La mayoría de los colegios y los institutos respaldan el tránsito de su alumnado trans, pero las resistencias perviven.

Fuente (editada): EL PAÍS | Javier Martín Arroyo | 28 ABR 2021

Rüdiguer Velasco es un alumno trans de Zaragoza que lo pasó mal antes de disfrutar hoy ―con 14 años― de un ambiente escolar agradable. “En las Claretianas sufrí acoso y agresiones, y el profesorado no hizo nada, la directora incluida”, recuerda. “Luego, en el instituto Miralbueno, tuve un profe supertránsfobo y eso daba pie a más insultos. Le dije igual ocho veces que me llamara por mi nombre, pero lo hacía aposta”. Para las personas trans, especialmente cuando son menores, ser llamadas por su nuevo nombre cuando realizan el tránsito es un paso decisivo. A Velasco le costó lograr que la comunidad educativa le respetara a pesar de que la normativa le amparaba.

Su caso es cada vez más una excepción, según las asociaciones de familias trans. La inmensa mayoría de estudiantes son apoyades por sus compañeres, profesores y directores de colegios e institutos cuando llevan a cabo el cambio de identidad. Pero todavía queda trabajo pendiente para proteger a estes chavales del acoso y la discriminación, y las regulaciones autonómicas presentan diferencias. Los protocolos educativos de 14 comunidades obligan a los centros a respetar su deseo de llamarse como quieren. Solo Asturias, La Rioja y Castilla y León carecen de norma que les ampare, aunque esta última está tramitándola.

Andalucía tiene un protocolo, producto de su ley de transexualidad, desde 2014, pero como algunos centros ignoraban el deseo del alumnado al interpretar la norma, la Junta (PP y Ciudadanos) creó hace unas semanas una pestaña en su sistema informático para incluir una “identidad temporal” hasta poder cambiarla oficialmente en el registro y así zanjar el asunto. Una madre de Almería que prefiere permanecer en el anonimato relata el calvario que atravesó su hijo. “El nombre es tan importante al principio porque es lo único que tienen y les identifica, más importante de lo que la gente cree. Cuando el profesorado nuevo nombraba a mi hijo en femenino era una humillación y exposición muy grande, y siempre lo recogía a la salida del cole hecho un mar de lágrimas”. La Junta movió ficha después de que las asociaciones de familias trans pidieran amparo al Defensor del Menor andaluz, Jesús Maeztu.

En las dos últimas décadas, las familias de las personas menores trans han dado un vuelco al abandono de antaño para arropar a sus hijos, y solo en la última década las regiones han legislado para protegerles del acoso y respetar su cambio de identidad. A finales del siglo XX, el tránsito de identidad se solía posponer hasta la edad adulta, lo que implicaba el sufrimiento silente de muches menores. Ahora el cambio de nombre en la tarjeta sanitaria suele ser un trámite sencillo, y en el DNI se solicita al juzgado, que dictamina a favor la mayoría de las veces.

Las asociaciones LGTBIQA+ ven una lotería el ambiente escolar que pueden vivir les estudiantes trans. “Incluso las autonomías con ley y protocolo dependen de la buena voluntad del centro escolar, el desarrollo de las normas está muy retrasado. Si las familias no se movilizan y exigen, no hay ninguna garantía de que respeten sus derechos”. Estas asociaciones dirigieron un estudio reciente con 73 menores trans y destaca los “elevadísimos” niveles de acoso que sufren, además del riesgo de suicidio, tres veces superior a la media en la adolescencia.

¿Se te nombraba en la comunicación oral según tu nombre elegido? El 27% respondió “nunca” y el 26% “rara vez”. ¿Se respetaba tu nombre elegido en los documentos? El 39% contestó “nunca” y el 27% “rara vez”. El 58% del alumnado sufrió transfobia, y en la mitad de los casos el centro no hizo nada para apoyarles y solo el 57% tuvo asistencia gracias a los protocolos de tránsito.

La madre de Rüdiguer, Nuria Vázquez, a la que apoyó la asociación Euforia, Familias Trans Aliadas, asegura que su primer colegio, María Inmaculada Misioneras Claretianas, elaboró un informe psicopedagógico sin examinarle. El documento le señala como “alumno transexual” en la casilla de género, al tiempo que justifica que: “Es más el alumno quien no normaliza su situación. Todos lo integran como un chico y es él quien siempre resalta que es transexual”. Este informe fue desechado por la Directora Provincial de Educación y la Inspección Educativa por formar parte del fraude de parte de algunos centros concertados que, a principio de 2018, multiplicaron un 200% en cuatro meses el número de ACNEAE (Alumnado con Necesidad Específica de Apoyo Educativo) para limpiar sus colegios de diversidades.

Especialistas en Sexología y Trabajo Social, con experiencia con menores, censuran: “Lo sangrante es que no exista un marco regulador en todo el Estado y que haya infancias trans con diferentes derechos en función de dónde han nacido, cuando la Constitución garantiza la igualdad. La protección de las personas menores es una obligación del Estado, la ciudadanía y las familias. Nadie elige su identidad sexual, la descubre, y puede tardar más o menos, pero necesita información y si no la tiene, pues se retrasa causando sufrimiento. Y si las familias no tienen información, pueden tener prejuicios transfóbicos y poner en peligro su salud mental y física”.

Eider, une menore trans no binarie en Sevilla, ejemplifica la mayoría de casos, con unes compañeres de aula que normalizan por lo general los cambios de identidad a más velocidad que las personas adultas. Su madre nos cuenta: “Empezó en el confinamiento a darse cuenta de cosas, hasta que me eliminó de Tik Tok para poder expresar lo que sentía. Ahora ha vuelto a ser simpátique y ser la persona que era, no le hace falta hormonarse y acepta su cuerpo. No hay que entender nada, sino respetar y aceptarle”.