El activista y exconcejal teldense Gregorio Viera reflexiona sobre el Día Internacional de la Memoria Transexual
Fuente (editada): TeldeActualidad | Gregorio Viera | 23/11/2019
Este grito desgarrador se oía en la sala Europa del Parlamento de Canarias, este 20 de noviembre Día de la Memoria Trans. Un acto que aunó a varias administraciones públicas como el Parlamento de Canarias, la Secretaría de Estado de Igualdad de Trato y Diversidad, la viceconsejería de Igualdad y Diversidad del Gobierno de Canarias y la FELGTB (Federación Estatal de lesbianas, gais, transexuales y bisexuales). Cuando un colectivo ve amenazadas sus libertades debemos sentirnos parte de él y luchar codo con codo”. “Debemos seguir reivindicando la memoria histórica de un colectivo que fue perseguido de la manera más cruel durante el franquismo”, afirmaba el presidente del parlamento Gustavo Matos cuando inauguraba las jornadas sobre transexualidad y franquismo.
Tres mujeres, tres testimonios vivos de esa represión, tres vidas truncadas de forma cruel en el franquismo que las había condenado por su identidad, Montse González, Marcela Rodríguez y Miryam Amaya, cada una con una historia y, ¡que historia!. Esta es una oportunidad de dar visibilidad a las reivindicaciones del colectivo Trans. «La dignidad nunca les fue arrebatada. Fue desde su dignidad personal desde donde combatieron las formas terribles de represión, odio e intolerancia, en un intento de negación que no tuvo éxito”. Es necesario hoy más que nunca este acto “en unos días en que determinados discursos políticos pretenden retrotraernos a esa época para retomar ese proceso de negar sus derechos”. Hay que seguir avanzando en este reconocimiento de la memoria histórica, no por revanchismo, sino por reconocer las luchas que hicieron ciertos grupos de personas como oposición a regímenes totalitarios”.
Todas coincidieron que el propio sistema las expulso de él, las excluyó, optando a trabajos mal remunerados, sin contratos y, sobre todo, sin poder cotizar. Al final, terminaban en la prostitución como forma de garantizarse llevar comida a sus casas, tener una entrada económica para seguir con sus procesos hormonales, en definitiva, para conseguir adecuar su cuerpo a lo que la sociedad esperaba de la identidad que sentían. Me sobrecogía la narración de sus vivencias, sus luchas, las palizas, las condenas con privación de la libertad. Algunas sumaban los días que se pasaban en los cuartelillos, eran años de su vida, pero, a pesar de todo eso, seguían adelante, los golpes no paraban su determinación, la intolerancia no acabó con sus aspiraciones más intimas, antes al contrario, las hacían más fuertes para conseguir lo que sabían desde pequeñitas, que eran mujeres y que ya era hora de poner en orden su identidad.
De las tres, Marcela fue la más cañera, la que nos hizo llorar, llorando ella en su narrativa de vida. El parlamento tuvo que oír los lamentos de una mujer, que maldecía a la clase política que las ninguneaba, a las leyes que las encorsetaban, las empobrecían y las obligaba a tomar decisiones en contra de su criterio y del sentido común, nos decía “es muy duro que por una maldita paga haya tenido que divorciarme de mi marido, por 426 malditos euros he tenido que llegar a esto. No servía para trabajar, pues nadie contrataba a una mujer transexual y si lo hacían, era por recomendación de alguien, pero un tiempo corto, no vaya a ser que se enterara. Luego, algunos hombres, esos que por las noches las buscaban en la calle donde se prostituían, por el día las condenaban y las vejaban.
Ha sido un acto de reconciliación, de visualización de un colectivo estigmatizado, afrentado, donde la falta de oportunidades para acceder en igualdad de oportunidades como el resto de la sociedad las ha expulsado del sistema, como la inexistencia de políticas públicas tendentes a fomentar la contratación de personas trans en empleos formales, hacen de este uno de los grupos sociales mas vulnerables a la hora de tener acceso a los derechos básicos de ciudadanía. El acceso al trabajo decente, entendido como aquel que dignifica y permite el desarrollo de las propias capacidades, no solo implica acceder a un empleo que genere un ingreso justo, sino también la oportunidad de contar con protección social para las familias y mejores perspectivas de desarrollo personal e integración social,…con pluma del Faycán
Con la pluma del Faycán.