Sasha Sathya habla de temas que van desde las drogas que más circulaban en el conurbano bonaerense en los 90 hasta cómo aprendió a afilar el oído por la cercanía con los sonidos de una cancha de fútbol. Sus rimas hablan también de trabajo sexual, transfobia, clasismo y brutalidad policial. En pocas palabras: furia trap.
Fuente (editada): Página|12 | Estefanía Santoro | 02 de octubre de 2020
“Ke muera la patria y estalle la frontera. kiero ser la puta más cara del sistema”, rapea con los beats que produce en su pc, Sasha Sathya es trapera del conurbano, lesbiana, transfeminidad, trabajadora sexual, autodidacta, y productora musical. “Me probó tu daddy, me vuelve a llamar, la piba con pija lo hizo flashear”, cantaba, cuando todavía no era un sueño asistir a un recital.
Al igual que muchas músicas autogestionadas, Sasha vio truncados sus proyectos. Frente a la imposibilidad de tocar en vivo, buscó otras alternativas: “Voy a sacar un disco y venderlo digitalmente para poder pagar el alquiler; esta situación es como una montaña rusa”. Sus dos opciones de trabajo están vetadas, por eso lanzó en sus redes sociales una campaña para recaudar fondos.
Que estalle la frontera
Sasha se crio a la vuelta del Estadio Deportivo Merlo, con la sonoridad de bombos, recitales, partidos de fútbol. Canta desde que tiene memoria: “Siempre tuve una gran facilidad para captar las melodías e imitarlas”, cuenta. A sus 10 años aprendió guitarra viendo tocar a su abuelo los géneros de Cuyo. “Me daba cuenta cuando mi abuelo se equivocaba, tenía oído y era muy detallista. Intuitivamente la primera vez que agarré una guitarra ya sabía cómo tocar”, recuerda.
En los noventas llegaron a su casa recitales en VHS que alquilaban sus progenitores. Los Stones, Pink Floyd y David Bowie porque “en las villas, en mi barrio, la gente escuchaba rock y lo bailaba, también la cumbia. Hasta que apareció la cumbia villera. Me vi inmersa en un montón de culturas diferentes”.
En 1994 hubo un disco que se llevó toda la atención de Sasha, Dale Aborigen de Todos Tus Muertos, para ella y muches adolescentes que escapaban de lo mainstream, esa banda marcó un antes y un después. “Fusionaba regué, dancehall, hardcore, ska y tenía una denuncia grande contra la violencia policial. La policía mató a uno de mis mejores amistades, Facundo Cáceres, en el 95. Su cuerpo apareció a dos cuadras de plaza Rosales en Adrogué. Era una época en la que había mucho miedo, la policía en ese momento era muy jodida. Lo viví desde los 11 hasta los 17 años. Me metían en una comisaría y me dejaban un par de horas ahí. Era lo más común del mundo, simplemente por cómo te vestías o por cómo andabas. En los recitales la policía te recontra cagaba a palos”.
El año pasado Sasha estuvo de gira por Europa, tocó en Lisboa, Madrid, Málaga. No le fue fácil. “La gente me trataba mal porque tengo acento latino, pero no tan mal porque no soy afro o musulmana. Hice fechas sin dormir, es difícil estar de gira sola. En España las personas que mejor me trataron eran de origen árabe, tengo sangre sirio-libanesa. En esos lugares te sentís mejor cuando ves una migrante”.
Alto montaje
Hoy a sus 38 años recuerda sus comienzos en el trabajo sexual cuando se fascinó con el crossdresing. “La gente antes se montaba para ir a girar, las maricas, gente casada o que no encontraba un espacio para montarse y salir por la calle. Yo salía sola y a veces pasaban algunas cosas y por internet publicaba mis fotos. Había muchos chabones que me ofrecían plata y me di cuenta que era la que había que hacer. Esto fue hace 12 años, después fue más esporádico. Hubo un momento en el cual le puse más pilas y otro que tuve que parar, porque me quema la cabeza el trabajo sexual. Siempre lo viví como una actividad paralela porque hay que ser sincera, el capital erótico no me da para cobrar lo que cobra una puta vip o una travesti que está divina que se promociona en internet, que tienen su departamento en Recoleta y le pone mucha pila al laburo, se cuidan el cuerpo en base a lo que cotiza, le dedica tiempo, invierte, eso es algo que nunca hice, me fié de lo que tengo”.
