Está destinado en el cuartel de Alcora (Castellón) y quiere ascender a suboficial. «Lo más duro ha sido el rechazo de mi padre, también es agente; en la Guardia Civil no he tenido ningún problema», asegura.
Fuente (editada): EL ESPAÑOL | Enrique Recio | 20 septiembre, 2020
Hasta hace poco más de un año, en el cuartel de la Guardia Civil de Alcora (Castellón) todos conocían a Izan (1993, Málaga) por su nombre anterior. Un agente malagueño recién llegado que tras estudiar Ciencias del Deporte durante cuatro años se había dado cuenta de que, en realidad, lo de ser profesor no iba mucho con él. Y de que lo que verdaderamente le hacía feliz era seguir el ejemplo de su padre: convertirse en guardia civil.
En aquel entonces tenía 22 años. Ingresó en la academia de guardias de Valdemoro (Madrid), se preparó las oposiciones, superó las pruebas teóricas y físicas, hizo un año de prácticas en Haro (La Rioja) y lo destinaron a su primer cuartel. Sin embargo, él sabía que algo no iba bien.
El origen estaba en un vídeo de YouTube. Un fragmento de apenas unos minutos que le había roto por completo todos los esquemas. En él aparecía un chico, de similar edad a la suya, hablando sin tapujos de su identidad trans. Supo que era lo mismo que le ocurría a él. «Me marcó. Pensé que podía ser yo. La única imagen que tenía de la transexualidad era de otra época y relacionada con malas experiencias. Esto era distinto».
Intentó quitárselo de la cabeza, pero no pudo. Y cómo iba a hacerlo. Se había dado cuenta por fin de que siempre había sido Izan. Llegar a esa conclusión no fue fácil. Tardó un año. 365 días en los que pensaba en sus amistades, en su familia y sobre todo en cómo iba a afrontar esta realidad en su puesto de trabajo, en la Guardia Civil. Día sí, día también, Izan ponía en el buscador de Google las mismas palabras: «guardia civil transexual». Siempre pensando encontrar el ejemplo de alguien, el de un compañero trans en su situación que le dijese ‘tranquilo, no va a pasarte nada’. Nunca lo encontró.
Sí dio, en cambio, con una compañera trans que, aunque había vivido capítulos de trasfobia en el pasado, le animó a dar el paso. Izan se lanzó y acudió al servicio de Psicología que había en su comandancia. «En ese momento, por mi cabeza pasaban mil cosas. No sabía qué reacción iba a haber, pero todo fue muy bien; el capitán me tranquilizó un montón y me dijo que le pidiese lo que necesitara», cuenta este agente. Izan no tardó mucho en compartirlo con sus compañeres del cuartel. Al día siguiente, les reunió a todes y les confesó que iba a iniciar un tránsito para comenzar a vivir con su auténtica identidad sexual. «Les dije que a partir de ese día me llamasen Izan», añade.
En ese momento, Izan, posiblemente sin saberlo, creaba un precedente en la Guardia Civil. Se convertía en el primer agente trans. Su historia, al contrario de lo que seguramente algunas personas imaginan, no esconde capítulos de acoso, discriminación o transfobia en el trabajo. Sino todo lo contrario. Habla por primera vez precisamente por ese motivo. Para que quienes como él buscan incansablemente las mismas palabras todos los días en internet y no hallan respuesta; con esta entrevista por fin la tengan. «Les aseguro que no encontrarán ninguna barrera, sino puertas que se abren. Al menos, es lo que he vivido yo. En la Guardia Civil no podemos ir en contra internamente de lo que tenemos que proteger, que son los derechos de las personas», declara Izan.
El tránsito social
La reacción de todo el mundo, dice, sus amistades, su familia y sus compañeres en el cuartel de Ancora, donde lleva un par de años trabajando, fue natural. «Nadie tenía ni puta idea claro, pero como casi todo el mundo, no es algo visible», sostiene. Izan lo explicó de manera sencilla.
De ahí en adelante, su vida continuó con total normalidad. Bueno, al principio tal vez no tanto. «Mis amistades y mi familia se equivocaban en el sentido de que me seguían llamando con el nombre anterior. Al inicio, cuesta. Incluso a mí me costaba hablar en masculino. Tú mismo tienes que hacer ese tránsito. En el trabajo si se confundían, siempre me decían perdona, Izan o perdona, él, pero siempre con naturalidad», sostiene. Esa fase algo más confusa, no obstante, no duró mucho.
Antes que cualquier transición física, Izan tenía claro que lo primero era el tránsito social. Así que tras hablarlo con sus superiores, transmitió a sus compañeres que desde el primer día entraría al vestuario de chicos, llevaría el uniforme masculino y que no registraría tampoco a ninguna mujer. En definitiva, viviría como un chico porque es lo que era. Nadie le puso ningún impedimento.
