El Feminismo Radical Trans Excluyente (TERF por sus siglas en inglés) tiene su origen en los años 70 y se expande tanto en ideas como en integrantes y geografía hasta llegar a nuestros días, en donde las posturas terf, abiertamente transfóbicas, son defendidas por algunas «feministas» mexicanas.
Fuente: La Izquierda Diario | Leah Muñoz | 25 de septiembre de 2018
Este «feminismo» se caracteriza por rechazar a las personas trans y por buscar la exclusión de mujeres trans de espacios feministas y, en otros momentos de la historia, dichas «feministas» han demandado a los gobiernos, como en Estados Unidos, que se retire la atención médica y legal a las personas trans.
En este texto me centraré en los argumentos que el «feminismo» terf ha vertido para negar la experiencia como mujeres de las mujeres trans. Será motivo de otro texto hablar sobre los hombres trans y las transmasculinidades, ya que el «feminismo» terf también ha elaborado argumentos en donde se les señala como “traidoras” (así, en femenino, malgenerizando) y se les niega el reconocimiento de ser cuerpos que pueden gestar y por ende participar de forma activa en la lucha por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito.
Sobre los orígenes del «feminismo» TERF, Sandy Stone cuenta en una entrevista publicada en “TransAdvocate” que en los setentas en Estados Unidos el feminismo separatista era trans incluyente. Ella misma participaba de un colectivo musical feminista radical lesbiano separatista en California llamado “Olivia Records”, el cual era considerado un motor en el movimiento de música de mujeres en la década de 1970.
En este contexto, cuenta Stone, es que cartas de odio comenzaron a llegar a las integrantes de “Olivia Records”. Eran cartas que mandaba Janice Raymond, una feminista radical fundadora del feminismo trans excluyente, en donde criticaba la música que producía Olivia Records diciendo que la ingeniera de sonido, Sandy Stone, generaba mezclas “masculinas”.
Dicha afirmación, que presupone un esencialismo musical al señalar que existían mezclas musicales “masculinas” y “femeninas” producidas por hombres y por mujeres respectivamente, contenía el odio contra la figura de Sandy Stone, una mujer abiertamente transexual lesbiana, a quien se le decía que por ser transexual producía mezclas “masculinas”.
Lo que sucedió después fue un hostigamiento sistemático, acoso y amenazas de muerte en contra de Sandy Stone, hasta el grado de que un día las terfs se presentaron en uno de los conciertos de “Olivia Records” con armas. Dado el nivel de acoso, finalmente Sandy Stone dejó el colectivo y la música para dedicarse a la academia.
Desde entonces el «feminismo» TERF se fue expandiendo tanto en ideas como en integrantes y geografía hasta llegar a nuestros días en donde las posturas terf son defendidas por «feministas» mexicanas.
Janice Raymond, por su parte, se volvió la principal figura teórica del «feminismo» terf. En 1979 publicó el libro “El Imperio Transexual: la construcción del maricón con tetas” en donde ella argumenta que la transexualidad es una creación malvada del imperio falocrático que hace uso de la tecnología para entrar en los espacios de mujeres y ostentar el poder que ellas ahí tienen. Además, acusa a las mujeres transexuales de llevar a cabo una violación masculina al cuerpo de las mujeres al reducir sus formas a un “mero artificio”. Para Raymond esto quiere decir que las mujeres transexuales son consecuencia de la mirada masculina sobre lo que son las mujeres.
A partir de su publicación distintos planteamientos se han ido elaborando sobre las personas trans, todos ellos con distintas implicaciones políticas, pero si algo tendrían en común estos planteamientos es la construcción de una imagen de “mujer verdadera” que se toma como el estandarte para decir que las mujeres trans no son esas “verdaderas mujeres”.
Uno de tales planteamientos, bastante común entre varias «feministas», es la afirmación de que las mujeres trans no serían “verdaderas mujeres” porque se les crió y se les socializó como hombres en la infancia, y en muchos casos muchas tuvieron adolescencias e incluso vidas adultas como hombres en donde crecieron con los privilegios socialmente asignados a los hombres.