Sasha prende un cigarrillo cuidando no romper sus uñas largas, dice que sus letras fueron fluctuando, ahora primero arma las melodías: “Cuando canto ‘Ke muera la patria y estalle la frontera. kiero ser la puta más cara del sistema’ el concepto de la canción está ligado al trabajo sexual y el espacio público que para las personas trans y las putas cis es un tema central. Habla de la mirada de repudio a la Policía que no es ir a prender fuego literalmente el patrullero. Ellas tienen que lidiar con la policía porque están en el espacio público. Habla de las formas en las que hay que invisibilizarse para zafar. Y de la cuestión migrante, ranchear con gente de otros lugares. Se te pega la tonada y te das cuenta de que este territorio está dividido por ideas muy racistas y clasistas. Entonces atacar eso y ser la puta más cara del sistema”.
Cuenta que esa canción nació en un momento donde se dio un fuerte debate entre abolicionismo y trabajo sexual dentro de los feminismos. “Creo que al final siempre estamos trabajando con el cuerpo, pero obviamente que no es lo mismo poner el cuerpo de esa manera. Tengo amigas que no se ven en esa situación de estar en un lugar con un tipo desconocido, por eso hay que tener un respeto por las trabajadoras sexuales siempre, por más que no estén de acuerdo. A algunas no les queda mucho más que el capital erótico. Si tus opciones son ser madre o ser una puta que le saca ventaja a esos planteos y reglas que tiene el mundo heterosexual y occidental, cobrar por un capital erótico me parece una buena salida. No es la única. Todas estamos negociando. La Maite Amaya dijo algo que yo lo pongo antes de los shows, y es que, en definitiva, seas torta o no, siempre estás negociando con esa perfo de la feminidad. En mi caso no me veo en otro lugar. Hacer trabajo sexual no es un paraíso, te estresa como cualquier otra cosa, como ser madre y laburar. A veces da la sensación que siempre perdés, elijas lo que elijas, en este mundo occidental”.
¿Generas ingresos con tu música?
Cada vez que hacía un show compraba comida y pagaba dos o tres cosas, pero en esta economía hasta antes de la pandemia seguía ganando lo mismo que en septiembre del año pasado. Me ofrecieron del Ministerio de Cultura tocar en un ciclo por la misma plata que me daban hace un año atrás. No puedo aceptar esa guita porque siento que es un doble discurso. El cupo laboral trans tendría que ser una suerte de ética, no esperar a que sea una ley y una obligación ciudadana. Hay mucha hipocresía y un montón de desigualdades que no se ven, como si las músicas fuéramos todas iguales, que pertenecemos a la misma clase. El mundo femenino de la música está representado por chabonas que son generalmente blancas, de clase media alta. ¿Hasta cuándo es útil la cuestión de los cupos? Pero eso no quiere decir que esté en contra…
¿Con qué cosas soñás?
Tener una obra social, un lugar donde vivir, poder dormir bien. Estoy envejeciendo (risas). Quiero poder soñar, descansar y no estar tan estresada por pensar en cómo sobrevivir. Desde lo neurodiverso hablo: por mi salud mental hay cosas que no puedo hacer porque sé que me generarían daños, ciertas presiones que no estoy dispuesta a ceder, no quiero volver a estar en un neuropsiquiátrico por no saber medir eso. Más allá de esas cosas terrenales, sueño con poder ayudar a algunas amigas, fantasías que una tiene, generar plata y poder repartirla con la gente que quiero, decirle a mi vieja “te conseguí unas vacaciones”. Ella fue una mujer que toda su vida se la pasó tomando bondi, tren y subte para laburar. Me gustaría poder regalarle un viaje, cosas cotidianas y terrenales.