En los años que, quienes formamos Euforia Familias Trans Aliadas, llevamos acompañando a las personas trans en la lucha por conseguir sus derechos, uno de los principales motores ha sido la visibilidad. Conseguir ser referentes para otras personas, visibles para que el mundo enfoque la mirada y sepan que existen, visibles para reivindicar sus derechos, visibles para informar. Visibles, porque lo que no se ve no existe.
El día internacional de la visibilidad trans es uno de esos momentos en los que el colectivo y personas aliadas nos unimos, salimos a la calle con las banderas, insignias, lemas, a darlo todo, a gritar al mundo que los derechos trans son derechos humanos. Este año será un grito ahogado, será una bandera en la ventana y “más paciencia, cariño, que el mundo se ha parado”.
Así, año tras año, consiguiendo poco a poco pequeños avances, donde el sistema nos dice paciencia sin tener en cuenta que las infancias pasan muy rápido, que llega la adolescencia, la juventud y la necesaria incorporación al mercado laboral, donde más del 80% acaban sin trabajo.
Hace tan solo un año nuestra presidenta, Natalia Aventín, escribía un texto para el día de la visibilidad cargado de rabia e impotencia. Estuvimos a punto de lograr una ley que mejorara los derechos del colectivo, dos años para que se elaborara la propuesta y se quedó en las puertas, se presentó a las Cortes el mismo día que se disolvieron y nos quedamos sin Gobierno. Así que la ley finalmente no salió.
Ha sido un año de mucha incertidumbre, miedo por el avance de la ultra derecha. Los discursos de odio que hasta hace unos meses antes eran pronunciados solo por alguna minoría, volvían a estar presentes en lugares de trabajo, con las amistades, familia. Discursos de odio que de la noche a la mañana pasan a ser admisibles, políticamente correctos. Y, por si esto no era suficiente, el fraccionamiento del feminismo, mujeres cisexuales que llevan décadas luchando contra la opresión del patriarcado, ejerciendo esas opresiones sobre las mujeres transexuales con discursos de odio que acaban alineándose con el discurso de la ultra derecha.
Difícil avanzar en derechos cuando la energía hay que destinarla a defenderse.
Tras la incertidumbre, y después de muchos intentos, por fin hay Gobierno, volvemos con esperanza y firmeza exigir una la ley específica y transversal de identidad.
Y nos vemos el 31 de marzo con las banderas en las ventanas, con un estado de alarma que nos impide libertad de movimiento, donde no podemos expresar todo lo que llevamos dentro. Un momento en el que el mundo se para, viviendo una crisis sanitaria y económica, quedándonos en casa o yendo a trabajar por ser esencial; personas que pierden su trabajo, mujeres víctimas de violencia de género en casa con el agresor, trabajadoras sexuales sin ingresos y sin respaldo, personas insultadas en las calles… todo esto sumando precariedad a las ya muy precarias situaciones de la población trans. Difícil reivindicar en una situación así.
No podemos salir a las calles, no podemos avanzar en la ley, no podemos informar, no podemos construir entornos seguros para las personas trans. Reconvirtamos toda esta impotencia, saquemos nuestras banderas, apoyemos a quienes tengamos en nuestro entorno defendiendo sus derechos y dignidad, una lucha interseccional como hasta ahora. Cuidándonos, acompañándonos en los grupos, empatizando con otras realidades, deconstruyéndonos más aún si cabe después de esta experiencia extraordinaria en nuestras vidas.
Tal vez sea ilusa pero, a pesar de todo esto, una de las libertades que nos queda es la actitud con la que llevemos esta situación. A pesar de todo el sufrimiento y pérdidas que estamos viviendo, el mundo seguirá después de esta crisis y será otro. Confío y sueño en un mundo donde las personas seamos más humanas. Donde las miradas cambien. Donde seamos capaces de abrir nuestra mente y escuchar a quienes viven la lucha desde dentro. Donde lo importante y prioritario lo sea por defecto y no haya que andar argumentándolo hasta el agotamiento. Donde los juicios dejen paso a la escucha y a creer en las personas. Donde por fin podamos avanzar en la igualdad de derechos y respeto. Donde la visibilidad de las personas trans no sea una herramienta para lograr un fin sino parte de la cotidianidad.