“¿Qué opináis en Euforia de la nueva Ley Trans?». Esta es la pregunta que nos lanzan recurrentemente desde los medios estos días.
Un nudo en el estómago es la respuesta. Es la lucha de David contra Goliat, de la maquinaria de marketing del Gobierno contra las familias que defienden los derechos de sus hijes, y que ha vendido humo como si de oro se tratara.
La “ley trans” es una mala ley LGTBI con ocho artículos dedicados a las personas trans peores aún. Pero empecemos por los avances para que no se nos acuse de no saberlos ver: Las personas trans binarias, mayores de 14 años, ya no tendrán que llevar informes médicos al Registro Civil para que se les reconozca su identidad, y eso es todo. El texto evita de forma premeditada la palabra “autodeterminación” que tan importante es para el colectivo. Y el reconocimiento no es inmediato, hay que ir una vez al registro Civil para solicitarlo, allí tienen que informarte de las “consecuencias” del procedimiento y te dan tres meses para que reflexiones y vuelvas a reafirmarte. Un mes más tarde tendrás que volver a buscar el auto.
Es extraño que para que se reconozca tu identidad te tengan que advertir de “las consecuencias”, y para inscribir un matrimonio heterosexual no lo hagan teniendo en cuenta que es una de las “instituciones” donde se produce la mayor violencia contra las mujeres y la infancia, y que tiene repercusiones jurídicas y económicas importantes.
El constitucional ya se pronunció en cuanto a las personas menores: es discriminatorio no reconocer su identidad. Decir que no contemplarla por debajo de los 14 años es para protegerlas es pura transfobia: vulnerar el derecho fundamental y constitucional al libre desarrollo de la identidad nunca va a proteger a la persona, sino todo lo contrario, es un menoscabo contra su dignidad y jurídicamente es insostenible.
No reconocer la identidad de las personas trans no binarias a ninguna edad y en cualquier circunstancia significa dejar a un buen número de personas en la otredad, a la libre arbitrariedad de quienes quieran no respetarlas, vulnerando sus derechos fundamentales por omisión jurídica.
Hay algunos artículos que parecen bromas de mal gusto: Limitar el reconocimiento legal de las personas migrantes a las irregulares no tiene ningún sentido lógico. ¿Se les va a reconocer para poder aplicarles la ley de extranjería? Las personas migrantes residentes o en situación legal de acogida o refugio parece que quedan también en el limbo de la otredad.
Que se dediquen varios artículos a decir que se reconocerá en diferentes ámbitos administrativos la identidad o el nombre de quienes la consigan cambiar en el Registro Civil, suena a estudiante rellenando espacio con frases huecas en un trabajo que tiene que entregar con urgencia, en esta ocasión la prisa parece pasar por desfilar en la cabalgata del día 3.
No sin intención, se ha fomentado en el título de la propuesta la confusión poniendo delante “ley trans”, pero las deficiencias jurídicas en el reconocimiento de derechos y medidas en sanidad, educación, a nivel social o laboral son evidentes. La reparación específica por el maltrato institucional y social que a día de hoy sigue sufriendo el colectivo es también inexistente. Desde hoy nos vamos a ver en la tesitura de seguir luchando por una legislación que la sociedad piensa que ya se está tramitando y con la que parte del gobierno cree que ha aprobado el curso.