Fuente (editada): LA NACIÓN | María Ayuso | 23 de enero de 2020
Mauro -a quien todo el mundo llama Facha- nació en 2004 y el 29 de octubre de 2014, en el Registro Civil N°1 de la ciudad de Buenos Aires, hizo la rectificación de su partida de nacimiento, cambiando su género y su nombre. Menos de 12 horas después, se convirtió en el primer varón trans de la Ciudad en tener su nuevo DNI, acorde a su identidad.
Por una reciente ley porteña (la N.º 6272), cada 29 de octubre, y en honor a Facha, se conmemorará el «Día de la Promoción de los Derechos de las Infancias y Adolescencias Trans». La norma -que se difundió en el boletín oficial la semana pasada- indica que el Poder Ejecutivo debe realizar todos los años, en esa semana de octubre, actividades y campañas de difusión y visibilización que promuevan la plena integración y el pleno goce de los derechos de la chavalería trans.
Además, establece que las campañas de concientización deben involucrar, entre otras actividades, capacitaciones a personas que se desempeñan en los ámbitos de la educación, la salud, el deporte, el arte y otras áreas. Por otro lado, el Ejecutivo deberá publicar anualmente un informe sobre las políticas estatales destinadas a la promoción de los derechos de las infancias y adolescencias trans.
«Sentí orgullo y felicidad. Felicidad porque más chiques puedan sentirse reconocides y encuentren un lugar donde hablar, que tengan contención y ayuda para poder vivir como son, que sean escuchades y acompañades por personas formadas«, dice Mauro, que hoy tiene 15 años, está en el secundario y trabajaba haciendo delivery de sándwiches en la panadería familiar.
Sortear obstáculos
Bárbara todavía recuerda el abrazo y el silencio que le siguieron a la frase de su hijo sobre la cigüeña. Después vino el desconcierto, acompañado de una única certeza: no iba a soltarle la mano. En Internet, conoció a la mamá de un nene trans en Japón, con la que rápidamente conectaron, sorteando las 12 horas de diferencia y los más de 18.000 kilómetros de distancia. Al día de hoy siguen hablando por Whatsapp.
También se acuerda de la tarde en que encontró a su hijo abrazado a la bacha del baño. «Yo no salgo más a la calle disfrazado de nena», le aseguró. Sin tener la menor idea de qué iba a hacer, porque plata para comprar ropa nueva no había, la madre se paró en la vereda, donde se encontró con su vecina. Al ratito, sonó el timbre de su casa: ahí estaba la mujer, con la ropa que su hijo adolescente ya no usaba. Bárbara tuvo que darle vuelta el ruedo del pantalón y Facha salió a la calle orgulloso, sacando pecho.
No se olvida tampoco de las piedras en el camino: desde el primer profesional de la salud al que consultó para entender qué le estaba pasando a su hijo y que le echó la culpa a ella por trabajar todo el día (además, la mandó a comprar muñecas, a las que Facha les sacaba la cabeza y usaba como pelotas de fútbol); hasta lo que implicó para la familia adoptar el nuevo nombre. No fue fácil. «Cuando me salió con eso, como yo soy un cuadrado y pensaba que en el mundo había solo hombres y mujeres, le dije: ‘No vengas con cosas raras, vos naciste así y vas a morir así'», cuenta Guillermo, su papá. «Me costó, y lo mejor que pude haber hecho fue cambiar el chip acá adentro», agrega señalándose la cabeza.
Cuando Facha hizo su transición, la primera que lo llamó Mauro fue Lucía, su abuela materna. «Era una inmigrante italiana que apenas sabía leer y escribir. Dijo: ‘El que no lo respete, ahí tiene la puerta'», detalla Bárbara. «Imaginate que sobre la ley de matrimonio igualitario o sobre la identidad sexual sólo escuchaba por la televisión. Pero ella lloraba y decía que lo único que quería era que su nieto fuera feliz, que estaba orgullosa de él», sigue la madre. Lucía falleció tiempo después, a los 86. Mauro, su mamá y sus hermanas -Ailén, de 24 años y Laila, de 26- se tatuaron su nombre en la muñeca.
Al igual que Lucía y la vecina que donó la ropa, hubo otras personas clave, como el equipo de profesionales del Hospital de Niños Pedro de Elizalde, que acompañó a Facha desde el comienzo y lo sigue haciendo hasta el día de hoy. También estuvo Andrea, la directora de la escuela que reunió a sus compañeres y les dijo: «A partir de ahora lo tienen que llamar Mauro». Les chiques se miraron: «¡Ustedes no lo sabían, nosotres lo supimos desde siempre!», respondieron.
El orgullo de mamá
Bárbara está orgullosa de su hijo. «Es muy valiente. Con ocho años, patear el tablero, la heteronorma y no importarle nada. Yo siempre le digo: ‘Con la inconsciencia de la niñez decidiste patear el tablero'», sostiene la madre, que hoy es presidenta de Facha ONG, la organización que creó con su familia, y de la Red Latinoamericana de Niñez y Adolescencia Trans (NAT), una agrupación internacional.
Si bien sostiene que nuestro país tiene leyes de avanzada -como la de identidad de género, sancionada en 2012-, Bárbara subraya que hay un largo camino por recorrer para seguir restituyéndoles derechos a las infancias y adolescencias trans. Más capacitaciones para docentes y profesionales que tratan con niñez en general, es para ella indispensable. Por eso, considera que la nueva ley porteña es un paso importante. Cuenta que la impulsaron cuando ella era coordinadora de la Secretaría de Infancias y Adolescencias Trans y sus Familias de la Federación Argentina LGBT, junto a la referente y ex-legisladora María Rachid y la abogada Flavia Massenzio.
Para Lautaro Cruz, presidente de Trans Argentinxs, una organización que nació en 2017 con el foco puesto en las infancias y adolescencias y que también forma parte de la Federación Argentina LGBT, «es muy importante visibilizar a las infancias trans porque las políticas públicas en general piensan en las personas adultas, como si uno, entre comillas, ‘se hiciera trans’ de grande. Pero lo que vemos son familias que se acercan con sus hijes desde los tres años», sostiene. Para él, lo que busca la nueva ley porteña es «concientizar y sensibilizar», sobre todo en las escuelas.
Hoy, desde Facha ONG y Trans Argentinxs acompañan a familias de todo el país. ¿Qué es lo primero que van a buscar las familias que consultan por primera vez? «Pares. Sentir que no están solas, que hay otras personas que pasan por lo mismo. Y después, cuando empezamos a compartir vivencias, historias, se empiezan a plantear otras cosas: la educación, la atención sanitaria, qué obras sociales y prepagas tienen personal capacitado. Pero lo primero es encontrar compinches. Y les niñes también encuentran pares -asegura Bárbara- Después, las familias se relajan y siguen con su vida. Algunas continúan con el activismo y otras no, y está perfecto».
Que las familias puedan aceptar la identidad de su descendencia y acompañarla en su transición, es el paso fundamental. Bárbara les dice a les progenitores que ella les entiende, que también lo vivió. La revelación que tuvo como mamá, fue clave: «Mauro siempre estuvo ahí. Nunca fue esa nena que pensábamos».