El despertar de la población trans ha hecho resurgir el odio de quienes temen perder el privilegio cis.
Fuente (editada): HUFFPOST | Mar Cambrollé | 03/08/2020
La población trans vive altos niveles de discriminación y de menoscabo de derechos en todo el mundo. La patologización de las identidades trans ha tenido un efecto en la vulneración de derechos y ha influido en la determinación de las legislaciones de los estados: en el modelo de atención sanitaria, en los contenidos curriculares educativos, en el acceso al empleo y en el derecho a la identidad reconocida en documentos acreditativos y/o actas de nacimiento. Se puede afirmar que la patologización ha sido la excusa para la violación sistemática de derechos humanos a las personas trans.
Son numerosas las declaraciones, directivas y resoluciones de instituciones como la ONU, Consejo de Europa, OEA o la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que abogan por poner fin a las múltiples dificultades a las que se enfrentan las personas trans, recomendando a los estados la implementación de políticas públicas y marcos jurídicos que savalguarden la dignidad e integridad de las personas trans. En este sentido, el pasado 30 de julio de 2020, la Comisión Europea emitió un informe exhaustivo sobre los procedimientos legales de reconocimiento de género y sus impactos en la vida de las personas trans en la UE. El mismo día que se hizo público el informe, la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, declaró: “nuestros Tratados garantizan que en Europa todas las personas sean libres para ser quienes son, vivir donde quieran, amar a quien quieran y aspirar a tanto como quieran”. Por tanto, la libre determinación de la identidad y expresión de género forma parte pues del acervo en derechos humanos europeo.
En la última década se han dado grandes avances en el debate, reflexión y análisis de la situación de las personas trans. Asimismo, la visibilidad de las infancias trans y la organización activa de las familias han sido fundamentales para poner en evidencia el “maltrato” y la “ausencia de políticas públicas” para blindar el libre desarrollo de la personalidad y proteger como instituciones a las infancias, ya que estas son diana de altos índices de acoso, soledad y rechazo, lo que hace disparar los intentos de suicidio en este periodo vital, que es corto y que marca a las personas.
El activismo, sin lugar a dudas, ha tenido una incidencia social, mediática, cultural y política que ha cambiado la mirada social y el abordaje por parte de profesionales de la educación, trabajo social, psicología, sexología, que han pasado de una percepción patológica como algo a “tratar” o “curar”, a un trato desde el respeto a la dignidad y a entender las identidades trans como una expresión de la diversidad humana.
Hemos pasado del cuerpo equivocado a corporabilidades diversas, del tutelaje de la medicina al empoderamiento, de la disforia a la euforia, de estar expulsadas en los márgenes sociales a empezar a tener presencia en la política, cultura, arte, los medios…
Existen muchos países donde el gran esfuerzo de las, los y les activistas está haciendo posible marcos jurídicos de protección y reconocimiento de derechos para las personas trans, avances que van acompañados de un cambio en los discursos, todo ello con un alto coste emocional y personal para les activistas.
El despertar de la población trans también ha hecho resurgir el odio de quienes desde el privilegio cis, desean seguir con su labor paternalista, tutelar y de “salvadores”, perpetuando la superioridad, legitimidad y naturalidad con respecto a las personas trans. Un odio que se está materializando en los intentos de coartar el avance en derechos en muchos países, la intoxicación mediática cargada de prejuicios, con el fin de demonizar criminalizar y normalizar la violencia que ejercen contra las personas trans, con total impunidad y el silencio cómplice de quienes quieren pasar de lado.
Se está dando un fenómeno importado desde EEUU, que se extiende por Europa y Latinoamérica: la propagación de discursos transodiantes por corrientes políticas de ultraderecha y fundamentalismos religiosos, que están conviviendo con sectores progresistas, en el seno de las izquierdas, en nombre del “feminismo” y en personas con responsabilidad de gobierno, que no difieren en nada y están siendo abrazados y aplaudidos por esta misma ultraderecha.
Ahora más que nunca son necesarias voces que combatan este discurso transodiante, espacios que visibilicen nuestra realidad. Es el momento de la valentía y la resistencia.
Es el momento de la unión y la solidaridad, es momento de ganar el juego al miedo, a ese inmenso miedo con el que crecimos y con el que quieren que sigamos viviendo.
Las personas trans no tenemos nada que perder, solo podemos ganar. Ganar derechos y dignidad, para nosotras y para la sociedad.
¡Levántate y lucha por las generaciones de ayer, las de hoy y las de mañana!