Fuente: EUFORIA | Natalia Aventín Ballarín | 23 FEB 2023
A veces me pregunto cómo sería un mundo en el que la gente se parara a pensar antes de hablar. Hoy con rabia en el cuerpo, dolor en el alma, nudo en la garganta y las lágrimas asomando, esa pregunta resuena una y otra vez en mi cabeza.
La noticia salió ayer en todos los medios: “Dos adolescentes gemelas saltan de una ventana dejando notas de suicidio”; conmoviendo a una sociedad en la que la mala salud mental es algo cotidiano e incidiendo de una forma alarmante en la población joven. La noticia hoy se amplía con que era una chica y su gemelo, Iván, que había pedido que le trataran como Iván y que ayer acabó con su vida. Los medios hablan de que Iván tenía un problema con su identidad. ¿Por qué no pensarán lo que dicen?, el problema lo tienen los medios y todas las personas que hablan de Iván y le siguen tratando todo el tiempo en femenino, como si su trato y los prejuicios negando la identidad de Iván no tuvieran nada que ver con su muerte, como si el problema fuera la identidad trans y no la transfobia.
Todavía resuenan en nuestras cabezas los discursos que en el último mes se han escuchado en el Congreso y en el Senado a cuenta de la “Ley Trans”. El despropósito de discursos de Jaime de los Santos y de Patricia Rodríguez del PP, con quienes nos reunimos y quienes despreciaron la experiencia de nuestras aportaciones. Las infames declaraciones de Carmen Calvo, ex vicepresidenta del Gobierno, violentando una y otra vez a las personas trans y a las familias que acompañamos orgullosas sus vivencias. La tibieza de quienes, frente a la violencia y cuestionamiento de las realidades trans, se han puesto de lado intentando salvar los muebles. Y tantas y tantas horas de tertulias y debates con la ausencia del activismo y del sujeto político, diciendo cualquier cosa, alimentada por la ignorancia y los malditos prejuicios, por un puñado de audiencia.
Iván solo tenía 12 años y prefirió morir a seguir viviendo en este mundo y podría haberse evitado, no con psicofármacos sino con buen trato. Con un buen trato que no se le está dando ni después de muerto.