Primera noche
Un par de horas de debate interno, con calambres en el estómago, dolor de cabeza y un cúmulo de emociones que gestionar. Pienso que quizá entre el resto de gente que secunda la huelga de hambre hay más personas como yo.
Anoche la glucosa estaba bien, la tensión un poco alta y descompensada, será por eso que me dolió la cabeza la mayor parte del día.
Echo de menos caminar por el monte con Buddy.
El sentimiento de decepción, se mezcla con el de frustración, tras la reunión con los grupos que apoyaron la investidura que siguen pensando que hay que darle una oportunidad al Ministerio, al Gobierno, solo unos días más, cinco, seis o siete días de huelga de hambre, ¿sabrá esa gente lo que es el hambre?
A estas alturas me dan igual los partidos, pienso preocupada en la gente buena que ha dejado de comer como acto de rebeldía frente a la desesperación.
Una oportunidad más a un gobierno que permite que su vicepresidenta tenga un discurso tránsfobo un día tras otro, que a base de no nombrar la ley trans que se prometió, pretende borrar a un colectivo que para mí son caras, rostros con nombre e historias, muchas de dolor y supervivencia, y también son pérdidas, en mi memoria las personas muertas que no pudieron soportar la violencia de la sociedad pero, sobre todo, de una administración que las discrimina y violenta sistemáticamente.
Para cuándo una oportunidad para la vida digna se pondrá por encima de la política trilera.
Deseo que las lágrimas de impotencia se conviertan en la fuerza para luchar mañana, día a día.
Segunda noche
Son las dos de la madrugada y no duermo. Me duele la cabeza y el alma.
Hoy era día de Pleno en el Congreso. De momento nos toleran frente a los leones. Tantas horas allí que el espacio urbano se transforma en nuestro campamento. Al grito de grupos de seis, nos vamos ordenando para cumplir las medidas de distanciamiento social vigentes.
Interrumpen discretamente la asamblea, que no acaba de superar la lupa de la Ley Mordaza para evitar la imagen de madres en huelga desalojadas por la policía frente al Congreso.
Se nos acerca todo tipo de personas, una transestelar, señores que nos cuentan cosas, gente que se solidariza y preguntan si pueden aportar económicamente, tres mujeres anarcosindicalistas que militan en diferentes sindicatos vienen juntas a darnos calor e interesarse por nuestro estado, feministas, periodistas, youtubers en busca de su presa, amigas con llaves para ofrecer su casa…
No me ha dado tiempo de ir a descansar, he repetido muchas veces lo mismo dicho de muchas maneras, radio, prensa, televisión… en algún momento me he roto y he buscado un poco de intimidad para soltar cuatro lágrimas.
Anecdoticamente representantes de la ciudadanía en el Congreso se han acercado. Sabemos que nos saben fuera porque un diputada se ha encargado de decirlo en el Pleno.
Lamentablemente las noticias que nos llegan desde dentro es que solo les preocupa nuestra hambrienta presencia porque les podemos afear su reluciente legislatura.
Nos retiramos cuando ya hace tiempo que ha oscurecido y solo tras el chequeo de glucosa y tensión. Glucosa bien, tensión mal, creo que es por eso que me duele la cabeza. El alma me duele por algo más profundo.