En este argumento opera un esencialismo genético (de génesis, no de la disciplina biológica) sobre el género ya que para estas feministas toda experiencia como mujer es válida y tomada en cuenta en la medida en que desde pequeña se ha sido socializada como mujer y, por ende, se ha sido mujer toda la vida. ¿Pero qué tipo de mujer? Una mujer, dicen ellas, que no ha tenido los privilegios masculinos.
Lo anterior no solamente deja de lado las experiencias de mujeres trans que transitaron desde muy pequeñas y que prácticamente toda la vida han sido socializadas como mujeres, sino que también deja de lado las experiencias de mujeres trans que al haber transitado después de la adolescencia o en edades adultas el mundo las socializa como mujeres y dicha socialización se da sin importar si antes tuvieron privilegios masculinos, ya que todos los privilegios son contextuales y en distintos momentos de la vida podrían ya no estar, como cuando se transita de un género a otro.
Por otro lado, el haber tenido privilegios masculinos tampoco significa que aquellas mujeres trans que gozaron de tales privilegios tengan una esencia masculina o malvada, como parece apuntar el argumento terf.
Más bien si todo privilegio es masculino no es porque en sí mismo tenga una esencia que lo haga un asunto exclusivamente de hombres, significa más bien que el acceso a dicha experiencia que se considera deseable está condicionada por el género.
Tomemos un ejemplo: viajar en solitario sin preocuparse. Hoy en día podríamos decir que el salir a la calle sin preocuparse es un privilegio masculino no porque consideremos que la preocupación intrínsecamente es un asunto de mujeres y no de hombres, sino más bien porque el poder viajar sin preocuparse es una experiencia condicionada por el género que se es, ya que dicha preocupación estaría generada por vivir en una sociedad patriarcal que sistemáticamente violenta a las mujeres.
No se trata pues de decir que las mujeres no queremos vivir esas experiencias que ahora son privilegio de hombres porque son los hombres en este momento de la historia quienes las disfrutan, sino más bien de luchar porque todes tengamos acceso a viajar en solitario sin preocuparnos y a salir a la calle sin miedo. En resumidas cuentas a que el género no se vuelva la condicionante para el acceso a tales experiencias.
Es por lo anterior que el argumento terf no sólo genera esencialismos sobre lo que son las vidas de mujeres cis y mujeres trans, sino que también las coloca en una posición en donde se abandona la tarea política de construir una sociedad en donde ellas también puedan disfrutar de aquello que hoy es un privilegio masculino.
Otro argumento que se ha generado desde el «feminismo» terf para rechazar a las personas trans es la idea de que la identidad sexual es un invento y propaganda de la “Ideología de género” ya que el género no puede ser un derecho individual sino que es un sistema opresivo sobre la realidad biológica que es el sexo.
Asimismo consideran que las mujeres trans son biológicamente machos que no cambian en lo fundamental en su realidad biológica, y señalan que el ser mujer no es un sentimiento o algo a lo que se acceda a voluntad, por lo que las mujeres trans son parte de la clase opresora masculina.
Vale la pena recordar aquí que en la década de los sesentas la medicina señaló que el sexo era el conjunto de características que incluían el sexo cromosómico, el sexo hormonal, el sexo genital, las características sexuales secundarias y el sexo psicológico. Más tarde la categoría de sexo psicológico sería cambiada por la de identidad sexual.
Sin embargo es importante señalar aquí que si el sexo psicológico, definido como el sentido de pertenencia que cada persona tenía a un sexo en particular, se consideró como un nivel de los componentes del sexo fue porque en las primeras décadas del siglo XX la llegada a los consultorios de personas intersex y de personas que más tarde se les calificó como transexuales generó que el estamento médico constatara la existencia de una dimensión sexual al nivel de lo psíquico que se presentaba como irreductible a cualquier otro nivel de las características que comprendían el sexo.
