calle. Sus progenitores la echaron de casa por ser una mujer trans. “Sola, con 19 años, sin medios para sobrevivir”, subraya Alberto Antón, voluntario de la asociación. Su caso es cada vez más habitual: Cataluña cierra el 2023 como el año con más agresiones, físicas o verbales, contra las personas del colectivo LGTBIQ+, y una de cada cuatro de estas víctimas se identifican como personas trans, según el informe del Observatorio contra la LGTBIfobia.

El año pasado Cataluña registró 302 agresiones―actos de discriminación o violencia tanto verbal como física―, el número más alto desde que hay registros. Esta cifra récord supone un aumento del 27,4% con respecto al año anterior y del 6,3% respecto a 2021. Barcelona ha sido la ciudad con más registros (160 incidencias, especialmente en los distritos de Sant Martí, Sants-Montjuïc y el Eixample). La mayoría de incidencias se han registrado en la vía pública (24,7%), y en los espacios de ocio nocturno (donde han aumentado los dispositivos de detección). En tercer lugar, el transporte público y las redes sociales.

El hombre gay ha sido la víctima mayoritaria (119 hombres), seguido del colectivo trans. “Es muy alarmante que una de cada cuatro personas agredidas sean personas trans, especialmente mujeres. Es muchísimo”, advierte Eugeni Rodríguez, presidente del Observatorio. Estos datos coinciden con los registros de Ahora Donde: el 55% de personas que les han contactado en busca de asistencia no se consideran cis. Además, la primera incidencia de 2024 ha sido una mujer trans de Girona. Para Rodríguez las causas de este aumento coinciden con la palabra del año pasado. “La sociedad está polarizada con respecto al colectivo LGTBIQ+, pero la polarización aumenta cuando hablamos de la Ley Trans. Se ha generado un movimiento inmenso en contra de estas mujeres”, señala. Rodríguez subraya que este discurso de odio ya no viene solo de la extrema derecha. “Me refiero a ciertos sectores del feminismo, y sus campañas aberrantes. Cuando el discurso de odio se institucionaliza, los contrarios al colectivo se sienten legitimados para ejercerlo”, añade.

Cristian Carrer, psicólogo del Observatorio, explica que es importante acompañar a las víctimas de estas violencias, desde la perspectiva psicosocial: “Les hacemos ver que los agresores no son ‘las manzanas podridas’, sino que la raíz del problema está en nuestra estructura social que es LGTBIfóbica. Y es cierto que algunos sectores del colectivo están más aceptados que otros”, explica. Actualmente, la diversidad sexual está “más normalizada” que la diversidad de género. Josep Maria Mesquida es el presidente de la Fundació Enllaç y afirma que una persona trans “atenta contra el orden de género de manera más pública que una persona homosexual. De la misma forma que el homosexual al que ‘no se le nota’ es más respetados”, puntualiza Mesquida.

“Cuando las víctimas contactan con la asociación, lo primero es sacarlas de la calle―si es que están en esta situación―y para eso tenemos que activar el dispositivo”, cuenta Antón de Ahora Donde. La ley contra la homofobia (2014) permitió poner en marcha un protocolo para coordinar la actuación de las distintas asociaciones y administraciones y proporcionar asesoramiento legal y psicosocial a las personas LGTBIQ+ en situación de vulnerabilidad. En Barcelona, gracias a este dispositivo, situaciones como las de Noelia tienen solución: “desde Ahora Donde estamos haciéndole los papeles para la Renta Garantizada de Ciudadanía (RGC), en el Servicio de Atención Integral del Ayuntamiento le han dado una vivienda de acogida y están tramitando la vuelta a los estudios y desde el Observatorio la asistencia terapéutica”, cuenta Antón.

La cooperación entre estos organismos evita que las personas en esta situación se victimicen cada vez que tengan que dirigirse a alguna administración, “revivir la agresión aumenta las secuelas psicológicas”, advierte Carré. Los pensamientos compulsivos, las alteraciones en la pauta alimentaria o de sueño, el aislamiento social o profesional y la ansiedad son algunas de los síntomas que presentan las personas que han sufrido este tipo de agresiones.

Como presidente del Observatorio, Rodríguez se siente orgulloso del buen funcionamiento del dispositivo en la ciudad de Barcelona. Aunque, insiste, no es suficiente: “El 90% de les agresores fueron hombres y cada vez más jóvenes, esto denota un fracaso absoluto como sociedad”, reivindica. Rodriguez reclama a los poderes públicos más inversión en recursos materiales, humanos y económicos, y educativos para revertir esta curva de violencia. “Necesitamos políticas públicas que asuman estas acciones, al final solo somos una ONG y nuestro alcance es limitado”, reconoce. Políticas públicas, concretamente, de prevención, subraya Carré: “Tenemos una ley que nos protege, pero quizás hay que poner el foco en las personas que ejercen la discriminación y no tanto en el colectivo como sujeto de protección”.