En el DNI de Raffaella figura desde abril un nombre de mujer, que es como se ha sentido ella desde que tiene recuerdos. Lo único que lamenta es no haber iniciado la transición antes porque ahora se siente más feliz.
Fuente (editada): La Tribuna de Guadalajara | Belén Monge Ranz | 11 JUL 2021
Siempre notó en su interior que no estaba siendo tratada como quería, que su identidad de género no se correspondía con el sexo asignado al nacer. Recuerda cómo con tan solo seis años, un amigo de su padre llegó a casa y le dijo: «Qué niña más bonita». Raffaella, al escucharlo, sintió que por fin había llegado el momento. Pero su papá se precipitó a responder rápidamente: «No es una niña, es un niño».
La ilusión le duró poco. Se crio en Guadalajara y a sus 58 años, cuando ya es abuela, ya puede ver parte de su sueño cumplido. Desde el pasado 12 de abril en su DNI ya no figura el nombre de varón que figuró durante tantos años y que ella nunca sintió como propio, sino el de Raffaella, con doble efe y doble ele. Así lo eligió ella.
El miedo la «sujetó» dentro del armario mucho tiempo pero ya ha salido. Para afrontar el proceso trans tuvo que declararse enferma porque la ley que está en vigor en España les obliga a declararse con disforia de género. Todo ello pese a que desde 2018 ya no se se contempla como enfermedad en la Organización Mundial de la Salud.
Lleva algo más de dos años sometiéndose a un tratamiento hormonal. Se encuentra en pleno proceso de una transición que ha tardado en llegar más de lo que le hubiera gustado, pero desde enero está considerada ya por el Estado como mujer.
El camino de esta activista guadalajareña, afanada en no cesar en la lucha para conseguir una ley trans que responda a lo que realmente quieren, ha tenido algunos tropiezos, pero ahora se siente más segura. «Mi vida ha sido un poco compleja porque no sabía como decirlo. Ahora que sé leerme, puedo decir que me reconozco mujer desde que tengo recuerdos, y hoy el espejo empieza a devolverme lo que he sido siempre», comenta Raffaella, ataviada con un largo vestido azul, sandalias y la uñas pintadas a juego.
En casa lo ocultó mucho tiempo porque percibía que la familia no quería adentrarse en ello pero hoy su madre, ya mayor, le dice al mencionar su nombre: «me equivoco cada vez menos». Sobre los 20 años, Raffaella intentó hacer visible su identidad y realizar la transición, pero la opresión y negación que observó la llevó a «esconderse» sin apenas haber salido. Ahí decidió empezar un camino «por la periferia -dice-». Jugó con la prostitución y las drogas porque tal y como ella misma reconoce, «ahí es donde estaban sus iguales». Pero como no era la vida que quería, utilizó otra válvula de escape: el matrimonio.
Fruto del mismo tiene una hija y una nieta a las que quiere con locura. «Mi nieta me llama abuela y eso es muy bonito para mí», declara orgullosa. Tras separarse determinó que era el momento del cambio: «He vivido como un hombre pero voy a morirme como una mujer», se dijo. Y hoy, lo único que lamenta es no haber dado este paso años atrás porque «la felicidad que tengo no la conocía antes».
Es concejala en Tórtola de Henares por Unidas por Tórtola. Reconoce que le está tocando pelear «contra un frontón». Gobierna el PP pero asegura que va a seguir luchando e implicándose en cualquier iniciativa que vaya encaminada a conseguir una ley trans con la que no se sientan «ninguneadas». Desde su activismo, admite que ha habido avances pero cree que el anteproyecto de ley que ha salido adelante tiene en su primer párrafo «una mentira».
Para Raffaella la igualdad real no se puede dar cuando deja fuera a algunas personas. «La ley de igualdad real de las personas trans no puede ser para unas pocas sino para todas», declara a La Tribuna tras insistir en que este Gobierno de coalición las está dejando atrás. Para ella, que los diluyan en el colectivo LGTB es «un error» porque «no es lo mismo orientación que identidad. La orientación no tiene problemas médicos ni educacionales y nosotras pedimos que en el temario educativo figure nuestras realidad. Somos una colectividad minoritaria pero requerimos los mismos derechos», asevera.
La ley que se va a aprobar en Castilla-La Mancha tampoco convence a Raffaella. Considera que «niega derechos» y también debería diferenciar colectivos. Y para reivindicar todo esto afrontó el pasado marzo una huelga de hambre.
Cuando pasea en soledad por Guadalajara, a veces, siente miedo. «Ojalá no me pase lo que le ha pasado a Samuel en La Coruña», señala preocupada, considerando que aún son «la diana de las violencias» por parte «de la ultra derecha y de las feministas terf». Tiene claro que o se pone remedio o las agresiones y muertes continuarán.
Su otro temor ahora está en perder el trabajo. Es carretillera en el sector de la logística, y aunque ahora está de baja, desde que comunicó a la sección de Personal de su empresa que era una persona trans y que quería utilizar los aseos femeninos y requería el cambio de nombre en su contrato, todo se ha puesto más difícil para ella. Sospecha que cuando le den el alta la echarán a la calle por ser trans. Sin embargo, Raffaella confía mucho más en su capacidad de lucha. Ahora cuenta ya con sus propias armas de mujer.