Ya décadas atrás los trabajos en fisiología animal habían dado cuenta de la existencia de características sexuales que podían modificarse. A partir de estos trabajos la medicina señaló que el sexo de un cuerpo no es fijo ni inmutable sino que se puede modificar a distintos niveles, como el sexo hormonal mediante una terapia hormonal, el sexo genital mediante la tecnología quirúrgica y las características sexuales secundarias como consecuencia de las anteriores.
Así pues los argumentos terf que dicen que una mujer trans es biológicamente un macho dejan de lado no sólo lo problemática que es pensar la biología humana en términos dicotómicos sino también el conocimiento actual sobre la biología del sexo y el hecho de que la maleabilidad de nuestra propia biología hace del sexo algo que pueda ser modificado y alterado ya sea para cambiar de sexo o para acentuar características sexuales generizadas, como mucha gente lo hace, yendo al gimnasio, tomando hormonas o realizando cirugías estéticas.
No se trata de buscar en un determinado tipo de biología, ya sea modificada o no, una legitimidad sobre la cual las mujeres trans se construyan como mujeres. Más bien una mujer trans se construye como mujer desde distintos caminos y mediante diversas tecnologías y prácticas de modificación corporal. Muestra de esto es que existen muchas experiencias de mujeres trans que sin hacer uso de las hormonas o las cirugías tienen una vida como cualquier otra mujer trans que ha usado hormonas o que una mujer cis.
En relación a la concepción que el «feminismo» terf tiene de la identidad sexual, considero que ésta no fue un invento a capricho de la medicina, como defiende la postura terf, sino que fue un descubrimiento empírico por parte del colectivo médico que en determinado momento se encontró con una dimensión sexual distinta al nivel del deseo que no se explicaba por algún arreglo específico de las características sexuales.
La declaración de que el género es un sistema opresivo y no un sentimiento o deseo es una concepción bastante simplista sobre lo que es el sistema de sexo/género y sobre las maneras en que opera el mismo. Claramente el género así como funciona hoy en día, de forma jerárquica y binarista, es opresivo para muchas subjetividades.
La filósofa feminista Charlote Witt ha señalado que el género tiene una fuerza estructuradora en la vida de las personas que se vuelve esencial para lo que es el ser humano. Esto abre fuertes preguntas para quienes plantean que el género simplemente debe ser abolido. Otra cosa distinta podría ser el plantearnos el abolir el sistema de género binario jerárquico como lo conocemos hoy en día, lo cual para nada significa eliminar eso llamado género.
En fin, sea como sea que eso se plantee y en lo que eso se traduzca en un futuro, si las feministas han dicho que existe un sistema de sexo/género es porque existen mecanismos que funcionan como productores y reproductores de distintos sujetos en relación a la diferencia sexual.
Estos mecanismos que producen y reproducen sujetes generizades operan a muy distintos niveles de la vida humana, dentro de ellos nuestra psique y nuestro deseo. Es por ello que para ser mujer no baste con que la sociedad le diga a una persona que lo es, sino que esa persona desee ser y convertirse en una mujer.
Es desde la fuerza del deseo que las mujeres trans nos volvemos mujeres.
Para ser lo que la sociedad cisgenerista quería que fuéramos no bastó con que se nos dijera que éramos hombres si dicho deseo nunca estuvo o dejó de estar.
Sin embargo para las ideas terf las mujeres no son deseo encarnado sino son meras víctimas que adquieren su condición de mujer por su “realidad biológica”. No las conciben como sujetas que, por sobre la asignación que la sociedad les hizo, deciden reafirmarse como mujeres por el deseo de ser mujeres y en ese deseo-de-ser poder transformar sus condiciones de vida en esta sociedad patriarcal.
Como diría Sandy Stone sobre el libro de Janice Raymond en los setentas “El mundo realmente necesita un libro sobre este tema, pero este material no es ese libro”, así hoy el mundo realmente necesita una buena teoría sobre el sexo, el género y la revolución sexual y social, pero el «feminismo» terf no es esa teoría.