Fuente (editada): Diario16 | Àlex Bixquert i Grau | 06/08/2020
¿Con qué edad les niñes cis saben si son niña, niñe o niño? O lo que es lo mismo, ¿cuándo tienen identidad sexual? Conozco personas cis que nunca se han cuestionado la posibilidad de transgredir esa etiqueta que se nos pone en función de nuestros genitales cuando nacemos y conozco otras que sí lo han hecho y han decidido quedarse con ella, hacerla suya.
Como hombre trans me resulta extraño que algunas personas hayan aceptado un destino impuesto sin siquiera pararse a pensar en lo que supone y en hasta qué punto determina nuestras vidas, en una sociedad sexista y machista, aceptar una etiqueta u otra. Cuando un niño cis con 4 años no tiene ninguna duda de que es un niño y simplemente acepta esa categoría, nadie se alarma, pero si lo hace un niño trans, entonces empieza una espiral de cuestionamiento y violencias.
Una persona trans puede tener clara su identidad con 3 años o no conocerla bien hasta los 60, pero lo que está claro es que cuando une niñe expresa la necesidad de mostrarse al mundo con una identidad sexual diferente a la que la sociedad espera no lo hace por capricho. Una niña trans no es una niña porque le guste jugar con muñecas, sino porque tiene la necesidad de que el mundo la reconozca como se ve ella misma. Es más, por experiencia sé que cuando una niña trans tiene clara su identidad y la manifiesta explícita y reiteradamente, pero quiere jugar con niños al fútbol y llevar el pelo corto, su identidad se cuestiona aún más, con todo el sufrimiento que eso conlleva para la persona.
En relación a esta necesidad real de les menores, el Tribunal Constitucional, en su sentencia 99/2019, modificó el artículo 1 de la ley 3/2007 que regula el cambio de la mención registral de sexo, ya que este vulneraba los artículos de la Constitución Española 10.1 (sobre el libre desarrollo de la personalidad) y 18.1 (sobre el derecho a la intimidad). Desde esta sentencia pueden cambiar su documentación les menores trans “con suficiente madurez y que se encuentran en una situación estable de transexualidad”.
Lo único que se pretende, en coherencia con la catalogación de la OMS, es que no tengan que pasar por un diagnóstico de un trastorno mental que ha sido descatalogado porque no existe (Robles et al., 2016). Cabe recordar, además, que esos diagnósticos basados en criterios sexistas consisten en preguntar sobre los gustos y aficiones relacionados con los estereotipos de género, cosa que no sirve para saber si una persona es trans, ya que la expresión de género y la identidad son cosas diferentes.
El otro requisito que se quiere cambiar, y que no afecta a les menores porque ahora se les considera excepción médica, es la obligación de los tratamientos hormonales para poder cambiar la documentación. En relación a esto se ha desinformado mucho recientemente. Es importante recalcar que desde el activismo llevamos años trabajando en empoderar a les adolescentes trans con sus cuerpos y que la manera más efectiva de hacerlo es que tengan referentes de personas trans jóvenes y adultas que no quieren pasar por procedimientos de hormonación y/o cirugías.
Aun así, es complicado y hay adolescentes que necesitan bloqueadores hormonales para evitar la enorme angustia que les genera el desarrollo de caracteres sexuales secundarios no deseados; eso sí, siempre bajo supervisión médica y con autorización familiar, lo cual a veces resulta muy difícil si la familia le rechaza por su identidad.
Para que las personas trans podamos aceptar nuestros cuerpos es necesario que la sociedad entienda que no se es menos válide como hombre, mujer o persona no binaria por tener un cuerpo determinado. De hecho, el discurso populista de ciertas tránsfobas autoidentificadas feministas construyendo una visión esencialista de la mujer como hembra humana solo empeora la relación de las personas trans con nuestros cuerpos. Bajen a la realidad de una vez y entiendan que eso no va a cambiar nuestra identidad: no se puede, solo sirve para limitar nuestros derechos y ponernos en una situación más vulnerable.
En lugar de desinformar, difundir estereotipos y discurso del miedo, las personas trans optamos por lo contrario: informar sobre nuestras realidades y tener voz propia para explicarnos en toda nuestra diversidad para construir espacios libres de transfobia. Es necesario que en las familias, en los centros educativos, en el vecindario, en los centros sanitarios y, en definitiva, en la sociedad se conozcan cada vez más las realidades trans para proteger a nuestra infancia y adolescencia, y poder acompañarles en su proceso, ajustándose a sus necesidades y respetando su autonomía.
Nuestro deseo para las nuevas generaciones es que tengan los referentes que nosotres no tuvimos. Referentes de las personas trans más normativas pero también de hombres trans con pluma, de mujeres trans butch, de personas no binarias con expresiones diversas, de personas que hacen unas u otras modificaciones en su cuerpo, de personas que no hacen ninguna, de personas que deciden no cambiar su documentación, de personas trans de todas las orientaciones sexuales, etc. Y también de personas no estrictamente trans: de personas que se travisten, de Drag Queens y Drag Kings, de personas cis con expresiones de género poco normativas, etc.
En definitiva, deseamos para las juventudes trans referentes de todo tipo para que, con mejor información, puedan ser más libres de encontrar el camino que a cada cual le sirva más en relación a su identidad. No es momento de discriminación. El respeto a la diversidad humana y a los Derechos Humanos es la base de una sociedad igualitaria. Excluir a una parte de las mujeres por características que no han elegido no se puede considerar feminismo, simplemente es otra cosa. Os recomendamos a las personas cis que empecéis a cuestionar la asignación patriarcal de vuestras identidades rígidas y binaristas, y a generar modelos alternativos de hombres y mujeres; nosotres ya lo hacemos y os llevamos ventaja.
Robles R, Fresán A, Vega-Ramírez H, et al. Removing transgender identity from the classification of mental disorders: a Mexican field study for ICD-11. Lancet Psychiatry. 2016;3(9):850-859.