Autora: Natalia Aventín Ballerín

Sin darnos cuenta llega otro 31 de Marzo, Día Internacional de la Visibilidad Trans, parece que lo unimos al anterior, mucho esfuerzo y pocos avances en esos 364 días que los separan.

Y no será por empeño, porque ahí seguimos cada día luchando; cada familia en su entorno, cada persona adulta, peque o joven trans en su camino. Rompiendo barreras, abriendo mentes.

Cansadas estamos de “penas y bulbos”, de la biología es la biología, de confundir diversidad con anomalía, de genitalizar la identidad, de las cargas morales de quienes malinterpretan, hartas de discursos buenistas que constriñen y encasillan. No necesitamos que nos interpelen desde la más absoluta ignorancia, ni que nos den lecciones instaladas en el prejuicio, que nos vendan por “verdad” lo que es “doctrina”. Etiquetas que se acomodan a existencias domadas no pueden explicar nuestras vivencias, tampoco estudios contaminados desde sus premisas, ni construcciones de teorías patologicistas.

El papel de los medios que, con la condescendencia de quien se cree por encima, desprecian argumentos fiables porque creen que su audiencia no puede entender algo “tan complicado”. Mejor promover la ignorancia y remover el dolor, fomentando los mitos de los cuerpos equivocados, los sexos biológicos, repitiendo por morbo los nombres que duelen y no representan, comprando el drama y despreciando la felicidad, que no vende. Malgenerizando por no querer entender la importancia de respetar la identidad.

La política que lleva sus destiempos, desgastando las paciencias. Con legislaciones autonómicas arrancadas a bocados, muchas veces sin desarrollar y las estatales aplazadas hasta que se repartan el tablero.

El poder judicial que no responde, un Tribunal Constitucional que considera prioritaria la identidad, siempre que sea territorial. Si es la sexual y de un menor, por él puede esperar. Registros Civiles que desoyen las instrucciones de sus superiores, porque pueden, así fue siempre el poder.

Y aunque parece que ahora estamos presentes en la sociedad, prefieren no ver esos cuerpos disidentes.  Por eso insisten en preguntar, por si a golpe de bisturí, se pueden evitar tener que adaptar la mirada.

Y a pesar de todo aquí estamos otro 31M, visibles y resistentes, porque no tienen que pedir permiso, las personas trans son parte de este mundo y las familias vamos a seguir estando de su lado.