Trawah se encuentra en un barrio de clase media de la extensa ciudad portuaria del sur del país, y es propiedad de Bebo Haider, una mujer trans que llegó a Karachi en 2003 desde un pequeño pueblo rural en la provincia sureña de Sindh con el sueño de convertirse en esteticista. Esta es su historia.
Fuente (editada): El Comercio | 30/11/2019
Trawah es un salón de belleza pequeño, luminoso, decorado con tres grandes fotografías de modelos trans que se han convertido en clientes, porque el salón de Karachi es uno de los pocos en Pakistán que les atiende sin juzgar.
No fue fácil. Incluso cuando la dueña de un salón en un elegante barrio de Karachi decidió darle una oportunidad, les clientes rechazaban sus servicios o directamente no le dirigían la palabra, según contó a la AFP. Pasaron dos años hasta que une cliente habitual del salón finalmente empezó a devolverle el saludo, pero el deshielo, al menos para esa persona, ya era completo.
«Después de ese día no se peinaría ni maquillaría con nadie más que yo en el salón», dijo Haider a la AFP, orgullosa, sentada en su sillón de peluquería. «La buena educación te abre las puertas del mundo», comentó.
Las personas trans –conocidas en Pakistán como Khawaja sira, un concepto amplio que denota un tercer sexo y abarca multitud de identidades y también personas intersexuales– han luchado por sus derechos en el país, profundamente patriarcal y conservador, durante mucho tiempo. Organizadas y políticamente activas, estas personas han logrado avances impresionantes en muchos aspectos.
En 2009, Pakistán se convirtió en uno de los primeros países del mundo en reconocer legalmente un tercer sexo. El año pasado, el parlamento de Pakistán aprobó un proyecto de ley histórico que otorga a las personas trans el derecho a determinar su propia identidad de género en todos los documentos oficiales, incluida la elección de una combinación de ambos géneros. Un canal de televisión pakistaní puso en el aire a la primera presentadora de noticias trans del país en 2018, y varias personas más también se han presentado como candidatas en elecciones.
Pero, a pesar de estos avances, muches todavía viven diariamente como parias, a menudo reducides a la mendicidad y la prostitución, sometides a extorsión y discriminación o blanco de violencia.
Haider tuvo que enfrentarse a una ardua lucha para evitar ese destino.
Una vez que se afianzó con su primer trabajo comenzó a ser políticamente activa, uniéndose a organizaciones de derechos de personas trans y, finalmente, convirtiéndose en la presidenta de Sabrang, un grupo comunitario.
Cuando una organización holandesa dijo que quería financiar un proyecto para empoderar a la comunidad trans, ella y une socie aprovecharon la oportunidad de abrir su propio salón, que, dicen, es el primer salón de belleza en Pakistán que pertenece a personas trans y es gestionado por ellas mismas.
«Nunca miré atrás», dijo Haider a AFP.
Un símbolo de empoderamiento
Las personas trans a menudo son juzgadas, acosadas o incluso se les niega la entrada en otros salones, cuentan Bebo Haider y sus clientes a AFP.
«Cuando nos sentábamos junto a las otras clientas en el salón, se sentían nerviosas, confundidas e incluso sentían repulsión hacia nosotras. (Pero) nosostras también somos seres humanos», explica Mahi Doll, una clienta de Trawah de 21 años.
El salón está localizado en el interior de un mercado muy popular, rodeado de supermercados y tiendas de leche. Haider nos explica que cuando abrió el negocio les vecines eran tan hostiles que sintió miedo.
«Cuando empecé con la tienda, tenía que adoptar una apariencia severa para que la gente no se atreviera a meterse conmigo», recordó. Advirtió a sus clientes que se vistieran de manera conservadora y desplegó la estrategia que tan bien le había funcionado antes: buena educación. Y funcionó.
«Cada vez que nos ve, nos saluda con gran cariño y trata a todes muy amablemente», dijo Mohammad Akram, de 40 años y dueño de una tienda de leche al lado del salón. «No nos importa su género», agregó.
“¿Qué tal estoy?”
Muchas personas trans de Pakistán afirman ser herederas culturales de una figura histórica muy importante en esta cultura, que prosperó en las cortes mongoles que gobernaron el subcontinente indio durante dos siglos. Se encuentran menciones de la comunidad Hijra y Khawaja sira en textos de hace más de dos mil años. Estas personas ostentaban puestos privilegiados en la corte, la administración y el ejército, también se les buscaba para ceremonias religiosas y se consideraban una bendición para su familia. Todo esto cambió con la llegada del reino británico en el siglo XIX. Prohibieron esta figura, así como la homosexualidad o cualquier expresión no normativa, y toda transgresión pasó a ser duramente castigada.
A día de hoy, según varios estudios, hay al menos medio millón de personas trans en Pakistán, más de dos millones de acuerdo con TransAction, una organización de defensa de los derechos de las personas trans.
Haider y otres activistas que la ayudan tienen la esperanza de que el salón sea apenas el primer paso en el camino hacia el empoderamiento económico de su comunidad. «La conciencia de que podemos realizar los mismos trabajos que otras personas ya ha comenzado a extenderse», comenta Haider, y sostiene que iniciativas como su salón son una «forma práctica» de normalizar a las personas trans en Pakistán.
Durante la visita de AFP a Trawah, la clienta Mahi Doll se acomodó en una silla reclinable negra para un tratamiento del cabello y una manicura. A continuación, Haider comenzó a maquillar a Doll, aplicando cuidadosamente el delineador negro como lo haría con sus propios ojos. «El maquillaje de ojos es la esencia», explicó.
Tras terminar de maquillar a Doll, Haider se volvió hacia su propio reflejo en el espejo. «¿Qué tal estoy?» dijo suavemente, casi como para sí misma. «Soy hermosa, ¿verdad?»