Y es que si inicias un tránsito, la ley no te exige modificar nada quirúrgicamente de tu aspecto externo ni interno. En su caso, Izan sí ha optado por operarse el pecho, pero jamás haría lo mismo con sus genitales. «Yo, personalmente, no me lo haría, porque no tengo disforia con mis genitales», apunta.
El DNI
Lo que la ley sí pone todavía complicado es el cambio del sexo y de nombre en el Registro Civil. Tanto que un año después de que iniciase su tránsito, en el DNI de Izan aún pone su nombre anterior. Y, administrativamente, en la Guardia Civil todavía sigue constando el sexo asignado al nacer. «Es todo un desastre. Para cambiarte el nombre debería valer con el certificado de empadronamiento, tu fotografía del DNI y tu afirmación del cambio por diversos motivos. Para el sexo, es todavía peor. Necesitas estar dos años con hormonas, tener un informe de Endocrinología y otro de Psicología, donde diga básicamente que tengo disforia de género, que no tengo trastornos psiquiátricos y un sinfín de barbaridades… La cuestión es que llevo un año y no tengo ni el nombre», crítica este guardia civil.
Este, podría decirse, desastre burocrático está causando más de un quebradero de cabeza a Izan. No porque unas letras vayan a cambiarle la vida, pero sí evitarle problemas, por ejemplo, dentro de la Guardia Civil. Y es que ahora que se está preparando los exámenes para ascender a suboficial dentro de la escala, todavía no sabe si tendrá que hacer las pruebas físicas como hombre o como mujer.
«No son pruebas super exigentes, pero yo tenía dudas y hablé con mi superior y después con Enseñanza. Allí me dijeron que, claro, nunca se habían encontrado con este panorama. Y que aunque sea un hombre, legalmente en la Guardia Civil me tienen que medir con el sexo que les consta en los registros, sobre todo pensando en si hay algún problema con el examen. Así que seguramente me lo harán como mujer», relata este malagueño. La diferencia en una prueba física a un hombre o a una mujer está el número de flexiones y en el tiempo del que dispones para correr dos kilómetros.
Su meta, por ahora, es conseguir ser suboficial para tener mayor probabilidad de pedir un traslado a Santander (Cantabria) y asentarse allí, donde vive su pareja y donde hoy recibe a este periódico para dar su primera entrevista. Está de vacaciones con ella, mientras se prepara el examen teórico del próximo 30 de septiembre. Se conocieron hace dos años. Ella fue la primera en saber que era Izan. Y desde entonces, todavía están más unides.
Su padre
No puede decir lo mismo de la relación con su padre, también guardia civil y, en lo profesional, su ejemplo a seguir. Él ha sido la única persona que no ha aceptado que Izan es Izan.
Si es guardia civil es gracias a lo que siempre le enseñó su padre de su profesión. «A mi me transmitió que éramos un servicio de seguridad hacia la sociedad. La seguridad en un Estado es imprescindible para que puedas sentirte libre. Siempre me llamó la atención el trabajo de defender los derechos de las personas y ese es el motivo por el que yo ingresé en el Cuerpo», cuenta este malagueño.
Su padre sintió más que orgullo cuando ingresó en la Guardia Civil, pero cuando años después le contó que era Izan, no lo aprobó. «Está en sus manos, lo he intentado por todos los medios, pero no hay manera. Hace un año y medio que no hablamos. Para mí lo más duro ha sido el rechazo de mi padre, y no el de la Guardia Civil, que pensaba que sería todo lo contrario a lo que he vivido», confiesa.
La reacción de su padre es otro de los motivos que ha llevado a hablar a Izan sobre su experiencia en la Benemérita. Y es que para él es importante que compañeres como su padre vean en este reportaje que el hecho de ser trans significa que eres igual al resto de personas. Tanto dentro del trabajo como fuera. «Tienen que verlo como algo cercano, no negativo y que le puede pasar a cualquier persona. La Guardia Civil es un reflejo de la sociedad y va avanzando conforme avanza la sociedad. La realidad es que todes somos personas, cada una con sus ideas, y que siempre se prima el respeto al resto. Yo nunca me he sentido discriminado por mi identidad sexual en el Cuerpo», afirma este agente.
A la inversa
Pero, ¿y si el caso de Izan hubiese sido a la inversa? Si fuese una mujer, ¿su situación en el trabajo habría sido la misma?
— «No, no habría sido la misma. Habría tenido menos aceptación social. Pero ya no en la Guardia Civil, sino en la sociedad. Es simplemente por el aspecto físico. Yo lo tengo más fácil porque no se me nota. A la inversa, socialmente, hay más prejuicios. Y es algo que hay que cambiar.»
En cualquier caso, lo importante es que nadie ni nada te condicione. «No es un paso fácil, pero no tiene sentido no darlo. Tienes que ser tú misme, nadie va a vivir la vida por ti. Si echo la vista atrás cinco años, me doy cuenta de que yo no estaba viviendo mi vida, tenía controversias. Ahora, me veo en el espejo y me gusto. Soy feliz. Estoy en paz conmigo mismo».